Salí apresuradamente de mi casa y me dirigí corriendo al parque donde jugábamos cuando pequeños. Me detuve una cuadra antes de llegar, se me fue el aire; ¿Qué estaba haciendo? Me peiné el cabello hacia el lado y di un paso después del otro, me sequé el sudor de mis manos, para posteriormente apretar el scrapbook y pensar en un buen speech para cualquier planteamiento que pudiera darme.
—Alex —una voz masculina me sacó de mi concentración… ¿Gabriel? —Brother, tengo que hablar contigo.
—¿Qué pasa? Gabriel, que gusto verte. Tanto tiempo…
—Mira, seré breve —nunca era breve, por lo que supe que hablaba enserio— Escucha, yo sé sobre lo tuyo con Luz, y sé que estás resentido por todo pero…
—Sí, no tiene motivos.
—Sí los tiene, y por eso vine —suspiró— Mira, tuvimos problemas del otro lado; regresamos pero para empezar de nuevo, de verdad, si la quieres y nos aprecias como nosotros a ti, te voy a pedir que nos ayudes.
—¿Ayudarles? ¿Cómo? ¿Fingiendo que nada pasó nunca? ¿Qué ella y yo somos extraños? ¿Soportar que se comporte así conmigo? ¿Cómo demonios te ayudo?
—Así, exactamente —prendió un cigarrillo— No pido que la entiendas, no te voy a contar los motivos; solo te digo que si de verdad la quieres, como dices, ayúdala a comenzar de nuevo.
—Brother…
—Lucía no quería seguir viviendo allá, no quería seguir viviendo; por eso vinimos, porque ella necesitaba recomenzar. Hazlo por Ella.
Suspiré y me senté a fumarme media cajetilla con él, me sentía pésimo porque sabía que si Gabriel me pedía algo sobre Luz es porque de verdad lo necesitaba y como Lucía siempre fue el amor de mi vida, para hacerla feliz, tendría que fingir que nunca la había visto; mierda.
—¿Y toda la gente con la que se llevaba antes qué?
—No seas tonto, Alejandro; ella no tenía muchas amistades, y las que tenía, ya ni siquiera están aquí; el único que me preocupaba eras tú; y sé que es difícil, pero por favor… ayúdala.
—Está bien… ¿Qué pasó?
—No te puedo decir. ¿Le ayudarías a mi hermana?
—Sabes que sí, viejo, sabes que sí. —Me acabé un cigarro. —Pero, ¿No podría hablar con ella aunque sea una última vez, sobre todo lo que vivimos y eso?
—Mira, Alex; Luz se intentó suicidar, hace 3 meses, no quiero que pase otra vez y sé que tú tampoco. Lo que sucede es que tuvo problemas en su escuela allá, no puedo decir por qué, pero el caso es que estuvo muy cerca de matarse, estuvo practicando el cutting y hasta se metió somníferos con vodka; nos preocupamos mucho, entonces decidimos que sería necesario empezar otra nueva vida, pero ella pidió que si empezaríamos algo nuevo, sería aquí, donde te pudiera ver.
—¿Y si me quería ver por qué me trata así?
—No lo sé, mira, déjame hablar con ella ¿ok? Hasta entonces finge como si no la conocieras.
—Está bien, brother. ¿Podrías darle esto?
Le entregué el scrapbook.
—Ok. Mira, Alex…
—¿Qué, Gabriel?
—También es por ti; es mejor para los dos si te mantienes al margen, no queremos que te involucres. ¿Está bien?
—Sí, güey. Cuídate.
¿Qué no me involucre? Mierda, claro que quería involucrarme, estuve esperándola un buen tiempo como para que ahora fuéramos dos desconocidos. Tienes novia —pensé— y si no obedeces a Gabriel, Lucía podría hacerse daño. Fui a los terrenos del campus, tomé uno de los balones y me puse a practicar tiros a la canasta. Se me enrojecieron los ojos por el sentimiento de impotencia. Fallé el tiro y me senté en una de las gradas de la cancha. Me puse a recordar todo con ella. Hacía mucho tiempo, ella y yo jugamos en ese mismo campo, yo le enseñé a tirar y ella practicaba a diario conmigo; y ahora debía pretender ser un extraño más para ella. No sabía si podría.
Miguel vivía enfrente del colegio y me vio jugar baloncesto; terminó por alcanzarme.
—Amigo, venga, un 21. Relájate.
—No gracias, no estoy de ganas.
—¿Qué pasa?
—Nada, amigo. No te preocupes.
—¿Sabes qué me sube el ánimo?
—¿Qué?
—Alcohol y cigarros —reímos—. Venga bro.
Fuimos al bar de siempre; él pidió whiskey y yo tequila con refresco de limón. La mesera me coqueteó y regresó a la barra. Los dos apagamos el celular, habíamos quedado que quien contestara primero pagaba las bebidas.
—¿Qué sucede?
—Nada, hermano, enserio.
—Sabes que puedes confiar en mí, prometo no decir nada —y lo sabía.
—Es Lucía.
Le conté toda la historia, de principio a fin, para que pudiera entender mi problema; incluyendo la conversación con Gabriel.
—Mierda, Alex, no sé qué decirte… ¿Y Bárbara?
—Pues es mi novia, pero tú entiendes.
—No, no entiendo, pero pues, creo que por algo Gabriel te dijo las cosas así. Y pues, no creo que quieras que Luz se haga más daño ¿o sí?
—Obvio no, pero no la entiendo.
—Nunca entenderemos a las mujeres, pero tenemos que aprender a comprenderlas, es nuestro trabajo como hombres. Aparte, tú tienes novia, no pienses en eso, no tienes de qué preocuparte, digo.
—Sí, si tengo —suspiré—. Pero también tienes razón. —Miguel asintió.
—Siempre, brother. —Dejé dinero en la mesa y estaba listo para regresar a casa—. Aunque —interrumpió—, tienes que seguir a tu corazón, un día te vas a morir y si no haces lo que de verdad quieres, vas a odiarte para siempre; y no te van a recordar por lo bonito de tu tumba sino por la marca que debiste haber dejado en las personas y no hablo de canciones o libros, sino de los sentimientos, las anécdotas y las historias que construiste a lo largo del tiempo. Si no sigues a tu corazón, nadie te va a recordar.
—Wow —reí, nervioso porque tenía razón—. ¿Qué le echaste a ese whiskey?
—Filosofía y una dosis de lectura juvenil. Deberías intentarlo —rio—. Avísame cuando tomes una decisión, amigo.
—Suena más peligroso que fumar —sonreí—. Te avisaré amigo.