El sol de la mañana entraba tímidamente por las ventanas del departamento de Ren, iluminando los pequeños detalles que formaban su refugio. Sentado en la sala, con una taza de té entre las manos, Ren no podía dejar de pensar en los eventos del día anterior. Akihiro había hecho algo más que enfrentarse a Hiroshi; había tocado una fibra en Ren que nadie había alcanzado en mucho tiempo.
Estaba tan absorto en sus pensamientos que casi no escuchó el sonido del timbre. Al abrir la puerta, se encontró con Akihiro, quien sostenía una bolsa de papel y sonreía con esa mezcla de calidez y energía que siempre lo caracterizaba.
—¿Puedo pasar? Traje algo para desayunar, dijo Akihiro mientras levantaba la bolsa.
Ren asintió y lo dejó entrar.
—No tenías que molestarte.
—No es molestia, respondió Akihiro, caminando hacia la cocina. —Además, después de lo que pasó ayer, pensé que podríamos tener una mañana tranquila.
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Ambos se sentaron en la mesa del comedor, compartiendo un desayuno sencillo pero agradable. El silencio entre ellos no era incómodo; al contrario, era reconfortante, como si las palabras no fueran necesarias para llenar el espacio.
Finalmente, Ren rompió el silencio.
—Sobre lo de ayer… gracias otra vez.
Akihiro dejó su taza en la mesa y lo miró con seriedad.
—No tienes que agradecerme, Ren. Lo hice porque quería, porque me importa lo que te pase. Pero sí quiero que hablemos de algo.
Ren lo miró, con cierta tensión en los hombros.
—¿De qué quieres hablar?
—De ti, de lo que sientes, dijo Akihiro con suavidad. —Sé que lo que pasó con ese tipo te afectó mucho, y no solo ayer. Parece que llevas cargando eso desde hace tiempo. Quiero que sepas que, si quieres hablar de ello, estoy aquí. No tienes que enfrentar todo esto solo.
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Ren bajó la mirada, jugueteando con su taza. Era difícil para él abrirse, incluso con alguien como Akihiro, que había demostrado ser digno de su confianza.
—Es complicado, comenzó Ren, su voz apenas un susurro. —Hiroshi no fue el único que me lastimó. Todos los que estuvieron conmigo… siempre terminaban dejando algo roto dentro de mí. Al final, pensé que el problema era yo, que no era suficiente para nadie.
Akihiro lo escuchó en silencio, dejando que Ren desahogara lo que llevaba dentro.
—Llegué a un punto donde pensé que no valía la pena intentarlo más, que era mejor rendirme antes de seguir acumulando heridas, continuó Ren, su voz temblando ligeramente. —Pero luego llegaste tú. Y no entiendo por qué haces todo esto por mí.
Akihiro sonrió suavemente y extendió una mano, tomando la de Ren con firmeza.
—Lo hago porque veo algo en ti, algo que vale la pena. No importa cuántas veces te hayan lastimado, Ren. Lo importante es que sigues aquí, luchando, incluso si no lo ves de esa manera. Y yo quiero estar contigo mientras reconstruyes lo que te rompieron.
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Las palabras de Akihiro hicieron que los ojos de Ren se llenaran de lágrimas. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien veía más allá de sus defectos, más allá de su dolor.
Ren apretó la mano de Akihiro, mirándolo a los ojos con una mezcla de gratitud y vulnerabilidad.
—No sé si puedo prometerte que seré perfecto o que será fácil, pero… quiero intentarlo.
Akihiro sonrió, acercándose un poco más.
—Eso es todo lo que necesito escuchar.
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El resto del día lo pasaron juntos, entre risas y conversaciones que parecían aligerar el aire. Akihiro comenzó a mostrarle a Ren que no todo tenía que ser dolor, que había espacio para la felicidad, incluso en los días grises.
Mientras la tarde daba paso a la noche, Ren se dio cuenta de algo importante: tal vez, el primer paso para sanar era permitir que alguien más caminara a su lado.