Tres semanas después, disfrutaba de una mano sin yeso. Había sido horrible, tres semanas haciendo nada.
Tres semanas desde que en la casa de al lado vivía Hunter.
También se cumplían tres semanas sin hablar con Victoria. Después de mi explosión de ira, ella no me había dirigido la palabra, ni yo a ella. No había necesidad. Nunca fuimos tan cercanas. No desde el divorcio de nuestros padres.
Quien sí había hablado con Victoria era Hunter. Por mi ventana podía escuchar sus llamadas telefónicas, la risa de Hunter no me dejaba dormir. Mientras que, de repente, Victoria la pasaba en el sofá con su teléfono. Era insoportable.
Era sábado. Mi plan del día era sencillo: ducharme, leer, ver videos, estudiar y dormir.
No fue así, claro que no. Nada nunca salía según mis planes.
Después de ducharme y leer diez páginas. Un grito de mi madre me avisó que Finn había venido a visitarme. Lo dejó subir a mi habitación. Ella confiaba en él, en mí y en nuestros años de conocernos. Siempre amigos. Es decir, tampoco es como si yo hubiera tenido algún tipo de vínculo con un chico. Con mis amores ficticios de libros era suficiente.
Esa era uno de los aspectos en mi vida que tenía en común, parcialmente, con Victoria. Ella sí había tenido novios, unos dos o tres, sin embargo, siempre sus estándares solían ser altos a causa de los personajes de sus series y películas. No la culpaba, Logan Huntzberger era todo lo que estaba bien en el mundo.
Finn entró sin tocar la puerta, tampoco me saludó, se sentó en la alfombra junto a Crispy y le hizo cariño. Ella, como buena amiga y perrita, se dejó engreír.
—Empiezo a creer que viniste a verla a ella.
Movió su mano de lado a lado a forma de saludo. No podía pararse porque Crispy había tomado el control de sus piernas y ahora descansaba sobre él. Finn usaba jeans, no era precisamente el material más cómodo y suave, pero si a Crispy le gustaba, estaba más que bien.
—Vine porque Rose me contó tu triste y aburrido plan del día —Fingió un bostezo—. ¡Tu primer fin de semana sin yeso! Deberíamos hacer algo para celebrarlo. No sé, salir a comer, a tomaaaaaar —sugirió alargando la segunda vocal, esperando que yo entendiera la indirecta. Lo hacía, sin embargo, mi entusiasmo para ir a algún lado y emborracharme era nulo comparado al que sentía por no hacer nada.
—Vamos, por favor. Mis papás salieron de la ciudad con mi hermana, son chaperones en su viaje escolar de primaria. ¡Soy libre!
Finn era el menor de toda la promoción. Cumplía dieciséis años un mes antes de la graduación. Mientras que muchos para entonces ya habrían cumplido los diecisiete. Yo aún tenía dieciséis, era diez meses mayor que Finn. Por lo tanto, la adulta de la amistad.
—No tengo edad para beber alcohol. Tú tampoco —concluí.
—¡En las vacaciones de invierno estuviste como loca en la fiesta de Samuel! —reclamó riéndose. Crispy se asustó por el grito y salió de la habitación—. Por favor, Val, hoy hay una fiesta, irá Rose, iré yo si es que tú vas... Lo mejor es que es en casa de Emma. Todos amamos a Emma. Yo la amo, tú la amas. Es su cumpleaños, no podemos fallarle.
Era verdad. Todos amábamos a Emma. Era una chica muy tierna, y yo no diría eso de mucha gente. Cuando su cumpleaños caía en día de clase, llevaba algo para compartir con todos. Siempre sonreía y si te tocaba en un trabajo grupal con ella, ella ponía su casa y la comida era increíble. No hacía falta imaginar lo genial que sería una fiesta por sus diecisiete años. Los manjares que ofrecería. En definitiva, iba a ir.
—Todo sea por Emma —acepté. Le pedí que se fuera al primer piso a esperarme mientras yo me cambiaba a algo más de fiesta. Mejor dicho, algo que no pareciera piyama. Una blusa blanca, jeans y zapatillas blancas.
Bajé para reencontrarme con Finn y ver si podíamos ir de una vez y llegar tan temprano como para arrasar con los bocaditos. No obstante, en la sala conversaban Victoria, Finn y el invitado especial, Hunter.
Los tres voltearon a verme. Victoria quitó la mirada rápido, seguía enojada conmigo. Era mutuo.
—Val, no me habías contado que alguien se había mudado a casa de la viejita Claire.
—No era muy importante —le dije con cara de 'trágame, Tierra'. Ojalá eso fuera posible—. Supongo que ya los presentaron. En fin, debemos irnos pronto.
Finn puso los ojos en blanco. Negué con la cabeza.
—Val y yo iremos al cumpleaños de Emma —Sabía que haría eso, ¿Por qué, Finn? ¿Por qué? —. ¿Qué dices, Tory? Vamos todos, el vecino incluido.
Hubo un intercambio de miradas incómodas del que evité ser partícipe. Hunter parecía, de repente, muy interesado en sus zapatillas.
—Ah, no estaría mal, solo que no soy mucho de fiestas... —respondió mi hermana—. Claro que, si Hunter quiere ir, puedo hacer una excepción. Digo, no estaría mal que conozca gente.
Dios, el chico era universitario. Por qué querría ir a una fiesta de secundaria, pobre.
—De hecho, hoy hay una fiesta en la facultad —habló Hunter—. Es súper cerca, en casa de uno de mis compañeros. Podemos ir a cualquiera de esas.
Hunter podía leer mi mente.
"Caracol", pensé. No, no me miró raro. No leía mi mente, solo fue una coincidencia que ambos pensáramos en la universidad.
—¿Bromeas? Fiesta de facultad, con universitarias —dijo Finn entre risas. Fruncí el ceño, me hizo caso omiso—. Me apunto. Emma puede esperar.
¿Qué pasó con "Es su cumpleaños, no podemos fallarle"? Puf. Hombres.
—No se diga más —expresó Victoria, dando por terminada la discusión.
Un chico de quince año y dos chicas de dieciséis siendo guiadas a una fiesta universitaria por un chico de dieciocho. ¿Qué podría salir mal?
Fuimos caminando. Y Hunter tenía razón, no estaba para nada lejos. Era un condominio. Saludamos al portero. Hunter le susurró el nombre del anfitrión, entramos a un ascensor. Cuando este se abrió, aparecimos en una azotea. Casi no se veía el lugar a causa del humo y las luces de colores que confundían a la vista. Al menos, cada vez corría más aire que hacía que el humo se disipe. Cogí del brazo a Finn por miedo a perderlo y terminar sola en la multitud. Todos estaban divididos en grupos pequeños. Unos bailaban, otros fumaban, un grupo solo se pasaba una botella de alcohol mientras conversaban. Así que eso nos esperaba el año siguiente.