Cicatrices del corazón: La otra mitad de la historia

Capítulo 2: Mi silencio favorito

Capítulo 2: Mi silencio favorito

Había algo en el silencio contigo que dolía… pero también sanaba.

No sé en qué momento exacto me resigné a no decir nada. Tal vez fue la primera vez que te vi hablar con alguien más con esos ojos brillando, o la vez que llegaste tan feliz contándome lo bien que te hacía otro. Recuerdo que sonreí. Te juro que sonreí. Pero por dentro… me morí un poco.

Mi silencio se volvió rutina. No hablar de lo que sentía era más fácil que ver tu cara de sorpresa o, peor aún, de incomodidad. Me convencí de que era mejor así. Porque así podía seguir a tu lado, podía escucharte, acompañarte, cuidarte… sin arriesgarlo todo.

Me convertí en un maestro del disfraz emocional. Si te veía triste, bromeaba. Si me decías que te gustaba alguien, opinaba como si no me afectara. Si me abrazabas, sostenía la respiración para que no notaras lo rápido que me latía el corazón.

Porque te juro que cada vez que me tocabas, el mundo se detenía un segundo. Solo uno. Pero suficiente para que todo valiera la pena.

Una vez estuviste a punto de descubrirlo. Lo sentí.

Me miraste más de lo normal. Me preguntaste por qué no tenía a nadie. Y yo, torpe, contesté cualquier tontería. Creo que mencioné que no había conocido a alguien que me moviera el piso. Tú reíste y dijiste que era muy exigente.

Quise decirte que sí conocía a alguien. Que estaba justo frente a mí. Que el piso ya no lo tenía desde que tú caminaste sobre él.

Pero no lo hice.

Ese fue uno de mis silencios favoritos. No porque fuera bonito, sino porque me recordó por qué callaba. Porque a veces el amor no necesita gritar para doler. A veces, solo necesita quedarse, quedarse hasta que el pecho pese, hasta que el alma arda, hasta que un día, cuando todo acabe, uno pueda decir: la amé… aunque nunca lo supo.

Yo te amaba así. En voz baja. En pausas largas. En espacios vacíos.

Y mientras tú me contabas tus días sin saber que eras el centro de los míos, yo me aferraba a esa rutina como quien se abraza a una despedida que aún no llega, pero duele igual.

Porque no decirlo… era la única forma de no perderte.

Aunque, con el tiempo, aprendí que hay amores que también se pierden en el silencio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.