Elian
Desde que tengo memoria, siempre he sentido que mi vida era distinta a la de quienes me rodeaban. Mientras muchos de los que estaban a mi alrededor se sumergían en la rutina y en la previsibilidad de sus días, yo me encontraba atrapado en un mundo lleno de enigmas y vivencias que desafiaban las normas establecidas. Para ellos, la vida cotidiana giraba en torno a la escuela, el deporte y charlas despreocupadas; en cambio, mis pensamientos danzaban entre recuerdos ocultos y situaciones que parecían rozar la frontera de la realidad y la fantasía.
Cada rincón de mi existencia estaba colmado de secretos y misterios. Había ocasiones en las que un simple objeto, como un viejo diario que encontré en el ático de mis padres adoptivos, desataba en mí un torrente de preguntas. Las páginas amarillentas, cubiertas con una caligrafía temblorosa, estaban plagadas de historias que se sentían sacadas de un cuento, pero con un matiz inquietante de verdad que las hacía aún más perturbadoras. Me preguntaba, ¿por qué había tantas referencias a sucesos que nunca había vivido? ¿Qué secretos habían decidido esconder las personas que amaba, y por qué?
El misterio también se manifestaba en mis interacciones con los demás. Personas que al principio parecía que eran simples amigos a menudo desvelaban facetas ocultas, dejando un aire de duda sobre su verdadera naturaleza. Un claro ejemplo de esto era un amigo cercano quien, a pesar de nuestra relación aparentemente íntima, guardaba un secreto que ni él mismo estaba preparado para afrontar. Era un enigma que lo consumía, y aunque nuestras conversaciones eran profundas y significativas, siempre había algo que se interponía entre nosotros: un silencio pesado que decía más de lo que las palabras podían expresar.
Así fue como la vida me enseñó que, tras cada sonrisa y detrás de cada situación que parecía normal, se escondía un mundo de secretos esperando ser revelados. Este fue solo el inicio de mi travesía; una jornada en la que cada revelación me acercaba un paso más a comprender lo que realmente significa vivir en un universo lleno de incógnitas. Mi búsqueda por desentrañar estos misterios pronto se convirtió en mi propósito, una aventura en la que cada día prometía un descubrimiento asombroso.
A pesar de las cicatrices emocionales que llevaba conmigo, las cuales eran el resultado del trato que recibía de mis padres adoptivos, que me causaban un gran dolor interno, entendí que mis secretos y los de quienes me rodeaban no solo definieron mi existencia, sino que se convirtieron en el hilo conductor que entretenido la historia de mi vida, otorgándole un sentido nuevo y diferente a las vivencias que en un principio consideraba ordinarias. Me cuestionaba cuántas vidas pasaban desapercibidas, atrapadas en lo superficial, y esto me llevó a comprender que, en el fondo, todos llevamos un misterio latente dentro de nosotros: un relato no contado, una historia oculta que anhela salir a la luz. ¡Y así comenzaba mi viaje!
He vivido bajo el maltrato psicológico y físico por parte de mis padres adoptivos, lo cual me ha desgarrado el corazón. Creí que había encontrado una familia cariñosa y amorosa, pero la realidad fue muy diferente a lo que había imaginado. Durante muchos años, mi mente ha estado llena de recuerdos de mi hermano Dante, quien siempre estuvo a mi lado, protegiéndome de los gritos y los abusos de nuestros padres. Sin embargo, también recuerdo con tristeza que, a pesar de su valentía, él fue víctima de golpes y bullying por parte de ellos. Por otro lado, aunque he experimentado su maltrato, sus sufrimientos fueron mucho más intensos que los míos.
Aún conservo en mi memoria el día en que me informaron que iba a ser adoptado por una familia adinerada. Ese anuncio me dejó el corazón destrozado. Después de recibir la noticia, corrí con todas mis fuerzas hacia Dante y lo abracé con fuerza. No puedo olvidar la expresión en su rostro cuando le conté todo con detalle. Me di cuenta de que, a pesar de su esfuerzo por contenerse, él quería llorar. Sin embargo, no derramó ni una lágrima; simplemente me observaba con una mirada intensa, llena de sentimientos. En ese momento, comprendí que muy probablemente no tendríamos la oportunidad de vernos en mucho tiempo. Aquella jornada resultó ser la última vez que lo vi.
En este instante, me encuentro abrazando a mi hermano mayor, Dante, mientras las lágrimas brotan de mis ojos. Sigo aferrándome a él con fuerza, como si en ese abrazo quisiera transmitirle que me siento vacío por dentro, como si hubiera perdido parte de mí mismo. Es un momento cargado de emociones, donde el dolor y la tristeza se entrelazan en mi corazón.
Un poco después, nos separamos y Dante se fija en un moretón que tengo justo debajo del ojo. De inmediato, su expresión se torna preocupada, así que decido mentirle. Le digo que me caí mientras jugaba y que no debe preocuparse por eso. En ese momento, veo cómo un chico se acerca a nosotros con una actitud amigable y se presenta.
-Hola, soy Angelo, el novio de Dante -dice con una sonrisa.
-Encantado de conocerte -respondo yo, tratando de mantener la conversación ligera.
-Igualmente -dice Angelo
-, pero ahora me tengo que ir a casa porque tengo algunas cosas que hacer.
Mientras él se despide, observo inclinarse hacia Dante y darle un beso antes de marcharse.
La tarde se desarrollaba con una calma apacible en la casa de la tía de Dante. El sonido inconfundible de la cafetera burbujeando en la cocina, junto con las risas suaves que se escuchaban desde el comedor, contribuían a crear una atmósfera cálida y casi mágica.
comienzo a a explorar con curiosidad los libros y las fotografías antiguas que adornaban las estanterías.
Fue en ese momento cuando la puerta se abre con un ligero chirrido, interrumpiendo la serenidad del ambiente. Una voz alegre resonó en la sala.
-¡Hola! He traído el postre que me has pedido-anuncia una joven de cabello rizado y ojos llenos de vivacidad, quien sonreía con tanta calidez que parecía iluminar la habitación entera.