Capítulo 5: El comienzo de algo.
Gael y Miranda comenzaron a salir en secreto,ella no quería que sus padres se enteraran aunque el insistía en decírselos. Eran felices, compartiendo risas y momentos especiales que solo ellos entendían. Cada tarde, después de clases, se encontraban en el parque o en algún lugar discreto donde pudieran estar solos. Para Miranda, esos momentos eran mágicos; sentía que finalmente había encontrado a alguien que la entendía y la valoraba. Para Gael, era una mezcla de felicidad y preocupación. Sabía que lo que tenían era especial, pero también era consciente de que la diferencia de edad y las responsabilidades que tenía lo obligaban a ser cauteloso.
Sin embargo, todo cambió de repente. Una tarde, mientras Gael y Miranda estaban sentados en su banco favorito del parque, él recibió una llamada de su padre. La voz al otro lado del teléfono sonaba grave, y Gael supo de inmediato que algo no estaba bien. Colgó el teléfono con el rostro pálido y los ojos llenos de preocupación.
—¿Qué pasa, Gael? —preguntó Miranda, notando su expresión.
—Nada, solo… algo de mi familia —dijo él, evasivo, tratando de sonar tranquilo—. Tengo que irme, Miranda. Lo siento.
Miranda lo miró con curiosidad, pero no quiso presionarlo. Sabía que Gael era reservado y que, si quería contarle algo, lo haría en su momento. Sin embargo, esa noche, Gael no pudo dormir. Sabía que su familia se mudaría en unos días, pero no había encontrado la manera de decírselo a Miranda ni a nadie más. Su madre, Marbelys, llevaba meses luchando contra una enfermedad que no había sido diagnosticada del todo, pero Gael nunca había hablado de eso con nadie. Era un tema demasiado personal, demasiado doloroso.
Al día siguiente, Gael intentó llamar a Miranda, pero cada vez que marcaba su número, colgaba antes de que ella pudiera contestar. No sabía cómo decirle que se iba, cómo explicarle que no quería hacerle más daño del que ya le estaba causando. Lo mismo pasó con Mateo. Sabía que su mejor amigo lo entendería, pero no podía evitar sentir que estaba traicionando a todos al irse sin despedirse.
La noche antes de su partida, Gael se sentó en su habitación, mirando las fotos que tenía en su teléfono. Fotos de Miranda, de Mateo, de su equipo de fútbol, de los momentos felices que había vivido en ese lugar. Sentía que su vida se derrumbaba. Tendría que dejar a sus amigos, el equipo de fútbol, la fiesta de graduación… este era su último año, y tendría que cambiarse de colegio. Pero lo que más le causaba tristeza era dejar a Miranda. Sabía que despedirse de ella solo haría más dolorosa la situación.
Su madre, Marbelys, entró en su habitación y se sentó a su lado. Aunque estaba débil por la enfermedad, su mirada estaba llena de amor y ternura.
—Gael, sé que esto es difícil para ti —dijo, tomando su mano—. Pero es solo por un tiempo. En cuanto me recupere, volveremos. Si quieres, podrás venir de vacaciones a visitar a Mateo y a tus amigos. Solo necesitamos un año o dos, tal vez menos.
Gael asintió, tratando de contener las lágrimas. Sabía que su madre tenía razón, que debía hacer este sacrificio por ella. Pero eso no hacía que el dolor fuera menos intenso. Esa noche, lloró como un niño pequeño, sintiendo que su corazón se desgarraba por tener que alejarse de Miranda.
La mañana siguiente, Gael se despertó temprano. Su padre y su hermano ya estaban preparando las maletas en el auto. No había tiempo para despedidas, ni para explicaciones. Con el corazón encogido, Gael subió al auto y miró por la ventana mientras se alejaban de la ciudad que había sido su hogar durante tantos años.
Mientras tanto, Miranda llegó al colegio esa mañana con la esperanza de ver a Gael. Cuando no lo encontró en su lugar habitual, preguntó a sus compañeros, pero nadie sabía nada. Fue entonces cuando Mateo se acercó a ella con una expresión seria.
—Miranda, Gael se fue —dijo, con voz apagada.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir con que se fue? —preguntó ella, sintiendo que el suelo se movía bajo sus pies.
—Su familia se mudó de ciudad. No sé por qué, pero se fueron esta mañana —explicó Mateo, tratando de mantener la calma aunque también estaba afectado por la noticia.
Miranda no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo pudo Gael irse sin decirle nada? ¿Cómo pudo dejarla así, sin una explicación, sin una despedida?
—¿Por qué no me lo dijo? —preguntó Miranda, con lágrimas en los ojos.
—No lo sé —respondió Mateo, mirándola con tristeza—. Pero sé que esto no fue fácil para él. Gael te quiere, Miranda. Tal vez no supo cómo decírtelo.
Esa tarde, Miranda regresó a casa con el corazón destrozado. Sabía que Gael tenía sus razones, pero no podía evitar sentir que la había abandonado. Sin embargo, en el fondo de su corazón, guardaba la esperanza de que algún día volverían a estar juntos. Mientras tanto, tendría que aprender a vivir sin él, aunque sabía que nunca lo olvidaría