Cielo Rojo

Capítulo III

 

— ¡¿Qué hace, un degenerado en la cocina?! ¡¿Y semi-desnudo?!

El grito de Eryne hizo que me removiera entre las sabanas.

Me dolía la cabeza, no había podido pegar el ojo en toda la noche a causa de ese chico tan extraño.

— ¡Pero que guapo!

Esa fue Lilibeth.

Gruñí mientras me ponía de pie.

— ¡Pueden dejar de hacer tanto escándalo! — grite entrando a la cocina.

Quise echarme a reír al ver la escena, un chico con la cara pálida y los ojos excesivamente abiertos estaba acorralado por una rubia apuntándole con una sartén en una mano y un chichillo de mesa en la otra, mientras una castaña lo tenía tomado de la mano.

—Ayuda… — susurró en un hilo de voz.

—Chicas, déjenlo.

Me senté en un taburete mientras recargaba la cabeza sobre mis brazos. De verdad la cabeza me dolía, sentía que en cualquier momento me iba a explotar.

— ¡¿Me puedes explicar cómo demonios este intento de hombre está en la casa?!

—Tuvimos una noche de pasión — susurre sin levantar la cabeza —. Él me ha dado permiso para violarlo ¿Cómo no he de aprovechar tremenda oportunidad? ¿Ustedes que dicen? Era ahora o nunca.

Levante la cabeza, y los tres tenían la cara desencajada.

— ¡Dime que han usado condón! — Chillo Ery mientras daba vueltas aun sin creérselo— ¡¿No que perderías tu virginidad con un chico lindo, que te tuviera completamente enamorada?! Pero…— observo por unos largos minutos al pelinegro — ¡Pero este no tiene ninguna gracia! ¡Está más guapo el chico de los hot cakes! ¡Que desperdicio! ¡Que desperdicio!

—Dime que no es cierto…— él tenía la cara completamente roja — ¡Oh Dios! ¡Me iré al infierno por haberme acostado con una virgen! ¡No quiero ser padre aun! — susurro otro par de cosas sin sentido mientras se restregaba la cara aun sin creérselo.

Lilibeth solo se mordía el labio para contener la risa, me observo mientras negaba con la cabeza.

—Lamento el acoso — dijo mientras le daba unas palmaditas en el hombro —. Pero mi amiga ya te ha tomado, y no soy de compartir.

Se mordió mas fuerte el labio al ver la expresión del chico, su rostro se puso más pálido mientras abría una y otra vez la boca en busca de palabras que salvaran su honor, pero nada le salía.

Li, me observo y nos echamos a reír, como si el mundo se nos fuera en ello.

— ¡Eres una desgraciada! — Grito Eryne con el rostro rojo mientras lanzaba un banano en mi dirección, al entender todo — ¡Te iras al infierno! ¡¿Cómo has podido hacerme esto?! ¡Pensé que este costal de leche había sacrificado a mi dulce niña! — se lamentó, llevándose la mano al corazón, ante todo el dramatismo.

—A la próxima que intentes asesinar a alguien en mi cocina y me despiertes, juro que no respondo — dije limpiando las lágrimas que se me habían escapado—. Y tú — lo observe, él trago en seco dando un paso hacia atrás—, vuelve a entrar sin permiso alguno a mi casa, y si te atreves a quedarte dormido, juro que hare que la policía te arreste por andar con estupefacientes.

Odiaba que me despertaran de  forma tan poco gentil, me ponía de un humor muy pero muy malo, y afectaba el hecho de no haber dormido nada la noche anterior, era la malvada bruja (literalmente) en esos momentos y no me importaba.

—Yo solo quería un vaso de agua — susurro tímido.

Debo admitir que eso me hizo sentir mal, y así mismo me dio ternura.

—Chicas — ambas me observaron —. Él es…

—Varick — susurro con las mejillas rojas.

—Él es Varick, lo encontré ayer en media madrugada hasta la medula de alcohol tirado entre las sillas de la piscina. Se quedó dormido y no podía dejarlo a fuera para que cogiera una pulmonía. — Ambas asintieron ocultando su risa — Varick, ellas son mis mejores amigas: Eryne — la rubia le lanzó una mirada intimidante, muy ruda. Como había dicho anteriormente, ella y los hombres eran un tema muy difícil de tratar — y Lilibeth — la castaña guiño un ojo coqueto mientras le hacía un saludo estilo militar — Muy bien, todos se conocen. Ahora... ¡Déjenme dormir!

Salí de la cocina hacia mi habitación, tenía que dormir para volverme gente. En ese estado era completamente un desastre.

(***)

Desperté al cabo de unas horas, el delicioso olor a comida hizo que abriera mis ojos.

Suspire llenándome más de ese dulce aroma.

El estómago me gruño, y aparte de eso estaba empapada de sudor, con lo cansada que estaba había olvidado encender el aire acondicionado y abrir mis ventanales.

Me metí a la ducha para poder relajarme y así también quitar el sudor que me tenía toda pegajosa.

Al salir me coloque un vestido veraniego color celeste acompañado de unas sandalias blancas.

— ¿Quién se ha atrevido a despertarme con tremendo olor? — Dije animada entrando a la cocina. Pero al ver una espalda para nada femenina y reconocer el color de cabello. Miles de dudas empezaron rondar por mi cabeza — ¡¿Tu qué haces aquí?! — interrogue desconcertada.



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En el texto hay: brujas

Editado: 23.04.2018

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