Cicatrices invisibles

Capítulo 5: Los muros comienzan a caer

El viento invernal azotaba con fuerza las ventanas del pequeño café, pero dentro, el ambiente seguía siendo cálido y acogedor. Ren se sentó frente a Akihiro, quien hojeaba su cuaderno de dibujo con una concentración inusual. Habían pasado algunos días desde la última conversación profunda que compartieron, y aunque Ren aún se sentía incómodo con la idea de abrirse, algo en la compañía de Akihiro comenzaba a sentirse… natural.

—¿Qué haces? preguntó Ren, señalando el cuaderno con curiosidad.

Akihiro levantó la vista, sonriendo.
—Estoy trabajando en un proyecto. Quiero hacer un cómic basado en una idea que tengo desde hace tiempo.

Ren arqueó una ceja.
—¿Un cómic? ¿De qué trata?

Akihiro se rascó la cabeza, riendo un poco.
—Bueno, es algo personal. Pero, si quieres, puedo mostrártelo.

Sin esperar respuesta, Akihiro giró el cuaderno hacia Ren, revelando una página llena de bocetos. En ellos se veía a un personaje solitario, un chico que caminaba por un paisaje desolado, cargando con una pesada mochila.

Ren observó los dibujos en silencio. Algo en ellos le resultaba extrañamente familiar.
—¿Es… alguien que conoces? preguntó finalmente.

Akihiro se encogió de hombros, con una expresión que era mitad sonrisa y mitad tristeza.
—Es alguien que he imaginado. Un chico que cree que está perdido, pero que en realidad solo necesita encontrar el camino correcto.

Ren apartó la mirada, sintiéndose expuesto. Aunque Akihiro no lo había dicho directamente, Ren sabía que ese personaje estaba inspirado en él.

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La conversación continuó de forma más ligera, pero Akihiro notó que Ren estaba más callado de lo habitual. Decidió no presionarlo. En cambio, lo invitó a dar un paseo después del café.

Caminaban por las calles cubiertas de nieve, con las luces de los postes reflejándose en el pavimento húmedo. Ren mantenía las manos en los bolsillos, mientras Akihiro hablaba sobre una película que quería ver.

—¿Por qué siempre tienes tanta energía? preguntó Ren de repente, interrumpiendo a Akihiro.

El chico lo miró con sorpresa antes de soltar una carcajada.
—¿Energía? No lo sé. Supongo que trato de enfocarme en lo bueno. La vida ya es bastante complicada como para no intentar disfrutarla.

Ren frunció el ceño.
—Debe ser fácil para ti decir eso. Parece que todo te sale bien.

Akihiro se detuvo en seco, su expresión volviéndose seria por primera vez.
—Eso no es cierto, Ren. Solo porque no hablo de mis problemas no significa que no los tenga.

Ren lo miró con incredulidad.
—¿Qué podría haberte pasado a ti? Siempre estás sonriendo, siempre estás ayudando a los demás. No tienes idea de lo que es sentirse roto.

Akihiro suspiró, y por un momento, su sonrisa desapareció por completo.
—Ren, no me conoces tan bien como crees. He tenido que luchar con cosas que no le deseo a nadie. Pero aprendí algo importante: si dejo que esas cosas me definan, entonces ya perdí. Prefiero enfocarme en lo que puedo cambiar, en lugar de hundirme en lo que no puedo.

Ren sintió un nudo en el pecho. Por primera vez, vio a Akihiro como algo más que el chico optimista y extrovertido que había conocido. Había algo más profundo en él, algo que Ren no había notado antes.

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Esa noche, al llegar al edificio de Ren, Akihiro se despidió con su habitual sonrisa, pero esta vez había algo diferente en su mirada.

—Nos vemos mañana, Ren. Y recuerda, está bien no tener todas las respuestas todavía.

Ren asintió, aunque no estaba seguro de qué quería decir Akihiro con eso. Subió las escaleras en silencio, y al llegar a su habitación, se dejó caer en la cama.

Mientras miraba el techo, recordó las palabras de Akihiro. Tal vez tenía razón. Tal vez aún había tiempo para cambiar, para encontrar algo que valiera la pena.

Por primera vez en mucho tiempo, Ren cerró los ojos y se permitió una pequeña esperanza.




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