Ese sábado, Beca y Miranda habían quedado en salir a un sitio llamado “El Cuervo”. Miranda no estaba segura de si era una buena idea, pero se lo había prometido a su amiga. Se vistió sin mucho afán ni esmero, eligiendo unos jeans y una camiseta holgada. Justo cuando estaba por escribirle a Beca para preguntarle si aún iban, escuchó que tocaban a la puerta. Era Beca, quien había llegado antes de lo esperado.
—¡Mamá, Beca ya está aquí! —gritó Miranda desde su habitación.
Daniela, la madre de Miranda, salió a recibir a Beca con una sonrisa cálida.
—¡Hola, Beca! ¡Cuánto has crecido! —dijo Daniela, abrazándola como si fuera parte de la familia—. ¿No van a pasar un rato antes de irse?
Beca sonrió y le aseguró que no querían llegar tarde. Daniela, después de unos minutos de charla, les recordó que regresaran temprano y les deseó que se divirtieran. Antes de salir, Beca mencionó que un amigo las llevaría de regreso.
—¿Un amigo? —preguntó Daniela, levantando una ceja con curiosidad.
—Sí, es hijo de una amiga de mi mamá. Lo conozco desde siempre —explicó Beca, tratando de sonar convincente.
Una vez fuera de la casa, Miranda le preguntó a Beca quién era ese amigo del que nunca le había hablado. Beca le explicó que se llamaba Dereck, que casi no lo veía porque ya había empezado la universidad y que, por temas personales, no vivía con sus padres. Además, agregó con entusiasmo que era el baterista de la banda que iban a ver esa noche, haciendo un movimiento de cejas que hizo reír a Miranda.
—¿Y por qué te emocionas tanto al hablar de él? —preguntó Miranda, jugueteando con su amiga.
—Dereck y yo solo somos amigos. Él es como el hermano mayor que nunca tuve —respondió Beca, tratando de sonar convincente—. Ahora, mejor vamos andando, que no quiero perderme ni un solo segundo.
Al llegar al local donde tocaría la banda, Miranda quedó asombrada. No era de salir mucho, a diferencia de Beca, que parecía conocer cada rincón del lugar. El ambiente era vibrante, lleno de luces y sonidos que la hacían sentir como si hubiera entrado en otro mundo. Se sentaron en una mesa cerca del escenario, y no pasó mucho tiempo antes de que un chico cualquiera se les acercara para preguntarles si querían tomar algo.
En ese momento, alguien le puso una mano firme en el hombro al chico y le dijo con autoridad:
—Lárgate, son unas niñas y están conmigo.
Beca rodó los ojos y le reclamó a Dereck, el chico que acababa de intervenir:
—¡Dereck, estoy cansada de decirte que ya no soy una niña!
Él se acercó y la abrazó con cariño, diciéndole:
—Para mí siempre lo serás, pequeña.
Miranda observó la escena con una sonrisa tímida. Comenzó a fijarse en la apariencia de Dereck: llevaba tatuajes en su brazo derecho y otro en la nuca, una argolla en el lóbulo de su oreja izquierda, y se notaba que era fuerte, probablemente por tocar la batería. Llegó a la conclusión de que era el estereotipo de chico rebelde, pero con una actitud protectora hacia Beca que le resultaba entrañable.
Beca interrumpió sus pensamientos, recordándole lo mal educada que era por no presentarlos.
—Miranda, él es mi amigo Dereck. Dereck, esta es mi amiga Miranda, de la que te he contado todos estos días.
Dereck la miró con atención, notando de inmediato la tristeza en sus ojos.
—Hola, Miranda. Mucho gusto conocerte por fin. Beca no hace más que hablar de ti —dijo con una sonrisa amable.
Miranda sonrió, agradecida por el gesto, pero sintiendo que su tristeza por Gael no la abandonaba. En ese momento, se acercó Walter, otro amigo de Dereck, para recordarle que ya les tocaba subir al escenario. Walter saludó a Beca y esta le presentó a Miranda. Después de unas palabras rápidas, se despidieron y subieron al escenario.
La música comenzó, y para sorpresa de Miranda, disfrutó cada canción. La energía de la banda era contagiosa, y por un momento, logró olvidarse de su dolor. Sin embargo, cuando Dereck se acercó a la mesa después de tocar para preguntarles qué les había parecido, una chica apareció por detrás y le tapó los ojos.
Beca le susurró a Miranda:
—Esa es Mónica, la odiosa novia de Dereck.
Mónica le dio un beso intenso a Dereck, lo que hizo que Beca exclamara:
—¡Iugh, qué asco!
Walter, que se había acercado, bromeó:
—¿Por qué no se consiguen un cuarto?
Miranda observó la escena y sintió una punzada de tristeza al recordar a Gael. Trató de disimular una lágrima que amenazaba con caer, pero Dereck se dio cuenta.
—¿Estás bien? —le preguntó con preocupación.
Ella negó con la cabeza, tratando de sonreír. Mónica, molesta, jaló del brazo a Dereck para llevárselo, pero él le recordó que se había comprometido a llevar a Beca y Miranda a casa.
—¿Hoy me voy sola solo porque harás de niñera? —dijo Mónica, visiblemente enfadada.
Beca le susurró a Miranda:
—Te lo dije, es insoportable.
Miranda se rió, pero Mónica se dio cuenta y les preguntó:
—¿Y ustedes dos de qué se ríen?
Antes de que pudieran responder, Mónica se fue molesta. Dereck les dijo que las esperaría en la entrada después de recoger su chaqueta de cuero negro, mientras Beca y Miranda se dirigían al baño. Miranda, aunque aún sentía el peso de la ausencia de Gael, comenzaba a sentir que la vida aún tenía cosas buenas que ofrecerle