La tenue luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas mal ajustadas del apartamento de Ren, iluminando los rostros de los dos jóvenes que aún estaban en el sofá. Akihiro se había quedado dormido, su cabeza descansando en el hombro de Ren, quien miraba el techo en silencio, con la mente llena de pensamientos contradictorios.
El calor de la noche anterior aún parecía envolverlos, pero con la llegada del día, Ren sintió cómo la realidad comenzaba a instalarse. La vulnerabilidad que había mostrado, las emociones que había permitido salir... Todo aquello era nuevo para él, y no podía evitar sentirse expuesto.
Akihiro se movió ligeramente, murmurando algo en sueños antes de abrir lentamente los ojos. Al darse cuenta de dónde estaba, esbozó una sonrisa adormilada.
—Buenos días, murmuró, su voz ronca por el sueño.
Ren apartó la mirada, incómodo pero incapaz de evitar un pequeño rubor en sus mejillas.
—Buenos días.
Akihiro se sentó, estirándose con un bostezo antes de mirar a Ren con una mezcla de curiosidad y afecto.
—¿Estás bien?
Ren asintió rápidamente, aunque su expresión lo delataba.
—Sí, solo… estoy pensando.
—¿Pensando en qué?
Ren dudó por un momento, pero finalmente suspiró, decidiendo ser honesto.
—En lo que pasó anoche. No estoy acostumbrado a… esto.
Akihiro lo observó en silencio, dándole espacio para que continuara.
—Quiero decir, fue increíble, pero no puedo evitar sentir miedo. Cada vez que me he permitido abrirme a alguien, he terminado herido. No sé si puedo hacerlo otra vez.
Akihiro extendió una mano, tomando la de Ren con cuidado. Su toque era firme pero reconfortante.
—Ren, no puedo prometerte que todo será perfecto. No soy alguien que tenga todas las respuestas ni puedo garantizar que no cometeré errores. Pero si algo puedo prometerte es que nunca haré nada para lastimarte intencionalmente. Solo quiero estar a tu lado, si tú me dejas.
Ren sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Akihiro eran simples, pero estaban llenas de una sinceridad que él no estaba acostumbrado a escuchar.
—No sé si estoy listo, admitió Ren en voz baja.
—Eso está bien, respondió Akihiro con una sonrisa. —No hay prisa. Podemos tomar esto a tu ritmo.
El alivio que esas palabras le provocaron fue palpable. Por primera vez, Ren sintió que no tenía que cargar con las expectativas de alguien más, que podía ser él mismo sin miedo a ser juzgado o rechazado.
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Más tarde esa mañana, Akihiro insistió en ayudar a Ren a preparar el desayuno. La escena era casi cómica: Akihiro tarareaba canciones mientras intentaba no quemar los huevos, y Ren lo observaba desde la mesa, con una mezcla de diversión y desconcierto.
—Eres un desastre en la cocina, comentó Ren, riendo por primera vez en lo que parecían meses.
Akihiro se giró, haciendo un gesto dramático de indignación.
—¡Oye! Estoy dando lo mejor de mí. Además, el sabor es lo que cuenta, ¿no?
—Claro, si no terminamos intoxicados, bromeó Ren, disfrutando de la ligereza del momento.
Cuando finalmente se sentaron a comer, Ren notó algo extraño: una sensación de tranquilidad que hacía mucho tiempo no experimentaba. Akihiro, con su energía contagiosa y su risa fácil, tenía una forma de llenar el espacio vacío en su vida sin siquiera intentarlo.
—Gracias, Akihiro, dijo de repente, sorprendiendo incluso a sí mismo.
Akihiro levantó la vista, confundido.
—¿Por qué?
—Por quedarte. Por no rendirte conmigo.
Akihiro sonrió, inclinándose ligeramente hacia él.
—Ren, tú vales la pena. Siempre lo has valido, incluso si no lo ves todavía.
Ren apartó la mirada, pero esta vez no era por incomodidad, sino porque estaba tratando de contener una sonrisa.
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El resto del día pasó en calma, con Akihiro ayudando a Ren a organizar algunas cosas en su apartamento y llenando el lugar con su presencia vibrante. Cuando finalmente llegó la hora de despedirse, Akihiro se detuvo en la puerta, mirándolo con esa misma intensidad que siempre lograba desarmarlo.
—Nos vemos mañana, dijo Akihiro, como si fuera lo más natural del mundo.
Ren asintió, sintiendo una calidez desconocida en su pecho.
—Sí… nos vemos mañana.
Cuando la puerta se cerró, Ren se dejó caer en el sofá, mirando el techo con una pequeña sonrisa. Por primera vez en años, sentía que su vida estaba empezando a cambiar, que tal vez, solo tal vez, había algo bueno esperándolo al final del camino.