Ren se quedó mirando cómo Akihiro se acercaba al mostrador, con una facilidad en su andar que contrastaba con el peso que él cargaba en los hombros. ¿Qué lo motivaba? ¿Por qué mostraba interés en alguien como él? Mientras intentaba encontrar respuestas, Akihiro regresó con dos cafés y una sonrisa relajada.
—Aquí tienes, dijo, dejando la taza frente a Ren. Por ahora, el azúcar no hace milagros, pero ayuda un poco.
Ren esbozó una ligera sonrisa, casi imperceptible, y tomó un sorbo.
—Gracias, murmuró.
—¿Vienes mucho aquí? preguntó Akihiro, apoyándose en la mesa.
—Sí, es… tranquilo, respondió Ren, tratando de mantener la conversación al mínimo.
—Me lo imaginaba. Tiene algo especial, ¿no? Como si el tiempo fuera más lento aquí.
Ren asintió, aunque no estaba acostumbrado a charlas tan casuales. Lo que más lo desconcertaba era cómo Akihiro lograba que todo pareciera tan natural. Era como si conociera exactamente qué decir para no presionarlo demasiado.
—¿Y tú? preguntó Ren, levantando la vista por primera vez con algo más de curiosidad. ¿Por qué entraste aquí?
Akihiro se rascó la nuca, como si no estuviera seguro de cómo responder.
—Supongo que buscaba un lugar donde pensar. No esperaba encontrar a alguien interesante.
Ren arqueó una ceja, desconfiado.
—¿Interesante? No soy interesante.
Akihiro rio suavemente, y ese sonido desarmó a Ren por completo.
—Eso lo dices porque no te has visto desde fuera. A veces, las personas más interesantes son las que menos lo creen.
Ren bajó la mirada, incómodo. Las palabras de Akihiro lo hacían sentir expuesto, como si pudiera ver más allá de su fachada.
—¿Sabes? Me encantaría conocerte mejor, continuó Akihiro. Pero no tienes que contarme todo ahora. Solo… déjame sentarme contigo de vez en cuando.
Ren lo miró, buscando algún indicio de burla o segundas intenciones, pero no encontró nada. Solo honestidad.
—Haz lo que quieras, dijo finalmente, encogiéndose de hombros.
Akihiro sonrió de nuevo, y por primera vez en mucho tiempo, Ren sintió un pequeño alivio. No entendía del todo por qué, pero la compañía de Akihiro hacía que el peso que llevaba encima se sintiera un poco menos sofocante.
---
Las semanas pasaron, y las visitas al café se convirtieron en un hábito compartido. Akihiro siempre llegaba con alguna anécdota absurda o una pregunta inesperada que lograba sacar a Ren de su caparazón, aunque fuera solo por unos minutos.
Una tarde, mientras ambos estaban sentados en "su" mesa habitual, Akihiro señaló las marcas en las muñecas de Ren. Lo hizo con cautela, sin juzgar.
—¿Te duelen? preguntó suavemente.
Ren se tensó de inmediato, apartando las manos de la vista.
—No es asunto tuyo, respondió, su voz cortante.
Akihiro no insistió. En lugar de eso, tomó su taza y dio un sorbo, manteniendo la misma calma de siempre.
—Lo siento si fui demasiado directo. Solo quería saber si estás bien.
Ren lo miró, sorprendido. Esperaba preguntas invasivas o una charla incómoda, pero no esa respuesta tranquila y genuina.
—No estoy bien, admitió finalmente, su voz quebrada. Pero no sé cómo estarlo.
Akihiro dejó su taza en la mesa y lo miró directamente a los ojos.
—Entonces, deja que esté contigo mientras lo descubres. No tienes que hacerlo solo.
Ren sintió cómo un nudo en su pecho comenzaba a deshacerse. Por primera vez, permitió que unas lágrimas silenciosas cayeran, y Akihiro no dijo nada. Solo se quedó a su lado, ofreciéndole un apoyo que Ren no sabía que necesitaba.
En ese momento, sin palabras, algo empezó a cambiar.