Cicatrix

VIDERE, VIDEBIS

El dolor todavía estaba fresco.

La herida abierta del durazno seguía sangrando en silencio, y él caminaba con esa mezcla de cansancio emocional y confusión que dejan los golpes que no se ven, pero se sienten en cada respiración.

Fue entonces, una tarde casi al mediodía, cuando escuchó golpear la puerta.

No imaginaba que del otro lado estaban ellos, sus amigos de siempre:

los del barrio, los de la cancha, los de la pileta, los de las noches interminables de juventud.

No esperaba nada.

No pedía nada.

Solo trataba de sostenerse.

Habían ido sin avisar.

Habían ido porque sí.

Habían ido porque su amistad era más fuerte que su silencio.

Entraron con risas, con energía, con esa presencia que desarma la tristeza sin hacer preguntas.

Y traían algo en las manos.

Un sobre.

Dentro, un pasaje ida y vuelta a Brasil.

No era un regalo.

Era un gesto de amor fraternal.

Una mano extendida hacia alguien que estaba cayendo.

Él no sabía qué decir.

Ellos tampoco necesitaban explicaciones.

—“Te venís con nosotros. No te vamos a dejar así.”

Fue lo único que dijeron.Y alcanzó.

Febrero llegó rápido.

Y con él, el viaje.

Los días compartidos.

El mar del nordeste.

El sol que secaba la tristeza.

Las charlas largas de madrugada.

La risa que había olvidado que existía.

En ese viaje, sin darse cuenta, comenzó a mirarse de nuevo.

A reconocerse.

A recordar quién era antes de la ruptura, antes de la manipulación, antes de perderse dentro de otra persona.

A reconocerse.A recordar quién era antes de la ruptura, antes de la manipulación, antes de perderse dentro de otra persona.

El regreso también trajo una sorpresa.Apenas pisó Argentina, sus amigos lo cargaron entre risas:

—“Te fuiste hasta Brasil de vacaciones… ¡y volviste de novio con una argentina!”

Se sonrió.

Algo en su interior se había ordenado, aunque todavía no lo entendiera del todo.

No se trataba de la nueva relación.

No se trataba del chiste.

Se trataba de él.

Volvía diferente.

Volvía respirando.

Volvía parado.

Volvía mirando.

Algo se había encendido en Brasil:Una chispa, una confianza, una seguridad que hacía mucho no sentía.

Como si el viaje hubiera lavado el dolor, dejando a la vista lo que siempre estuvo ahí:

Su esencia.

Los valores que había creído perder —la dignidad, la humildad, la fortaleza, la solidaridad— reaparecían con claridad.

La oscuridad ya no lo arrastraba.

Había recuperado algo más valioso que un amor nuevo:

Se había recuperado a sí mismo.

Y al verse, entendió.

Y al entender, avanzó.

Al ver, verás.

Y él, por fin, estaba empezando a ver.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.