Capítulo 10: Aceptando la luz

El suave murmullo de la lluvia regresó al amanecer, pintando la ciudad con un filtro melancólico. Ren estaba sentado junto a la ventana de su departamento, con una taza de café caliente entre las manos. El recuerdo del día anterior seguía vivo en su mente: la calidez de la cafetería, el brillo en los ojos de Akihiro, y aquella galería que había encendido algo dentro de él.

Por primera vez en mucho tiempo, sentía que el peso en su pecho era un poco más ligero.

Su teléfono vibró en la mesa. Era Akihiro.

—Buenos días, ¿cómo va ese café matutino?

Ren sonrió para sí mismo y respondió:
—Caliente y necesario. ¿Y tú?

—Dándome cuenta de que necesito uno también. ¿Qué tal si lo tomamos juntos?

Ren dudó por un momento, pero la respuesta salió de forma natural.
—Está bien, ven a mi casa. Así practico con la cafetera.

Akihiro respondió con un emoji de pulgar hacia arriba y un mensaje corto:
—En camino.

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Cuando Akihiro llegó, traía consigo una pequeña bolsa de papel. Al entrar al departamento, le sonrió a Ren con esa facilidad que parecía tener siempre.
—Espero que no te importe que haya traído algo.

Ren arqueó una ceja, mirando la bolsa.
—¿Qué es?

—Un poco de pan dulce. No hay café completo sin algo para acompañarlo.

Ren dejó escapar una pequeña risa. Era un sonido que, aunque escaso, Akihiro comenzaba a apreciar.

Mientras preparaban el café, Akihiro observó el apartamento con curiosidad. Era sencillo, casi minimalista, pero tenía un aire acogedor que parecía reflejar la personalidad de Ren.

—Tienes buen gusto, comentó mientras colocaba los panes sobre la mesa.

—O no tengo suficiente dinero para llenarlo de cosas, respondió Ren con una sonrisa irónica.

Akihiro negó con la cabeza.
—A veces menos es más. Además, tienes todo lo que necesitas.

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Mientras tomaban café, la conversación fluyó de manera natural, como siempre lo hacía entre ellos. Sin embargo, Ren notó algo diferente en Akihiro ese día. Había una intensidad en su mirada, como si estuviera reuniendo valor para decir algo.

Finalmente, Akihiro dejó su taza sobre la mesa y lo miró directamente a los ojos.
—Ren, hay algo que quiero preguntarte.

Ren se tensó ligeramente, pero asintió.
—¿Qué pasa?

Akihiro tomó aire antes de hablar.
—¿Por qué sigues cargando tanto dolor? Sé que es difícil, y no quiero presionarte, pero… quiero ayudarte.

Ren desvió la mirada, sus manos apretando la taza con fuerza.
—No es tan simple, Akihiro. Las cosas que pasaron… me dejaron roto. Y aunque trato de seguir adelante, siempre siento que algo me detiene.

Akihiro extendió una mano, colocándola suavemente sobre la de Ren.
—No tienes que hacerlo solo. Yo estoy aquí. Y no voy a irme a ninguna parte.

Las palabras de Akihiro lo desarmaron. Por un momento, todo el ruido en su cabeza se silenció, dejando solo la certeza de que Akihiro hablaba en serio.

—¿Por qué haces esto? preguntó Ren, con la voz apenas un susurro. —¿Por qué te importo tanto?

Akihiro sonrió suavemente, apretando su mano con delicadeza.
—Porque veo algo en ti, Ren. Algo hermoso que tú aún no puedes ver. Y quiero quedarme a tu lado hasta que lo descubras.

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El resto del día pasó en un equilibrio extraño entre tranquilidad y tensión. Ren no podía dejar de pensar en lo que Akihiro había dicho. Había algo en él que lo hacía querer creer, querer intentarlo, aunque el miedo seguía ahí, como una sombra persistente.

Cuando Akihiro se despidió al caer la tarde, Ren lo acompañó hasta la puerta. Antes de que saliera, algo lo impulsó a hablar.

—Akihiro, espera.

Akihiro se giró, sorprendido.
—¿Sí?

Ren lo miró por un momento, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Finalmente, se limitó a decir:
—Gracias. Por no rendirte conmigo.

Akihiro sonrió, esa sonrisa cálida que parecía iluminar todo a su alrededor.
—Nunca lo haré, Ren.

Y con esas palabras, se fue, dejando a Ren con una extraña mezcla de paz y esperanza.

Mientras cerraba la puerta, Ren dejó escapar un suspiro. Quizás, pensó, estaba listo para empezar a derribar los muros que había construido a su alrededor.