Cicatrices Que Nos Unen

Capítulo 4: La duda de Gael

Capítulo 4: La duda de Gael

Gael pasó días pensando en lo que Miranda le había confesado. Cada vez que la veía en el pasillo del colegio, evitando su mirada y alejándose rápidamente, sentía un vacío en el pecho. Sabía que ella era especial, alguien que había llegado a su vida para quedarse, pero la diferencia de edad lo atormentaba no era mucha pero el estaba próximo a sus dieciocho. No quería lastimarla ni hacer algo que pudiera arruinar la conexión única que tenían. Sin embargo, tampoco podía negar lo que sentía por ella. Esa semana fue una montaña rusa de emociones: pensativo, distraído y sorprendido por cómo Miranda lo había estado evitando. Necesitaba hablar con alguien que lo entendiera.

Fue entonces cuando decidió buscar a su mejor amigo, Mateo. Lo encontró en el patio del colegio, sentado en una banca y revisando su teléfono. Gael se acercó y se dejó caer a su lado con un suspiro.

—Necesito tu consejo, Mateo —dijo Gael, mirando al frente con expresión preocupada.

—¿Qué pasa? Parece que llevas el peso del mundo encima —respondió Mateo, guardando su teléfono y prestando atención.

—Es Miranda… —comenzó Gael, dudando por un momento antes de continuar—. Me confesó que siente algo más que amistad por mí.

Mateo levantó una ceja, sorprendido pero no del todo impresionado. Él ya había notado la tensión entre ellos durante el partido de fútbol y en otras ocasiones.

—¿Y qué piensas hacer al respecto? —preguntó Mateo, cruzando los brazos.

—No lo sé, Mateo. Ella es… más joven que yo tiene solo quince años. No quiero arruinar nuestra amistad ni hacer algo de lo que ambos nos arrepintamos —respondió Gael, pasándose una mano por el cabello con frustración.

—Mira, Gael —dijo Mateo, poniéndose serio—. Si la quieres, no dejes que la edad te detenga. No es como si fueras mucho mayor que ella. Además, ¿no has notado cómo te mira? Es obvio que lo que siente es real.

Gael guardó silencio por un momento, recordando la mirada de Miranda cuando lo buscaba en las gradas durante el partido, o cómo sonreía cada vez que él hacía algo por ella. Era cierto, había algo especial entre ellos, algo que iba más allá de la amistad.

—Pero es muy joven, Mateo —repitió Gael, como si intentara convencerse a sí mismo—. No quiero que piense que esto es algo pasajero o que la estoy tomando a la ligera.

—A veces hay que arriesgarse —dijo Mateo, dándole un golpe amistoso en el hombro—. Si te quedas paralizado por el miedo, nunca sabrás qué podría haber sido. Además, ¿no es peor perderla por no haber intentado nada?

Las palabras de Mateo resonaron en la mente de Gael. Tal vez su amigo tenía razón. Tal vez estaba dejando que el miedo lo controlara en lugar de seguir su corazón. Durante esa semana, Gael tabien había estado evitando a Miranda, no porque no quisiera hablar con ella, sino porque no sabía cómo enfrentar la situación. Pero ahora, después de hablar con Mateo, sentía que tenía que hacer algo.

Finalmente, Gael decidió darle una oportunidad a sus sentimientos. No podía seguir ignorando lo que sentía por Miranda, ni podía dejar que ella siguiera sufriendo por su indecisión. Esa tarde, después de clases, la esperó en la puerta del colegio. Cuando Miranda salió, llevando su mochila al hombro y con la mirada baja, Gael se acercó a ella con determinación.

—Miranda, necesitamos hablar —dijo, con voz firme pero suave.

Ella lo miró, sorprendida y un poco asustada, pero asintió en silencio. Gael la llevó a un lugar tranquilo, lejos de las miradas curiosas de sus compañeros.

—Escucha, he estado pensando mucho en lo que me dijiste —comenzó Gael, mirándola a los ojos—. Y quiero que sepas que no me lo tomo a la ligera. Tú eres muy importante para mí, y no quiero hacer nada que pueda lastimarte.

Miranda lo escuchó en silencio, conteniendo la respiración mientras esperaba lo que Gael diría a continuación.

—Pero también tengo que ser honesto contigo —continuó él—. Yo también siento algo por ti, algo que he estado tratando de ignorar por miedo a arruinar lo que tenemos. Pero no puedo seguir haciéndolo. No quiero perderte, Miranda.

Ella sintió que el corazón le latía con fuerza, y una sonrisa tímida comenzó a formarse en sus labios. Tal vez, después de todo, no había arruinado nada. Tal vez esto era el comienzo de algo nuevo y hermoso entre ellos.




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