Esa noche, Ren se quedó despierto más tiempo de lo habitual. La calidez que Akihiro había dejado en su pecho competía con las sombras que siempre acechaban en su mente. Estaba acostumbrado a sentirse roto, a creer que no merecía compañía, pero Akihiro estaba desafiando todo eso.
Sentado junto a la ventana de su habitación, Ren observó las luces de la ciudad. La nieve caía en silencio, y aunque el mundo parecía en paz, dentro de él aún había una tormenta.
¿Por qué alguien como él quiere acercarse a alguien como yo? pensó Ren.
No tenía respuestas, pero no podía negar que Akihiro estaba logrando algo que nadie más había podido: darle un poco de esperanza.
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Al día siguiente, Ren regresó al café con la misma rutina de siempre. Para su sorpresa, Akihiro ya estaba allí, pero esta vez no estaba solo. Estaba hablando animadamente con un grupo de personas, riendo y gesticulando con su característica energía.
Ren sintió una punzada en el pecho. No era celos, pero algo en la escena lo hizo dudar de todo. ¿Qué estoy haciendo aquí? Él tiene su vida; yo no debería estar interfiriendo.
Antes de que pudiera darse la vuelta y marcharse, Akihiro lo vio y levantó la mano, llamándolo con una sonrisa.
—¡Ren! Ven, quiero presentarte a unos amigos.
Ren se congeló. ¿Qué debía hacer? Su instinto le decía que corriera, pero los ojos de Akihiro lo mantenían anclado en el lugar. Lentamente, se acercó a la mesa, sintiéndose como un extraño en un lugar que apenas comenzaba a considerar seguro.
—Chicos, este es Ren, dijo Akihiro con entusiasmo. Ren, ellos son Haruto, Sayaka y Mizuki. Son mis amigos de la universidad.
—Hola, Ren, dijo Sayaka con una sonrisa amable. Akihiro nos ha hablado de ti.
Ren miró a Akihiro con sorpresa.
—¿De mí? murmuró.
—Claro, respondió Akihiro, como si fuera lo más natural del mundo. Les dije que había conocido a alguien interesante en el café.
Ren no supo cómo reaccionar. Haruto, el más relajado del grupo, se inclinó hacia él.
—No te preocupes, Akihiro suele hablar de todo el mundo. Pero parece que contigo es diferente.
—Haruto, no lo asustes, bromeó Mizuki, dándole un leve codazo.
Ren intentó relajarse, pero la presencia de tantas personas lo hacía sentir fuera de lugar. Akihiro lo notó y cambió el tema rápidamente, dirigiendo la conversación hacia algo más neutral.
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Cuando los amigos de Akihiro finalmente se despidieron, Ren soltó un suspiro de alivio.
—Lo siento si te hice sentir incómodo, dijo Akihiro, sentándose de nuevo frente a él.
Ren negó con la cabeza, aunque evitaba su mirada.
—No estoy acostumbrado a… eso, admitió.
—Lo imaginé. Pero no quería que pensaras que te estoy ocultando o algo así. Mis amigos son un poco intensos, pero son buenas personas.
Ren lo miró, sorprendido por la honestidad de sus palabras.
—Es raro, dijo finalmente. No entiendo por qué haces todo esto.
Akihiro se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—Porque creo que vales la pena, Ren. Todos cargamos con cosas, pero eso no significa que tengamos que hacerlo solos.
Ren sintió un nudo en la garganta. Era la primera vez que alguien le decía algo así, y no sabía cómo responder.
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Esa noche, mientras caminaban juntos de regreso al departamento de Ren, Akihiro rompió el silencio.
—¿Alguna vez has pensado en empezar de nuevo?
Ren frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Dejar atrás el pasado. Darte permiso para ser feliz.
Ren se detuvo, mirando a Akihiro con una mezcla de incredulidad y tristeza.
—¿Y si no sé cómo hacerlo?
Akihiro dio un paso más cerca, pero no invadió su espacio. Su voz fue suave, pero firme.
—Entonces déjame ayudarte a averiguarlo.
Ren no dijo nada. Simplemente asintió, aunque una parte de él aún dudaba. Pero esa noche, mientras subía las escaleras hacia su departamento, se dio cuenta de que, por primera vez, no estaba completamente solo.