La mañana siguiente comenzó como cualquier otra, pero con un detalle diferente: Ren se despertó con un mensaje de Akihiro en su teléfono. Era un simple “Buenos días, ¿cómo dormiste?”, pero para Ren, esa pequeña atención significaba mucho más de lo que quería admitir.
Por primera vez en años, no sintió ese peso aplastante en su pecho al despertar. Había algo reconfortante en saber que alguien pensaba en él, que alguien se preocupaba.
—Estoy bien. Gracias por preguntar. Tú, ¿cómo estás? respondió con un poco de torpeza, pero tratando de mantener el flujo de la conversación.
Akihiro no tardó en contestar:
—Genial, aunque creo que me duele la espalda por dormir en tu sofá. Pero valió la pena. ¿Nos vemos más tarde? Quiero enseñarte algo.
Ren dudó por un momento. La idea de pasar más tiempo con Akihiro le atraía, pero también lo asustaba. Sin embargo, después de unos segundos, sus dedos se movieron casi por instinto.
—Claro, ¿dónde?
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Horas después, Ren y Akihiro se encontraron en un parque tranquilo a las afueras de la ciudad. La nieve que había caído la noche anterior cubría el suelo, y el aire frío hacía que sus alientos formaran pequeñas nubes frente a ellos.
Akihiro llevaba una bolsa en la mano y una sonrisa en el rostro.
—Perfecto, llegaste a tiempo.
Ren arqueó una ceja, mirando la bolsa con curiosidad.
—¿Qué traes ahí?
—Ya verás, respondió Akihiro con un guiño, antes de guiarlo hacia un banco apartado.
Al sentarse, Akihiro sacó de la bolsa una cámara vieja y algunas fotos en blanco y negro. Ren las miró con interés, aunque no entendía del todo por qué Akihiro las tenía.
—¿Te gusta la fotografía? preguntó Ren, tomando una de las fotos entre sus manos.
Akihiro asintió, su sonrisa suavizándose.
—Era el pasatiempo de mi padre. Solía llevarme a este parque cuando era niño y me enseñaba cómo usar la cámara. Después de que él… bueno, después de que ya no estuvo, pensé en dejarlo. Pero me di cuenta de que la fotografía es una forma de guardar momentos importantes, de aferrarse a los recuerdos.
Ren lo miró en silencio, sintiendo una punzada en el pecho al ver la melancolía en los ojos de Akihiro. Era la primera vez que lo veía así, vulnerable.
—Por eso quise traerte aquí, continuó Akihiro. —Este lugar siempre me ha dado paz, y pensé que podría hacer lo mismo por ti.
Ren bajó la mirada, pasando los dedos por el borde de la foto.
—¿Por qué haces esto por mí? preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
Akihiro no respondió de inmediato. En cambio, levantó la cámara y enfocó a Ren a través del lente.
—Porque veo algo especial en ti, algo que quizás tú mismo no puedes ver todavía. Y quiero que lo descubras.
El clic de la cámara rompió el silencio, capturando la expresión de sorpresa de Ren. Akihiro bajó la cámara, sonriendo con satisfacción.
—Perfecto. Este momento tenía que ser inmortalizado.
Ren dejó escapar una pequeña risa, algo que parecía más natural con cada día que pasaba junto a Akihiro.
—Eres un idiota, ¿sabes?
—Sí, pero soy un idiota encantador, respondió Akihiro, guiñándole un ojo.
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Mientras caminaban por el parque, Akihiro continuó mostrándole las fotos y compartiendo historias de su infancia. Ren, por su parte, comenzó a abrirse lentamente, hablando de su vida antes de las relaciones fallidas que lo habían dejado tan roto.
—Era diferente antes, admitió Ren mientras pateaba suavemente un poco de nieve. —Solía creer en las cosas buenas, en la gente. Pero después de todo lo que pasó… supongo que me rendí.
Akihiro se detuvo, mirándolo con seriedad.
—Ren, todos tenemos cicatrices. Pero esas cicatrices no tienen que definirnos. Lo que importa es lo que hacemos con el tiempo que tenemos ahora.
Ren no respondió, pero las palabras de Akihiro resonaron en él. Por primera vez, empezó a preguntarse si realmente era posible dejar atrás el dolor y empezar de nuevo.
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Al despedirse esa tarde, Akihiro tomó las manos de Ren entre las suyas.
—Gracias por venir. Y gracias por confiar en mí.
Ren sintió el calor de las manos de Akihiro, y por un breve momento, dejó de sentir frío.
—Gracias a ti, Akihiro. Por no rendirte conmigo.
Mientras Akihiro se alejaba, Ren se quedó mirando el parque vacío, con la cámara colgando de su cuello. Quizás, pensó, había más cosas que capturar, más momentos que vivir.