Cicatrices Que Nos Unen

Capítulo 15: El reencuentro.

Mateo había citado a Miranda en su casa sin decirle que Gael estaría allí. No sabía cómo reaccionaría ella, pero le había prometido a Gael que lo ayudaría a hablar con ella. Sabía que era un riesgo, pero también creía que ambos necesitaban este momento. Miranda necesitaba un cierre, y Gael necesitaba ser escuchado. Aunque Mateo no quería estar en medio de dos aguas, sentía que era su responsabilidad como amigo de ambos facilitar este encuentro.

Cuando Miranda llegó a la casa de Mateo y vio a Gael, su primera reacción fue querer irse. El corazón le latía con fuerza, y una mezcla de rabia y confusión la invadió. No podía creer que Mateo la hubiera puesto en esa situación.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó Miranda, mirando a Mateo con enojo.

—Fue idea mía —respondió Mateo, con calma, aunque notaba la tensión en el ambiente—. Ustedes tienen mucho de qué hablar. Miranda, tú necesitas un cierre. Y Gael, necesitas ser escuchado... los dos necesitan hablar.

Miranda lo miró con decepción. —No puedo creer que me hayas hecho esto —dijo a Mateo, antes de volverse hacia Gael.

Gael, que había estado callado hasta ese momento, dio un paso hacia adelante. —Por favor, Miranda, escúchame —rogó, extendiendo la mano hacia ella.

Miranda lo miró furiosa. No entendía cómo, después de tanto tiempo, Gael quería venir a dar explicaciones que ya no tenían importancia. Se había ido sin despedirse, sin darle una razón, sin siquiera contestar sus llamadas o mensajes. Solo había dejado un silencio total, un vacío que ella había tenido que llenar por su cuenta.

Gael tomó aire y comenzó a hablar, intentando mantener la calma. —Nunca quise dejarte, Miranda. Mi madre enfermó gravemente, y tuvimos que mudarnos de un día para otro. No tuve tiempo de despedirme, de explicarte lo que estaba pasando.

Miranda lo escuchó en silencio, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza. Por un momento, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se negó a dejarlas caer. —¿Por qué no me llamaste? —preguntó finalmente, con voz temblorosa—. Podrías haberme dicho algo, cualquier cosa. Pero no... solo desapareciste.

Gael bajó la mirada, sintiéndose culpable. —Estaba en shock, Miranda. No sabía qué hacer. Mi mundo se derrumbó de repente, y no supe cómo manejar la situación. Lo lamento tanto...

Miranda lo miró, sintiendo que las palabras de Gael no eran suficientes. —¿Por qué no viniste? —preguntó, con lágrimas en los ojos—. Podrías haber regresado, aunque fuera una vez, para explicarme. Pero no lo hiciste. Me dejaste sola.

Gael sintió que cada palabra de Miranda le dolía como un golpe. —No pude, Miranda. Mi padre tomó la decisión de mudarnos, y no tuve opción. Intenté llamarte, pero cada vez que tomaba el teléfono, no sabía qué decirte. No quería hacerte daño.

—Pero lo hiciste —dijo Miranda, mirándolo con tristeza—. Me dejaste sola, Gael. Y no tienes idea de todo lo que he pasado desde que te fuiste.

—Lo sé —respondió él, con lágrimas en los ojos—. Y lo lamento más de lo que puedo expresar. No hay día en que no me arrepienta de cómo manejé las cosas.Fui un cobarde.

Después de un largo silencio, Miranda suspiró, sintiendo que la rabia y una tristeza inmensa se apoderaban de ella. —Te extrañé tanto… —dijo, finalmente, con voz quebrada.

—Yo también —respondió Gael, acercándose a ella con cuidado—. No he podido olvidarte, Miranda. He intentado seguir adelante, pero siempre termino comparando a todos contigo.

Miranda lo miró a los ojos, sintiendo que las palabras de Dereck resonaban en su mente. Él le había dicho que no dejara que el pasado la definiera, que no permitiera que alguien que la había dejado atrás tuviera el poder de detenerla. Pero en ese momento, con Gael frente a ella, era difícil no sentirse abrumada por las emociones.

—No sé si puedo perdonarte todavía —confesó ella, con honestidad—. Lo que pasó me marcó mucho, Gael. Y no creo que pueda olvidarlo tan fácilmente.

—No te pido que lo hagas de inmediato —dijo Gael, con sinceridad—. Solo quiero una oportunidad para explicarme, para estar cerca de ti otra vez. No quiero perderte de nuevo.

Miranda se sentó en el sofá, sintiendo un peso enorme sobre sus hombros. Gael se agachó frente a ella, mirándola con intensidad. —Te he extrañado todos estos años —dijo, con voz suave—. No he podido olvidarte.

Ella lo miró, sintiendo que las lágrimas volvían a brotar. —Yo también te extrañé —admitió, en un susurro.

Gael, impulsado por la emoción del momento, se acercó lentamente y la besó. Era un beso lleno de nostalgia, de recuerdos y de todo lo que habían compartido. Miranda, por un instante, correspondió al beso, sintiendo que el tiempo se detenía. Pero luego, la conciencia la hizo recapacitar. Se separó bruscamente, levantándose del sofá.

—No, Gael —dijo, con firmeza—. Esto no es lo que quiero. No creas que se me olvida todo lo que he pasado. Me da mucha tristeza lo que pasó con tu mamá, pero no tienes el derecho de venir y pretender que todo sea como antes.

Gael asintió, sintiendo que las palabras de Miranda lo golpeaban como un muro. —Lo entiendo —dijo, con voz quebrada—. No quiero forzarte a nada. Solo quiero que sepas que lo siento, y que todavía me importas.

Miranda lo miró, sintiendo que las emociones la desbordaban. —Necesito irme —dijo, finalmente—. No me siento bien.

Gael no intentó detenerla. Se quedó allí, de pie, viendo cómo Miranda salía de la casa. Mateo, que había estado observando desde la cocina, se acercó a él.

—No fue fácil para ella —dijo, con un tono de comprensión.

—Lo sé —respondió Gael, con tristeza—. Pero al menos ahora ella sabe la verdad. Eso es todo lo que quería.

Mateo asintió, aunque sabía que el camino por delante no sería fácil para ninguno de los dos. Miranda necesitaba tiempo, y Gael tendría que aprender a respetar eso. El reencuentro había sido doloroso, pero era el primer paso hacia la sanación.




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