Capítulo 16: Empezando una nueva etapa

Dante

Han transcurrido varios meses desde el cumpleaños de mi tía. En este tiempo, he estado muy ocupado junto a mi hermano, disfrutando de paseos por la ciudad y también de visitas a la playa. Además, hemos tenido un encuentro familiar en el que compartimos una cena con Angelo y su padre.

En este preciso momento estoy pensando el emocionante y significativo momento de mi partida hacia la universidad. A medida que me acerco a esta nueva etapa de mi vida, siento una mezcla de sentimientos: alegría, nerviosismo y una dosis de incertidumbre sobre lo que me espera.

Recuerdo el día en que recibí la carta de admisión, la emoción que me invadió al leer que había sido aceptado en la universidad de mis sueños. Desde ese instante, comencé a planificar cada detalle de mi nueva vida académica. Las visitas al campus, las reuniones con futuros compañeros y las charlas con profesores me llenaron de expectativas.

La decisión de mudarme y dejar atrás la comodidad de mi hogar fue difícil. mi hermano y Beatriz y Angelo , con lágrimas y sonrisas, me apoyaron en cada paso, recordándome la importancia de esta oportunidad. El día de la mudanza, vi cómo se llenaba el coche con mis pertenencias: libros, ropa y recuerdos que había acumulado a lo largo de los años.

Al llegar al campus, la impresión fue abrumadora. Edificios imponentes, estudiantes caminando con prisa y una energía vibrante en el aire. Todo parecía nuevo y desafiante. Mis compañeros de habitación se convirtieron rápidamente en amigos, compartimos risas y ansiedades sobre las clases que venían.

El primer día de clase fue un torbellino de emociones. La expectativa de conocer a los profesores, el nerviosismo de enfrentar las dificultades académicas y la oportunidad de ampliar mis horizontes. Recordaré siempre la sensación de estar en una sala llena de estudiantes, todos compartiendo el mismo sueño de aprender y crecer.

En este viaje a la universidad, descubro no solo el conocimiento académico, sino también la importancia de la amistad, el trabajo en equipo y la autonomía. Cada experiencia, cada lección, será un paso más en mi camino hacia el futuro que tanto anhelo construir. Con cada día que pasa, me doy cuenta de que esta etapa representa un capítulo crucial en mi vida, uno que estoy preparado para enfrentar con valentía y determinación.

Entro al aula con una sensación de nerviosismo que me hace sentir el corazón latiendo en la garganta. Las paredes son imponentemente altas y los ventanales amplios permiten que la luz de la mañana inunde el espacio. Hay algo agradable en el aire, una mezcla del olor a libros nuevos junto con el aroma a café que flota en el ambiente, y esa combinación me hace sentir una especie de conexión… aunque, admito, no del todo todavía.

Decido sentarme en la tercera fila, justo al lado de una ventana. Desde mi asiento, puedo ver una parte del jardín central, y por un instante, me imagino contándole a Elian lo vibrante y verde que se ve todo desde aquí, lo monumental que es el lugar en el que estoy. A la vez, visualizo la sonrisa de Angelo al escuchar que he tenido la suerte de conocer a un profesor que habla como si estuviera narrando una escena de una película antigua, usando palabras elegantes y metáforas complejas que a menudo no logro comprender del todo. Me agrada pensar que, de alguna manera, ellos están aquí conmigo en este nuevo comienzo.

De repente, una chica se acerca a mí con una sonrisa tímida y decide sentarse a mi lado.
—¿Estás en primer año también? —me pregunta, con curiosidad.
—Sí —respondo, sorprendida por la firmeza de mi propia voz—. Es mi primer día.

Ella asiente con la cabeza, y durante unos breves segundos compartimos un silencio cómodo, ese tipo de silencio que solo los que están comenzando desde cero pueden entender. Dirijo la vista hacia el frente de la clase. En ese momento, el profesor entra en el aula y la clase comienza.

Mientras él se dedica a escribir en la pizarra, no puedo evitar reflexionar sobre el significado de cada palabra que voy a escuchar aquí, cada libro que tendré la oportunidad de abrir, cada nuevo amigo que llegaré a conocer… todo ello será parte del camino que yo elegí. No el camino que me impusieron, ni el que fue resultado de circunstancias ajenas a mi voluntad. Este es el camino que decidí emprender.

Y en ese instante, por primera vez en mucho tiempo, siento que el miedo se disipa. En su lugar, una inmensa sensación de esperanza me invade.

Salgo del aula con la mente rebosante de nuevas ideas y reflexiones. Durante la clase, el profesor abordó el tema de la identidad y cómo nuestras historias personales influyen en nuestra percepción del mundo que nos rodea. Sus palabras resonaron en mí, y no pude evitar pensar en cómo mis propias experiencias han moldeado la manera en que vivo y veo todo.

Decido dar un paseo hasta un banco que se encuentra bajo la sombra de un enorme árbol. Una vez allí, me siento y tomo una profunda bocanada de aire, disfrutando de la tranquilidad del momento. Con un movimiento deliberado, saco mi celular del bolsillo. No me lo pensé dos veces y abro el chat grupal que tengo con mis amigos Angelo, Elian y Beatriz.

Escribo con entusiasmo:

Dante:
Acabo de terminar mi primera clase. El profesor es un verdadero personaje, pero lo que dijo me dejó pensando. Me acordé de ustedes y de todo lo que he vivido para llegar hasta aquí. Quiero agradecerles por estar a mi lado, por haberme empujado en aquellos momentos en que me sentía perdido y por haber creído en mí cuando yo mismo no lo hacía. Los aprecio mucho, más de lo que puedo expresar en un simple mensaje.

Apenas paso unos segundos después de enviar el mensaje y ya comienzan a llegar las respuestas.

Beatriz:
¡Orgullosa no, lo que sigue! Te lo he dicho… este es tu lugar, Dante. Te lo has ganado, y aquí estamos, siempre contigo.

Angelo:
¡Mi novio universitario! Estoy deseando que me cuentes todo esta noche. No puedo evitar sonreír como un tonto. Eres increíble. Te amo.