La nieve caía pesadamente esa noche, cubriendo la ciudad con un manto blanco que silenciaba el ruido del tráfico y de las calles. Ren había invitado a Akihiro a su apartamento, algo que hasta ese momento le había parecido impensable. Sin embargo, después de las conversaciones que habían compartido, un impulso extraño lo llevó a querer que Akihiro viera un poco más de su mundo.
El apartamento de Ren era pequeño y modesto, con muebles mínimos y una decoración sencilla. Akihiro entró, quitándose el abrigo mientras miraba a su alrededor con curiosidad.
—Es acogedor, dijo con una sonrisa.
Ren soltó una pequeña risa.
—¿Acogedor? Más bien lo llamaría vacío.
Akihiro negó con la cabeza, dejándose caer en el viejo sofá.
—A mí me gusta. Tiene tu esencia.
Ren no respondió, pero el comentario le provocó un leve rubor que intentó disimular mientras se dirigía a la cocina.
—¿Quieres algo de beber? preguntó desde allí.
—Claro, lo que tengas está bien, respondió Akihiro, mientras se ponía cómodo, quitándose también la bufanda.
Cuando Ren regresó con dos tazas de té caliente, encontró a Akihiro mirando por la ventana, observando cómo los copos de nieve caían bajo la luz de las farolas. La escena tenía algo hipnótico, casi íntimo.
—¿En qué piensas? preguntó Ren, dejando una de las tazas en la mesa.
Akihiro se giró, apoyándose en el marco de la ventana. Su mirada era suave, pero intensa al mismo tiempo.
—En cómo me alegra haber venido esta noche.
Ren sintió su corazón acelerar. No estaba acostumbrado a palabras tan sinceras, y mucho menos a la forma en que Akihiro lo miraba, como si viera algo valioso en él.
—No digas cosas así, murmuró, bajando la mirada.
Akihiro se acercó lentamente, deteniéndose a pocos pasos de Ren.
—¿Por qué no? Es la verdad. Eres alguien increíble, Ren. Solo necesitas empezar a creerlo también.
El silencio que siguió fue pesado, cargado de algo que ninguno de los dos parecía atreverse a nombrar. Ren levantó la vista y se encontró con los ojos de Akihiro, que lo observaban con una mezcla de ternura y deseo.
—Akihiro, yo… comenzó Ren, pero sus palabras se desvanecieron cuando Akihiro dio un paso más cerca.
—¿Puedo? preguntó Akihiro en un susurro, buscando su consentimiento.
Ren asintió, casi sin darse cuenta, y antes de que pudiera procesarlo, Akihiro estaba inclinándose hacia él, sus labios encontrándose en un beso suave pero intenso.
El contacto fue eléctrico, como si el frío del exterior se derritiera en un instante. Ren se tensó al principio, inseguro, pero la calidez de Akihiro lo envolvió, haciéndolo bajar sus defensas poco a poco.
El beso se profundizó, y Akihiro lo guió hacia el sofá, sus manos recorriendo con delicadeza la espalda de Ren, como si temiera romperlo. Ren, por su parte, se aferraba a Akihiro como si fuera su única ancla, perdido en una sensación que nunca había experimentado antes.
—Eres increíble, Ren, susurró Akihiro entre besos, sus palabras cargadas de sinceridad.
Ren cerró los ojos, dejando que las emociones lo consumieran. Por primera vez, no pensó en sus inseguridades ni en su pasado. Solo estaba presente, sintiendo cada caricia, cada susurro, cada latido de su propio corazón sincronizado con el de Akihiro.
La noche continuó, llena de descubrimientos y de una pasión que ambos habían mantenido reprimida por mucho tiempo. No se trataba solo de deseo, sino de una conexión profunda, de dos almas que finalmente encontraban un refugio en medio de la tormenta.
Cuando finalmente se quedaron tendidos en el sofá, con la respiración entrecortada y el calor de sus cuerpos disipando el frío de la habitación, Ren se permitió una pequeña sonrisa. Tal vez, pensó, la felicidad no era algo tan lejano después de todo.