Capítulo 6: Cuando todo se rompió
No recuerdo con exactitud qué fue lo que dijimos.
Solo recuerdo el silencio que vino después.
Un silencio diferente.
Uno que pesaba. Que no se llenaba con abrazos ni con disculpas.
Uno que gritaba: esto ya no se puede arreglar.
Discutimos.
No por una sola cosa, sino por todo lo que no dijimos a tiempo.
Por las veces que fingí que no me dolía tu cercanía.
Por las veces que tú sentiste que yo no estaba de verdad, aunque nunca me fui.
Fue un choque de emociones retenidas.
Tú, cansada de no sentirte elegida.
Yo, cansado de no saber cómo hacerlo sin perderte.
Y al final, las palabras se convirtieron en heridas.
Tú llorabas.
Yo no sabía si acercarme o dejarte ir.
Mi orgullo me gritaba que ya no podía más.
Mi corazón me suplicaba que no te soltara.
Pero lo hice.
Te solté.
Te vi alejarte. No como otras veces.
Esta vez no hubo promesas de “hablamos luego” ni mensajes pendientes.
Esta vez fue definitivo.
Y cuando la puerta se cerró… sentí que todo en mí se rompía contigo.
Caminé sin rumbo. Quise escribirte, pero borré cada intento. Pensé en correr tras de ti, pero mis piernas no respondían. Mi alma se había quedado en el suelo donde discutimos.
No lloré de inmediato.
Fue hasta que me encontré solo en mi cuarto, con tu nombre aún brillando en la pantalla del celular, con tu olor todavía flotando en el aire, que me derrumbé.
Porque ya no estabas.
Y yo… no sabía cómo seguir sin ti.
Fue en ese instante que entendí que perderte dolía más que nunca haberte tenido.
Y sin saberlo, ahí empezó una historia que nos cambiaría la vida.