Cicatrices imborrables.

Capítulo 1

–¡Que no! Ya te dije que no pienso ir y gastar mi dinero solo para que me pregunten como estoy –. El moreno le habló a su amiga, estaba cansado de decirle que no necesitaba ir al psicólogo.

–¡Oh vamos Kay! Sabes muy bien que no es bueno que te mantengas aislado de esta manera. Además ya te dije que esta psicóloga da las terapias gratis siempre y cuando hayas pasado por lo que pasaste. Eso ya está hecho, no gastarás dinero.

El moreno vio a su amiga con ganas de asesinarla; Desiree siempre encontraba soluciones para las excusas que utilizaba, aunque las excusas de Kayode Eze eran pésimas, su amiga siempre lograba arreglar todo y hacer que Kay hiciera lo que quisiera.

– Pediré una cita, hablaré de lo que me pasó y si a la primera me preguntan alguna burrada, me levantaré y me iré sin importarme que sea una psicóloga famosa, o lo que sea.

–Ya hice la cita, debes presentarte el lunes. Velo de esta manera, tienes una semana para prepararte y estudiar cuánto dirás.

Lo único que Kayode pedía era que esa psicóloga fuera profesional y no pusiera cara de asco cuando lo viera entrar.

Esa semana no fue muy buena para él, con su amiga recordándole cada vez que lo veía que tenía una cita el lunes, con la ansiedad que le provocaba no saber si otra vez sería visto como un deforme o monstruo; dudaba que lo trataran como una persona normal que tenía sentimientos.

Pero ya estaba acostumbrado a ser visto como un monstruo así que no le dolería tanto si una psicóloga que ni siquiera conocía lo miraba con asco. Pero eso no era lo único que le causaba ansiedad, hablar de su pasado, de lo que vivió era un tormento para Kayode, a veces cuando le preguntaban sobre la marca que tenía, los recuerdos lo invadían y era como si volviera a vivir todo de nuevo; sus recuerdos lo sumían en un silencio que se veía quebrantado solo por algunas palabras que balbuceaba.

Y aunque su deseo era salir de esa depresión en la que vivía sumido, su fuerza de voluntad era poca por no decir nula. Era un hombre joven que solo hablaba con su amiga y lo hacía por compromiso, pues desde el principio Kayode se había negado  a ser amigo de esa joven flacucha que lo perseguía a todos lados preguntando por esa horrible cicatriz. Desiree había sido irritante y molesta, todo solo para conseguir que el joven de la cicatriz le hablara, sin importar cuantas veces Kayode fue brusco, abusivo o hiriente, luego de meses de persecución, Kay empezó a encariñarse con la flacucha que era agredida en el instituto. Kayode empezó a defenderla de todos esos abusivos, y cada vez le costaba más ser cruel con la joven flacucha que lo acosaba.

Ahora con veintiocho años, Kayode seguía hablando con Desiree casi a diario, él porque sentía que le debía lealtad por mantenerse junto a él a pesar de los años y las injusticias; Des por su parte, tenía a Kayode como en un pedestal, admiraba al hombre decidido en el que se había convertido, para Desiree, Kayode era su hermano mayor y lo admiraba como tal.

Esa semana Kayode se dedicó por completo a ensayar lo que diría en su cita. No quería quedar como un tonto que no podía hablar de su pasado, por primera vez quería dar una buena imagen, no sabía porque, pero algo le decía que esta cita le iba a cambiar la vida y sus presentimientos siempre traían consigo cosas buenas o malas, ahora estaba casi seguro que traería ambas cosas, buenas y malas. Lo que no sabía era si lo que quedaría sería algo bueno o malo. Solo le quedaba esperar, confiar que está vez la vida le daría un regalo y no un golpe. 

Kayode era dueño de un restaurante muy famoso, restaurante que le fue heredado por su madre Samanta, una latina que viajaba por Centroamérica buscando platillos deliciosos que pudiera exhibir en su pequeño restaurante. Samanta no sólo le heredó a su hijo un restaurante, con ello le heredó la pasión por la cocina, por el arte culinario. Siendo el dueño ahora de un gran restaurante, se podía dar el lujo de morir por la ansiedad solo, en su casa sin ningún metiche y con la seguridad que su legado estaba siendo bien cuidado.

Estaba más tranquilo solo, hasta que aparecía Des recordándole que tenía una cita el lunes; los recordatorios de Desiree solo le provocaban más ansiedad, era como que le dijera que si lo arruinaba no habría segunda oportunidad. Y Kayode no quería decepcionar a esa irritable amiga que tenía, él solo quería que se callara y le dejará sus últimos días tranquilo. Algo imposible de tener si tu amiga es Desiree Reid.

Pero fue el domingo que todo explotó, pasó cuando Des llegó a su casa sin avisar como siempre, le recordó nuevamente que tenía una cita el lunes, la ansiedad que estaba carcomiendo a Kayode lo tenía a un paso de la locura, teniendo en cuenta que solo le quedaban horas para ir y enfrentarse a su pasado. Así que la ansiedad, mezclada con el enojo y molestia lo llevó a arruinar todo de nuevo. Por algo era llamado monstruo.

–¡Callate! Ya me harté de verte en mi casa, es una molestia no saber cuando vas a aparecer a joder mi tranquilidad. Me da igual si te emociona si tengo una cita, no es una cita normal, es una cita para saber si estoy cuerdo o zafado. Deja de molestar, a veces me dan ganas de no sentirme comprometido a hablarte, eres  como una carga.




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