—¿Por qué no tienes pareja?
Había escuchado la misma pregunta una y otra vez por distintas personas. Ya me llegaba a cansar de escuchar lo mismo hasta que me resigné y decidí nunca dar explicaciones.
—No vale explicaciones, no entenderías mi mundo
—¿Y si lo intento?
Despegué mi vista del celular para mirar de quien venían todas estas preguntas sin pausas y en búsquedas de respuestas.
Era un chico de algunos diecinueve años, vestido como un abuelo de sesenta, usaba lentes y cada vez que sonreía dejaba ver sus brackets.
Era evidente que intentaba tener una tranquila conversación conmigo. Mis ojos se desviaron a sus manos y no sé si era porque tenía una cita con el doctor o por intentar entablar una conversación conmigo, pero este chico sin duda no podía ocultar sus nervios.
Pensé en su última pregunta una vez más, yo no confiaba en apariencias pero él sin duda se destacaba en su voz y su atuendo, a eso le llamaba ropa de abuelo pero la verdad es que por dentro me causaba un poco de gracia y al mismo tiempo me daba la sensación de sentirme cálida y confiada.
Ambos estábamos esperando nuestro turno para tener una cita con el doctor.
Nunca había visto a este chico y tal vez nunca más lo volvería a ver en mi vida, así decidí por primera vez escuchar a mi psicóloga, la cual siempre dice que tengo que confiar más en las otras personas y desenvolverme. No puedo tragarme mis propios problemas y creerme autosuficiente, eso solo me va destruyendo lento y doloroso poco a poco.
Una vez leí por ahí:
"Cada persona es una isla en sí misma, en un sentido muy real; y solo ella puede construir puentes hacia otras islas si primero está dispuesta a ser ella misma y se le permite ser ella misma".
Frase de Carl Rogers
Hace un tiempo compartí esta frase con mi psicóloga y dijo que la única forma de construir puentes hacia otras islas era "la comunicación".
—Bien ¿Cómo te llamas? —. Le respondí haciendo una pregunta y dándole a entender que por fin le estaba prestando atención. Me destapé un poco la cara y quité por completo mis audífonos.
—Me llamo Ben —. Sabía que iba a estrechar su mano e iba a tratar de ser lo más formal posible. No estaba para eso en estos momentos, solo quería dar una respuesta a su pregunta.
Mientras extendía su mano yo solo me acomodé en aquella silla subiendo mis pies en ella, quedando frente a él y dándole una cara un poco amigable. Lo cual estaba totalmente convencida de que me vio de todas las formas menos de una amigable.
—Bien Ben, estoy sola porque nunca he conocido realmente a alguien que llame mi atención, porque considero que las personas se han olvidado de lo que realmente importa, porque lo que pido está totalmente fuera de esta loca realidad. Yo no quiero estar con alguien solo para ser usada y tener sexo, no quiero estar con alguien para alegrar sus vidas y que la mía siga como el carajo, no quiero ocupar la ausencia de nadie. No quiero llegar a una vida y ser la sobra, no quiero llegar a la vida de alguien y que solo me trate bonito al comienzo como si fuera una puta responsabilidad. Quiero ser valorada, respetada y dar el mismo amor que recibo. No quiero vivir una vida donde en vez de recibir más, reciba menos. Solo pido felicidad y eso amigo... en estos tiempos es algo imposible.
Ni siquiera vi su expresión, solo me paré de aquel asiento al escuchar en la recepción cuando gritaron mi nombre.
No me interesó mirar atrás, pero algo que sí noté, es que me sentí bien al expresar lo que realmente pensaba.
—Malia, últimamente estás bajando de peso y no hay forma de que pueda controlar eso ¿estás asistiendo a todas tus citas con la psicóloga? Deberías tomarte más en serio estas cosas.
No podía ni mirarle a los ojos. Mi mirada se clavaba en la ventana de mi derecha, escuchaba perfectamente al doctor pero no sabía cómo responder o no encontraba cómo decirle que últimamente sentía un vacío profundo dentro de mí sin una explicación coherente. Me estaba hundiendo pero al mismo tiempo estaba consciente de que no quería ser salvada.
Editado: 26.04.2023