Cicatrices Que Nos Unen

Capítulo 23: Reflexiones en la noche.

Mientras Miranda se divertía con sus amigos en el “Studio77”, Gael y Mateo estaban en casa de este último, sumergidos en un silencio incómodo que solo se rompía con el sonido de la televisión de fondo. Gael, con una cerveza en la mano, miraba al vacío, mientras Mateo intentaba concentrarse en el partido de fútbol que estaba transmitiendo. Sin embargo, era evidente que ambos estaban distraídos, sus pensamientos orbitaban alrededor de la misma persona: Miranda.

—¿Recuerdas cómo Miranda hablaba de su cumpleaños número dieciocho? —preguntó Gael de repente, rompiendo el silencio. Su voz sonaba nostálgica, casi melancólica. —Estaba tan emocionada. Tenía todo planeado, desde el lugar hasta la música que quería escuchar. Incluso había hecho una lista de canciones. ¿Te acuerdas?

Mateo asintió lentamente, sin apartar la vista de la pantalla. —Sí, lo recuerdo. Hablaba de eso todo el tiempo. Decía que quería que fuera una noche inolvidable, algo que recordaría por el resto de su vida.

Gael suspiró, apoyando la cabeza contra el respaldo del sofá. —Y ahora está ahí, en algún lugar, celebrando sin nosotros. Sin mí.

Mateo lo miró de reojo, notando la tristeza en sus ojos. —Estará con su familia y sus amigos, Gael. No es el fin del mundo.

—Pero no está conmigo, con nosotros —respondió Gael, su voz cargada de frustración. —Ella lo había planeado todo para que estuviéramos juntos. Y ahora... —dejó la frase en el aire, como si no pudiera encontrar las palabras adecuadas para expresar su dolor.

Mateo apagó la televisión y se volvió completamente hacia Gael. —Mira, Gael, si no estamos con ella esta noche es por culpa nuestra. Tú lo sabes tan bien como yo. No podemos culpar a nadie más.

Gael bajó la mirada, jugueteando con la etiqueta de la botella de cerveza. —¿Crees que la cagué con Miranda en la fiesta de graduación? —preguntó finalmente, su voz temblorosa.

Mateo no dudó ni un segundo. —No la cagaste, Gael. Fue la cagada del siglo.

Gael soltó una risa amarga, pero no dijo nada. Sabía que Mateo tenía razón. Después de unos segundos de silencio, Gael volvió a hablar. —¿Y si vamos al “Studio77”? Sé que ese era el lugar donde ella quería ir. Quizás esté ahí.

Mateo se tensó inmediatamente. Sabía exactamente dónde estaba Miranda en ese momento, y no quería que Gael la encontrara. No después de lo que había pasado en la fiesta de graduación. —No creo que sea buena idea —dijo con cautela. —Dudo mucho que Miranda salga esta noche, menos con todo lo que pasó.

Gael lo miró fijamente, como si intentara leer sus pensamientos. —¿Y si está ahí? ¿No perderíamos nada con ir?

Mateo suspiró, sabiendo que no podía evitar el tema por más tiempo. —Gael, si vas allá, ¿qué piensas hacer? ¿Vas a arruinarle la noche otra vez? ¿Vas a besarla a la fuerza otra vez? ¿O vas a empezar otra pelea con Dereck?

Gael se sintió como si las palabras de Mateo fueran puñetazos directos a su cara. —¿De qué lado estás, Mateo? ¿Eres mi amigo o mi enemigo?

—Soy tu amigo —respondió Mateo sin dudar, palmeándole el hombro. —Y por ser tu amigo, no voy a apoyar tus estupideces. Ya bastante hiciste en la fiesta de graduación. ¿No te diste cuenta de que la estabas lastimando cuando la besabas?

Gael bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de Mateo. —Solo quería hablar con ella esa noche —murmuró. —Pero cuando la vi...estaba tan hermosa, tan diferente. No pude contener el deseo de besarla. Pensé que si la besaba, ella recordaría lo que sentíamos. Que todo volvería a ser como antes.

Mateo lo miró con incredulidad. —¿En serio, Gael? ¿Crees que besarla a la fuerza iba a hacer que todo volviera a la normalidad? ¿No te das cuenta de que lo único que hiciste fue asustarla y lastimarla?

Gael no respondió de inmediato. Sabía que Mateo tenía razón, pero no quería admitirlo. —Ese tipo, Dereck —dijo molesto—, no tenía por qué meterse —dijo finalmente, cambiando el tema. —Eso era entre Miranda y yo.

—Dereck se metió porque vio que estabas lastimando a Miranda —replicó Mateo, su voz firme. —Y si yo hubiera estado ahí desde el principio, te aseguro que también te habría partido la cara, amigo o no.

Gael lo miró, sorprendido por la intensidad en la voz de Mateo. —¿En serio?

—En serio —confirmó Mateo. —Miranda es mi amiga, Gael. Y si la hubiera visto en esa situación, no habría dudado en defenderla. Tú lo sabes.

Gael asintió lentamente, entendiendo el punto de Mateo. —Sí, lo sé. Y si fuera al revés, yo también lo habría hecho.

Mateo suspiró, pasándose una mano por el rostro. —Mira, Gael, entiendo que la quieras. Pero no puedes seguir actuando así. Dereck y Walter son sus amigos ahora, y aunque no me guste del todo, la están ayudando. Miranda está feliz, y eso es lo que importa.

Mateo se quedó en silencio por un momento, recordando cómo había visto a Miranda esa tarde. —Hoy la vi, ¿sabes? —dijo finalmente, su voz más suave. —Estaba feliz. De verdad feliz. Hacía mucho tiempo que no la veía así.

Gael lo miró, sintiendo un nudo en la garganta. —¿Y qué hago yo, Mateo? ¿Cómo arreglo esto?

—No lo sé —respondió Mateo con sinceridad. —Pero lo que sí sé es que no puedes seguir forzando las cosas. Miranda necesita tiempo. Y tú también.

Gael asintió, aunque su corazón aún pesaba. Sabía que había perdido algo importante, algo que tal vez nunca podría recuperar. Pero también sabía que Mateo tenía razón. No podía seguir lastimando a Miranda, no si realmente la amaba.

—Está bien —dijo Gael finalmente, levantándose del sofá. —No iré.

Mateo lo miró, sorprendido pero aliviado. —Es lo correcto, Gael. Miranda necesita espacio. Y tú también.

Gael asintió, aunque su corazón aún pesaba. Sabía que esta noche sería larga, llena de reflexiones y arrepentimientos. Pero también sabía que, tal vez, era el primer paso hacia algo mejor. Al menos, eso esperaba.

—Gracias, Mateo —dijo Gael, su voz apenas un susurro. —Por ser honesto conmigo, incluso cuando no quería escucharlo.




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