Me encontraba caminando por las oscuras calles que apenas eran alumbradas por luces amarillas ya desgastadas por el tiempo. Menos mal que tenía un tiempo viviendo aquí y Klen vivía solo a tres cuadras de mi casa.
A solo dos cuadras ya se escuchaba la música de Pyramid - See you in the other side. Se podía observar como algunas personas se dedicaban a salir de sus hogares, supuse que la mayoría se dirigían a casa de Klen pues era un poco obvio.
Lo curioso es que con el tiempo que llevaba viviendo aquí ninguna de las caras me eran conocidas, aunque viéndolo de otra forma cómo iba a conocer si ni siquiera salía de mi habitación lo que era algo que no iba a debatir conmigo misma, después de todo mi habitación era uno de mis lugares favoritos.
—¡MALIA!
Escuché como alguien me llamaba a todo pulmón, por lo que giré por completo encontrando a un Mike muy emocionado quien ahora venía corriendo hacia mí.
—¡Hey Mike! —exclamé.
—Me sorprende verte por aquí, aún no puedo creer que logramos convencerte de que vinieras.
—Yo tampoco puedo creerlo —dije sin emoción alguna, le dediqué una sonrisa de labios cerrados para luego continuar con el camino llegando juntos a casa de Klen.
—¡Hey chicos! ¿Qué esperan para pasar? —se hace a un lado para así poder darnos la bienvenida a su gran casa—, me alegra mucho que hayas venido Malia.
Era como una cueva, solo que esta estaba acompañada de música electrónica la cual retumbaba mis oídos, luces de muchos colores y uno que otros adornos los cuales daban vida a aquel lugar.
A lo lejos vi un par de señas y no dudé ni un segundo en acercarme encontrándome con Shelley y Corey.
—Pensé que no vendrías —dice Corey casi gritando para poder ser escuchada.
—Yo también, pero la vida da muchas vueltas
—Vueltas muy grandes —dice Brenda la cual venía con cuatro vasos de cristal en manos, ya se me hacía raro no verle por aquí—. Adivinen quién entró en el bar de Klen y ha preparado mojitos.
Era inevitable no reír, ella era todo un genio cuando de bebidas se trata.
La sala se encuentra repleta, todos bailan y beben como si no hubiera un mañana, yo ya había encontrado mi lugar ahí sentada como si la fiesta fuera lo más aburrida del mundo.
De repente empecé a ver borrosa y todas las palabras de unas chicas sentadas en el mueble frente a mí ahora parecían ser súper graciosas, sentía como el calor brotaba por mis poros y unas ganas enormes de quitarme la ropa se apoderó de mí.
Me dirigí hacia el baño más cercano teniendo que pasar por medio de tanta gente que solo me provocaba más calor, de un momento a otro empecé a sentirme sofocada lo que provocó que subiera con prisa aquellas escaleras.
Entré al baño y todo parecía pasar en cámara lenta. Cerré la puerta, abrí el grifo del lavamanos mientras con mis manos empapaba mi rostro de agua, entonces me detuve a mirar por el espejo. Mi mirada se clavó en aquella cicatriz en el rostro de esta persona que ahora salía del baño, solo que esta vez no era un él sino un ella.
Salió tan rápido de aquel baño que apenas pude ver su marca, desde que se percató de mi mirada acomodó su pelo rosa y se cubrió un poco más con su capucha, fueron cortos segundos, tan cortos que no pude observar nada más.
Mi mirada se clavó nuevamente en aquel espejo, no conocía aquella chica, por lo mismo no podía salir detrás de ella.
Recordé la marca de aquel chico el cual no he vuelto a ver y ahora la marca de esta chica, solo que está era diferente, ella tenía una cicatriz desde su frente hasta su mentón, solo que del lado derecho de su rostro.
Me encuentro totalmente perdida en mis pensamientos, perdida en aquel cristal en frente de mis ojos.
—¿Malia estás bien? —habló Shelley, quien de inmediato me sacó de todo pensamiento, la noté un poco preocupada pero era de esperarse.
—Sí, todo bien creo, ya debo ir a casa —dije esto algo confundida.
—Yo te puedo acompañar desde que salimos de vacaciones no nos hemos contactado —dice en un suspiro—, si no tienes problemas con eso, claro.
—Claro que no, sabes que en mi casa siempre serás bienvenida —dije forzando una sonrisa, pues me pareció raro que no se opusiera y que la misma Shelley, reina de las fiestas, quiera abandonar una —, ¿pasa algo cierto?
—Solo quiero ir a casa pero al mismo tiempo no —su expresión cambió a una muy triste, sus ojos se aguaron y entendí que tenía razón al preguntar—, ¿puedo quedarme en tu casa hoy?
—De paso podemos hacer una pijamada, si gustas.
Ella solo sonrió y caminamos a casa.
—Hey Malia —Saludó mamá desde que escuchó que entré por la puerta
—Hey mamá, ¿pastel? ¿Qué celebramos hoy? —desde la entrada mis fosas nasales se inundaron de un rico olor a pastel hasta confirmarlo
—Nada en especial ¿No te has enterado? —Dice mamá colocando una porción de pastel es un plato pequeño— ¡Oh, hola Shelley! No te había visto cariño.
—¿Enterarme de qué mamá? —pregunto dedicándole una sonrisa con una expresión de confusión en mi rostro.
—Los vecinos se acaban de trasladar por completo hoy terminó su mudanza, ya sabes, cuando vienes de fuera o tienes muchos compromisos fuera del país es muy difícil mudarse rápido, la vecina vino hace unas horas y trajo pastel —dice mamá toda emocionada.
Entonces duré dos semanas esperando a alguien que ni siquiera estaba en casa.
—Con que nuevos vecinos —dice Shelley con cara de pervertida— espero que sean lindos, de ser así te visitaré todos los días.
—Ya lo vi venir —contesto sin expresión alguna en mi rostro.
—Vamos, no seas aburrida, además es broma lo de que solo vendría a tu casa por ver a vecinos lindos, sobre todo si son chicos jóvenes, es una buena razón pero no solo vendría por eso.
—¡Ya cállate! a mí no me mientas, sabes que sí lo harías y hasta más que eso, solo por chicos lindos —le solté un gran almohadazo en su cara dejando salir una fuerte carcajada.
Editado: 26.04.2023