Cicatrices invisibles

Capítulo 9: El muro comienza a romperse

El suave repiqueteo de la lluvia contra la ventana llenaba el apartamento de Ren mientras él observaba el paisaje gris de la ciudad. Había pasado toda la noche mirando las fotos que Akihiro le había prestado, y algo en ellas lo mantenía inquieto. Cada imagen parecía capturar un instante de vida, una emoción que, aunque ajena, despertaba algo profundo en su interior.

—¿Qué estás haciendo conmigo, Akihiro? murmuró en voz baja, sosteniendo una de las fotos.

Era una imagen del parque donde estuvieron juntos. Aunque la foto estaba en blanco y negro, podía recordar perfectamente los colores, el frío de la nieve y el calor de la sonrisa de Akihiro.

El sonido de su teléfono vibrando lo sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de Akihiro:
—¿Te apetece un café esta tarde? Tengo un lugar perfecto en mente.

Ren dudó. La idea de verlo de nuevo le provocaba una mezcla de emoción y nerviosismo. Pero finalmente escribió:
—Claro, dime dónde.

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Unas horas después, Ren llegó a una pequeña cafetería escondida entre calles poco transitadas. Al entrar, lo recibió un aroma cálido a café recién hecho y el sonido de una melodía suave tocada al piano. Akihiro estaba sentado en una mesa cerca de la ventana, levantando la mano para saludarlo con una sonrisa.

—Llegaste justo a tiempo, dijo mientras Ren se sentaba frente a él.

—¿Para qué? preguntó Ren, arqueando una ceja.

Akihiro señaló la ventana. Justo en ese momento, la lluvia había cesado, y un arcoíris comenzaba a formarse en el horizonte.
—Para esto, respondió Akihiro, como si fuera el evento más natural del mundo.

Ren no pudo evitar soltar una pequeña risa.
—¿Siempre eres tan cursi?

—Solo contigo, respondió Akihiro con una sonrisa traviesa.

El comentario hizo que Ren desviara la mirada, ocultando el rubor que comenzaba a colorear sus mejillas.

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Mientras tomaban café, la conversación fluyó con facilidad. Akihiro le contaba historias de sus proyectos fotográficos, mientras Ren escuchaba con atención, sorprendido por lo mucho que disfrutaba la compañía del otro.

—¿Y tú? preguntó Akihiro de repente. —¿Qué te apasiona?

Ren parpadeó, sorprendido por la pregunta. Había pasado tanto tiempo cerrándose al mundo que ni siquiera recordaba cuándo fue la última vez que alguien le preguntó algo así.

—No lo sé, admitió finalmente. —Supongo que nunca me he detenido a pensarlo.

Akihiro lo miró con seriedad, inclinándose ligeramente hacia adelante.
—Tal vez deberías hacerlo. A veces, encontrar lo que amas puede ayudarte a sanar.

Ren dejó que las palabras calaran en su mente. Por alguna razón, cuando Akihiro hablaba, todo parecía menos complicado, más alcanzable.

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Cuando salieron de la cafetería, el sol ya comenzaba a ocultarse, pintando el cielo de tonos naranjas y rosados. Caminaban juntos por las calles mojadas, hablando de todo y nada al mismo tiempo.

En un momento, Akihiro se detuvo, señalando un pequeño callejón decorado con luces colgantes.
—Ven, quiero mostrarte algo.

Ren lo siguió, sintiendo una mezcla de curiosidad y emoción. Al final del callejón, Akihiro lo llevó a una pequeña galería de arte improvisada, donde fotografías estaban colgadas en las paredes de ladrillo.

—¿Qué es esto? preguntó Ren, mirando las imágenes con asombro.

—Es una exposición de fotógrafos locales, explicó Akihiro. —Quería traerte porque creo que podrías encontrar algo aquí que te inspire.

Ren recorrió la galería en silencio, observando cada foto con atención. Había algo en esas imágenes que lo conmovía, como si cada una contara una historia que él podía entender, aunque no conociera los detalles.

Finalmente, se detuvo frente a una foto en particular: un paisaje urbano capturado al amanecer, con los primeros rayos de sol iluminando los edificios. Había algo en esa imagen que le transmitía esperanza.

—Es hermosa, murmuró.

Akihiro, que estaba a su lado, asintió.
—Lo es. Pero lo más hermoso es que cada día hay un nuevo amanecer, una nueva oportunidad para empezar de cero.

Ren lo miró, y por un momento, sintió que el muro que había construido a su alrededor comenzaba a resquebrajarse.

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Cuando finalmente se despidieron esa noche, Ren no pudo evitar sentir algo nuevo en su pecho: una chispa de esperanza. Akihiro no solo le estaba mostrando que era posible volver a confiar, sino que también le estaba enseñando que había belleza en los pequeños momentos, en los nuevos comienzos.

Mientras caminaba de regreso a casa, Ren sacó su teléfono y escribió un mensaje:
—Gracias por hoy. Significó más de lo que puedo explicar.

La respuesta de Akihiro llegó casi al instante:
—Siempre, Ren. Siempre estaré aquí para ti.




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