Cien por Cien

Capítulo veintiocho

Catorce días transcurrieron hasta llegar a lo peor de la semana. No, no me refería al baile, sino a los preparativos.

La mañana anterior al baile citaron a los voluntarios, esos entes solidarios y en búsqueda de beneficios para acceder a una universidad.

¿Cómo había terminado con ellos? Paula me inscribió pensando que hacía una buena causa. Lamentablemente, se equivocó en demasía. Empezando porque me tuve que despertar a las ocho de la mañana de un viernes en el que no había clases, asistir a la escuela y subirme a escaleras de seguridad dudosa para pegar globos.

Como si no fuera suficiente, también estaban Bea y Lucas. También conocidos como la pelirroja efusiva y participativa; y mi compañero en clase de Ciencias. Lucas era Paula, pero en versión masculina.

Ni siquiera Tory quiso venir.

Bea tomó el rol de líder, encomendando a cada uno una actividad. Una vez terminé de pegar un par de globos al techo, decidió que no era lo suficientemente buena, así que me envió a pintar un marco de madera que sostendrían las parejas para fotografiarse. Envidiaba a Lucas, él solo recortaba letras que otros compañeros ordenaban para formar una palabra que iría en la entrada.

Lo único bueno de graduarme era no tener que ver de nuevo a todos ellos.

Meh, sí extrañaría un poco a Lucas, les daba carisma a las clases.

Y a Bea, cuando en París me enseñó la importancia de un skincare.

Paula... Sí, y a Paula.

—¡Tu novio! —gritó Lucas. Sí, gritó, porque la zona donde recortaba estaba en un extremo del gimnasio muy lejos de donde yo pintaba a paso lento con un pincel del grosor de mi brazo—. El amooooor es una magia, una simple fantasíiiiia.

Las risas no tardaron en llegar. Finn, como buen deportista, se hizo respetar apenas puso un pie en el lugar. Infló el pecho y saludó. Unos cuantos que seguro lo conocían por el equipo de béisbol le decían "capi". No duró mucho el respeto debido a Bea.

—No estás inscrito —le avisó, escudriñando la lista de esclavos, alias voluntarios, que tenía en su mano derecha—. Lo siento, con todo el dolor de mi corazón, tienes que irte, niño lindo.

—Pero ¿qué te pasa?, si una mano adicional nunca viene mal —protestó Paula, quien fue mi reemplazo pegando globos—. Retráctate. Él es un rey, ¿qué no viste el video que subió Tory a Internet?

—Creo que puedo defender... —Un "Shhh" de Paula lo calló de inmediato. Él se cruzó de brazos al ver que una discusión se había desatado entre Bea y Paula, y vino hacia mí.

El pobre estaba con ropa deportiva a las nueve de la mañana. Su camiseta sin mangas daba buenas vistas a sus duros, bien formados y anchos brazos. Sacudí mi cabeza para eliminar esos pensamientos no tan puros y seguí con los movimientos laterales del pincel.

—¿Tú crees que sea un niño lindo?

—No —lo corté.

—Entonces ignora que vine a preguntar qué color de vestido usarás solo para comprar una corbata acorde. Eso nunca pasó. Adiós —Era broma, pero la seriedad en su tono provocó que por un segundo alzara la mirada con preocupación, chequeando si en verdad se iría. Todo lo contrario, se acomodó en una de las sillas de plástico que faltaba por colocar un listón dorado. Esto era muy complicado y aún debíamos quedarnos hasta la una de la tarde.

¡Explotación!

—Celeste. Usaré un vestido celeste. Te enviaré una foto para que te hagas una idea.

—Perfecto. No demores, no querrás a tu galán sin corbata.

Finn se encargó de que a ninguna silla le faltara listón. Bea dejó de oponerse, aunque era obvio que le disgustaba haber perdido.

La concentración del rubio era tierna. Sus deditos dándole vuelta al lazo, él mordiendo su labio inferior y entrecerrando los ojos para una mayor precisión en el ajuste.

—Oye —musité. Él pasó una mano por su rostro, frustrado porque dejó caer la cinta—. Te quiero mucho.

Lo poco de cinta que había recogido volvió a resbalar de sus manos. Sí, le chocó. Si bien habíamos compartido un 'te amo' (amical) anteriormente, este era nuestro primer 'te quiero'. Mejor dicho, mi primer te quiero, porque él aún no respondía. Sus ojos azules me perforaban, yo solo deseaba desaparecer. No había peor rechazo que el silencio.

—Te quiero más.

Entonces era yo la que dejó de hacer lo que fuera que estaba haciendo antes de escucharlo. Qué mal me sentaba tener sentimientos románticos, me volvía torpe. De no ser por toda la gente, yo misma me habría levantado de mi asiento para darle un beso. Estaba más que merecido.

En su lugar, Lucas se situó entre ambos con sus tijeras en mano.

—En primera instancia, me llevo los créditos por esta relación. Estoy muy seguro de que yo la inicié con mis pequeñas bromas. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. En segundo lugar, yo también los quiero —carraspeó—. Y como último punto, por favor, vayan a los baños o a donde sea que se ponga cachonda la gente de por aquí.

La idea de quitarle la tijera y usarla para cortarlo en pedacitos no sonaba tan mal.

—Creo que mejor le cancelaré a la banda escolar. Pensé en traerla para que me acompañen cantando Can't take my eyes off you —presumió—. ¿Muy cursi para ti?

***

El día siguiente fue una tortura total desde el amanecer. Mamá discutiendo con el abuelo porque ella había alquilado un auto moderno que nos llevara a la escuela a Tory y a mí, pero él insistía en llevarnos en su auto.

Spoiler: el abuelo venció y le pidió ayuda a un vecino para limpiar el auto.

Tory también suponía más problemas porque el vestido rojo por el cual se había decidido no aparecía por ningún lado y me culpaba. ¡A mí! Yo ni siquiera entraba a su cuarto. Finalmente, lo encontró sobre la cama de mamá. Por supuesto que Tory había olvidado que le pidió a mamá hacerle un arreglo.

Yo estaba tranquila viendo el mundo arder.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.