Llegué a la clínica en la que supuse que estarían. Estaba casi vacía salvo por la recepcionista y unos cuantos adultos en la sala de espera, entre ellos, una señora llorando.
No pude despegar los ojos de ella. Las clínicas me transmitían una vibra incomoda. La única vez que había estado en una fue por mi brazo y no tardó ni dos horas, ni vi a nadie llorando. Busqué con la mirada a la tía o al padre de Hunter. No había señales.
Me acerqué a la señora vestida de blanco que acomodaba papeles y los juntaba con clips.
—Buenas noches —Ella no se inmutó—. Me gustaría saber dónde se encuentra Hunter Decker.
Al decir el nombre, su semblante cambió. Se asomó una pequeña y cálida sonrisa.
—¿Familia? —preguntó. Aunque algo me decía que ella ya sabía la respuesta. Negué—. Por ese pasadizo, doblas en la segunda entrada a la derecha y debe estar su familia en la sala de espera. No podrás entrar a verlo.
Agradecí y seguí el camino que ella me había indicado, pasando entre un largo pasadizo con personas lamentando el dolor de un ser querido o familiar.
En definitiva, odiaba los centros de salud.
Antes de doblar en el pasillo, asomé mi cabeza para asegurarme de que estuvieran ahí. Sí lo estaban. Carol caminaba de lado a lado mientras leía una hoja. El padre Hunter se mantuvo sentado con las manos pegadas a su asiento. Justo frente a ellos había dos habitaciones. Supuse que una de ellas debía ser de Hunter.
¿Qué le estarían haciendo exactamente? Había leído sobre las autolesiones. Existía esa idea equivocada de que eran para llamar la atención o que se hacían solo por moda. Su verdadero significado para quienes realizaban esto era un escape, una forma de liberar sus emociones. Así como una manera de control sobre ellos mismos.
No entendía. ¿Por qué alguien se haría daño a sí mismo?
Hunter se veía tan amable. Carismático... A veces esas personas eran las que cargaban con más peso del que pueden cargar sobre sus hombros.
Me hubiera gustado conocerlo antes, ser su amiga antes, haber hecho algo por él.
—¿Vaila?
Carol estaba a mi lado, donde me quedé antes de entrar al pasillo donde ella estaba. Tenía un rastro seco de lágrimas sobre sus mejillas. No parecía la misma mujer con la que me había encontrado horas antes en el supermercado. Se veía devastada. ¿Cuántas veces su familia habría tenido que pasar por situaciones similares a esta?
—Creo que mejor me voy. Disculpa por la intromisión.
—No —Puso su mano sobre mi hombro y me guio hasta los asientos, junto al padre de Hunter—. Tú discúlpanos por la escena que viste. Hunter es un chico con muchos problemas, debemos tener un ojo siempre sobre él. Es muy...
Su voz se quebró a mitad de la oración. Lloró en silencio, si no hubiera estado con ella, no me habría dado cuenta de que lloraba.
—Es mi culpa. Pensé que podría tenerlo todo bajo control, que podíamos empezar de cero en un ambiente nuevo. Fracasé, Vaila.
—No te lleves todo el crédito —susurró una voz detrás mío. Una enferma salía de una de esas habitaciones con Hunter detrás. Los múltiples cortes de sus brazos estaban cubiertos.
Su tía y su padre se acercaron a él y lo envolvieron en un abrazo. Yo, por mi parte, me quedé pegada con los pies pegados al suelo. El venir había sido un impulso del que no me arrepentía, pero no estaba acostumbrada a decisiones de último minuto. Todo aquello que no planeaba detalladamente, tenía mil maneras de terminar en un desastre.
—Le pusimos un gel y vendas. Las heridas deben cicatrizar pronto —Ellos, menos Hunter, asintieron, como esperando recibir otra noticia, una mala—. Espero que hayan leído el folleto. El doctor y yo lo hemos conversado e internarlo por lo menos por unas semanas puede que sea lo mejor para su... situación. Después ya podrá venir regularmente a terapia.
—Hijo, acompaña a Vaila a beber algo. Debe estar cansada.
Hunter me observó por primera vez en lo que iba de la noche en la clínica. No respondió, solo empezó a caminar y lo seguí. Claramente no querían que yo escuchara a la enfermera.
Regresamos por el mismo camino por el cual había venido.
—No quiero nada de tomar. Gracias.
—Lo sé, querían sacarte de ahí. Perdón.
—¿Perdón? —Si alguien tenía que pedir perdón, era yo.
—Te viste involucrada en toda esta mierda. En mi mierda.
Nunca lo había escuchado decir groserías. ¿Este era el verdadero Hunter?
—No importa. Somos amigos, ¿cierto?
Mi pregunta salió involuntariamente. Él ya me había dejado en claro que no éramos amigos, sin embargo, sentí la necesidad de asegurarme. Saber si antes habían sido el enojo y la tristeza hablando por él, o si en realidad no me consideraba su amiga.
—Val… —Resopló. Sus ojos seguían hinchados, tenía ojeras, pero lo más sorprendente era la tristeza que destilaban, jamás había visto unos ojos llenos de tanto dolor. Además, estaba mucho más delgado que la última vez que lo vi, dos semanas atrás—. No tienes que sentir lástima y querer ser mi amiga. Yo me las arreglo solo. Ni siquiera entiendo por qué insisten con el doctor. No quiero venir aquí. Lo odio.