Dante
comenzaré a explorar la intuición que me persigue desde hace un tiempo: la sospecha de que Elian está guardando secretos. Cada vez que me cruzo con él, hay un aire de misterio que lo envuelve, como si hubiera aspectos de su vida que prefiere mantener en la penumbra. Esta sensación se ha intensificado a lo largo de nuestras interacciones, y no puedo evitar preguntarme qué es lo que realmente está ocurriendo en su interior.
Elian a menudo evita ciertas preguntas y cambia de tema de manera abrupta, lo que alimenta aún más mis dudas. Sus gestos, esas miradas fugaces y su forma de escurrirse de conversaciones profundas, me hacen pensar que hay algo más allá de la superficie. A veces, parpadea con una intensidad que parece indicar que está procesando algún tipo de lucha interna, como si le costara encontrar las palabras adecuadas para compartir lo que se agita dentro de él.
La idea de que Elian esté escondiendo algo se convierte en un rompecabezas que me intriga. Mis pensamientos se agolpan, creando una tormenta de preguntas: ¿qué es lo que no quiere compartir? ¿Por qué siente la necesidad de guardar silencio sobre ciertos aspectos de su vida?
Conforme avanzamos en nuestras relaciones, mi curiosidad se convierte en una especie de búsqueda en la que trato de desentrañar su enigma. Estoy decidido a descubrir qué es lo que Elian mantiene en secreto, y aunque no sé si lograré hacerlo, la sensación de que hay algo importante que se esconde detrás de su fachada permanece latente, como un enigma esperando ser resuelto
Mientras mi tía me observa con esa expresión de inquietud, noto que está realmente preocupada. Se sienta a mi lado y me ofrece una taza de té caliente. Mientras disfrutamos de la infusión, comenzamos a hablar sobre Elian. Ambos estamos de acuerdo en que en su mirada hay una profunda tristeza que me genera muchas inquietudes.
Al fijarme en los ojos de Beatriz, tengo la sensación de que adivina lo que estoy pensando.
—Mañana voy a hablar con un abogado especializado en protección infantil y adolescencia para discutir la situación de Elian —Me dice con tono de preocupación
—. Creo que es importante que esté con nosotros, ya que tengo una extraña sensación de que algo no está bien con él.
Eso me calma un poco. Beatriz toma mi mano con suavidad y me mira a los ojos.
—No te preocupes, vamos a averiguar qué le está sucediendo a Elian. Además, hablaré con la trabajadora social para que podamos conocer a sus padres adoptivos. Mi niño, quiero que sepas algo importante: Elian tiene mucha suerte de tener un hermano como tú. Siempre recuerda esto.
Simplemente me quedo en silencio mientras ella se levanta y se marcha a la cocina. Supongo que va a preparar la cena. Se marcha y aprovecho para llamar a mi novio para contarle todos los detalles de lo que ha estado ocurriendo. Milagrosamente, contesta la llamada y comenzamos a hablar. Me levanto del sofá y empiezo a caminar hacia mi habitación. Al entrar, me tumbo en la cama y continuamos conversando durante unas horas.
Después de un buen rato, nos despedimos y, finalmente, caigo en un sueño profundo. En medio de esa oscuridad, me encuentro en un sueño extraño. Veo a Elian, el suelo, llorando con golpes. De repente, me despierto gritando y empapada en sudor. En ese momento, Beatriz entra en la habitación al escuchar mi grito. Al ver mi estado me pregunta si estoy bien, decido contarle sobre el sueño que acabo de tener.
En el fondo de mi ser, siento una voz interna que me indica que es mi responsabilidad cuidar y proteger a mi hermano menor. Estoy decidido a seguir esa intuición y hacer todo lo posible para garantizar su bienestar y seguridad.
Beatriz me observa con la mirada de una madre que se siente preocupada por su hijo. Le aseguro que estoy bien, aunque mi estómago no deja de hacer ruidos, evidenciando que ya es hora de cenar. Ella, al escuchar el sonido proveniente de mi barriga, estalla en una risa contagiosa y entre risas me dice:
—Vamos, levántate, es hora de que cenemos algo, o tu barriga seguirá sonando como un tambor.
Así que me levanto de la cama y salgo de mi habitación. Camino hacia el salón, donde me encuentro con una abundante variedad de comida que realmente disfruto. Sin perder un instante, me siento en la mesa y empiezo a comer con entusiasmo. A mi lado, Beatriz se sienta sonriendo, su expresión refleja alegría mientras me observa disfrutar de la comida.
Empiezo a cenar, disfrutando de cada bocado y deleitándome con los sabores de la comida. De repente, mi mente se dirige a mi hermano; no puedo evitar preguntarme si él ya ha cenado. Me preocupa un poco su estado, ya que lo he notado un poco más delgado.
Dejando de lado mis pensamientos negativos y continuo con mi cena. Mientras disfrutaba de la comida, Beatriz me pregunta sobre mi relación con Angelo. Entonces, empecé a relatarle todos los detalles de nuestra historia juntos.
Beatriz escucha atentamente mientras le comparto los inicios de mi historia con Angelo. Le cuento sobre esos primeros miradas que sostuvimos, sobre cómo su voz lograba calmar los días más difíciles de mi vida, y cómo, a medida que el tiempo pasaba, se convirtió en mi refugio, en ese lugar seguro al que recurro cuando todo parece desmoronarse. Ella me observa con una sonrisa silenciosa, como si supiera que guarda un secreto alegre en sus pensamientos.
—Se nota en tus ojos, Dante —finalmente dice
—. Cuando hablas de él, tu mirada brilla, como si llevaras un poco de sol en tu interior.
Sus palabras provocan en mí una sonrisa tímida. Beatriz siempre ha tenido el don de percibir lo que hay más allá de mis palabras, de captar esos sentimientos que a veces me cuesta expresar. Me siento afortunado de tenerla a mi lado, sobre todo en estos momentos en que la preocupación por Elian me consume.
—¿Sabes? —le comento mientras termino de degustar mi plato—. No puedo dejar de pensar en él. Hoy lo vi… y había algo en su mirada que me inquietó. Era como si estuviera solicitando ayuda sin pronunciar una sola palabra.