Cicatrices de poder

Capítulo 1

Reino Christus

Grace Bell

—No creo que esto sea una buena idea en absoluto. ¡Nos podrían enviar a la horca! Pensarán que somos espías —protesta Alice en un susurro nervioso, mientras vigila por el pasillo que los guardias terminen su ronda.

Yo, por otro lado, me pego aún más a la gruesa madera de la puerta. Mi oído contra ella, mis dedos cruzados detrás de la espalda, y una parte de mí rogando que las bisagras no crujan justo ahora. No todos los días se tiene la oportunidad de escuchar al rey en persona. Y menos hablando en voz baja. Las cosas importantes nunca se dicen en voz alta.

—Este año, quiero que la conmemoración se celebre aquí, en el palacio —dictó el rey con firmeza.

Conmemoración... no hace falta pensar demasiado para saber a qué se refiere. Cada año, la misma fiesta para recordar la "gran purificación", como ellos la llaman. A mí me suena más a genocidio, pero si repito eso en voz alta, ya puedo preparar mi cuello para la soga.

—¡Qué maravilla, su alteza! —dice el consultor real, aunque su tono suena más forzado que espontáneo. Hace una pausa, como si no supiera si seguir hablando o tragarse sus palabras. Finalmente, se arriesga—. Con todo respeto, ¿por qué ha tomado esta decisión? Es tradición que la fiesta rote entre los siete pueblos del reino. Me intriga que este año se realice aquí.

Sí, muy "intrigado", pensé.

—La razón es mi nieto —explicó el rey. Aunque no puedo ver dentro de la habitación, puedo imaginar su rostro arrugado, la tensión en su voz. No es un hombre que hable de sentimientos. Y, sin embargo, algo en su tono... es distinto.

¿El príncipe Kyrell?, me pregunto. ¿No era él solo un rumor? Un fantasma que había desaparecido hacía años para entrenarse como soldado, para convertirse en lo que su padre no fue. Ahora vuelve. Y justo cuando la conmemoración será en el corazón del reino.

—Arthur, con cada año que pasa, temo que algo que no debería salir a la luz... se revele —dice el rey, y su voz baja un poco más, como si le pesara el pecho.

Mi corazón también baja. Más que latir, tiembla. ¿A qué se refiere con "algo que no debería salir a la luz"? ¿Un secreto del pasado? ¿Un error? ¿Un crimen?

¿Tiene que ver con la masacre de las invocadoras? ¿Con las mujeres como mi madre y mi hermana?

—Grace —susurra Alice, apretando mi brazo—. Vamos, puedo sentir la vibración de las armaduras de los guardias acercándose.

—Un momento —murmuro, volviendo a pegar la oreja a la puerta como si eso pudiera detener el tiempo. El rey hablaba de algo... algo que quizás cambiaría todo lo que creo saber.

—Señor, usted solo hizo lo que debía —dijo el consultor.

Claro. Lo que debía. Como ordenar la muerte de miles de mujeres. Como marcar nuestras pieles con miedo.

Me aparté rápidamente de la puerta al escuchar el retumbar metálico de las botas. Alice me tomó de la mano y corrimos en silencio por el pasillo, doblando justo a tiempo hacia nuestro puesto de trabajo.

—¿Crees que lo escuchamos bien? —pregunté entre jadeos.

—Creo que escuchamos lo suficiente para meternos en problemas —murmuró Alice.

Pensamos que habíamos pasado desapercibidas al entrar en el salón de sastrería, pero los pasos apresurados que se acercaban dejaban claro que no habíamos sido tan sigilosas como creíamos.

—Veo que llegan tarde —nos reprochó la modista Madeline, de brazos cruzados y ceja levantada como si fuera a clavarnos con ella.

—Oh, Madeline, lo lamento mucho —dije con una sonrisa nerviosa, mirando a Alice para que me siguiera la corriente—. Alice tuvo problemas estomacales al llegar, así que fuimos a la cocina a preparar un té para aliviar su malestar.

No fue mi mejor mentira. Pero tampoco la peor.

—¿Es cierto, Alice? —preguntó Madeline, con la paciencia de quien ya sabe que le están mintiendo.

Alice, que no podría mentir ni para salvar su propia vida, se llevó las manos al estómago con un gesto dramático digno de una obra de teatro.

—Sí... me dolía mucho. Aún me duele, creo.

Yo tragué saliva y evité mirarla. No por lealtad, sino por vergüenza ajena.

—¿Y dónde está el té que Grace preparó para ti? ¿Lo bebiste caminando por el pasillo como si fueras una noble del Este? —preguntó Madeline, entrecerrando los ojos.

—Yo... bueno...

Madeline suspiró. No era la primera vez que nos atrapaba inventando excusas, y sospecho que, en el fondo, hasta se divertía con ello.

—Grace —dijo finalmente, señalándome con firmeza—. Necesito hablar contigo.

Mi estómago se encogió. Había algo en el tono de su voz que me hacía pensar que esta vez el regaño no vendría con advertencias... sino con consecuencias.

—Antes de que digas algo o... pienses despedirme —empecé a hablar rápidamente cuando llegamos a su oficina—, debo aclararte que fue una pequeña mentira inofensiva. Técnicamente fue mi dolor de estómago, pero Alice solo me cubría, porque... bueno, me dio tanta vergüenza decirlo... que... vomité el vestido de una dama noble y tuve que...

—Grace —interrumpió Madeline, con una ceja levantada y cara de "no tengo tiempo para tus dramas".

—Sí, sí. Ya sé que no me vas a creer —suspiré, sentándome frente a ella como si esperara una sentencia.

—Tranquila, no te voy a despedir —dijo, dejando su costurero a un lado y sacando un pequeño fajo de hojas—. Tengo un encargo para ti.

Me enderecé de inmediato.

—¿Un encargo? ¿Para mí?

—He visto tu trabajo últimamente —dijo, y por un segundo, juraría que esbozó una sonrisa—. Tus puntadas son limpias, tu diseño más fluido. Se nota que observas. Eso es raro en las costureras jóvenes. Muchas solo repiten. Tú creas.

—¿Eso significa que voy a hacerle un vestido a una noble rica que odie mi tono de azul? —pregunté, medio en broma, medio esperanzada.

—Un traje —me corrigió—. Pero no para cualquier noble. Este será especial.

Me entregó una hoja con las medidas.



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En el texto hay: misterio, principe, brujas magia

Editado: 08.10.2025

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