Varias semanas pasaron en un parpadear... obtuve de mis cacerías de vampiros los mismos resultados infructuosos, la búsqueda empezó a obsesionarme llevándome cada vez mas lejos de Berlin, buscando posibles animas, arriesgándome a ser descubierto. Ya empezaba a colmarme, me preguntaba a mi mismo "¿es posible que no halla ni un solo vampiro a parte de mi?", "¿algo les espantó?"; pero eso es inaudito, "¿acaso el lobo huye de las ovejas?", "¡claro que no!", simplemente se me escapaba algo. Estaba seguro que todo tenia que ver con la evastica, esa era la clave de todo, puede que sea el símbolo aristocrático de un lengua de dragón, realmente solo podía suponerlo, conocía poco de los ancianos, solamente tenia indicios de su existencia.
Mi determinación era superada por mi desesperación, odio la incertidumbre, pero un acontecimiento logro darme un aliciente, un pequeño entretenimiento para relajarme de mi frenética búsqueda. Lo recuerdo bien, nos llevaron a conocer una demostración mecanizada dirigida por Heinz Guderian. Era el verano de 1937, la luz tenia un brillo dorado cautivante. Había un gran numero de jóvenes de muchas zonas de Alemania, estaban inquietos y emocionados, en mi grupo estaba Edwin un rubio cuatro ojos de padres influyentes que nos empujaba con insistencia a presenciar la demostración. Berit, Bergen y yo le seguimos a regañadientes. En ese momento los vi por primera vez... carros en movimiento rapidos y coordinados, formaciones de aceros danzantes, al ver a los tripulantes asomarse por las escotillas superiores me parecían centauros de cuerpos metalicos. Una de esas maquinas se detuvo y de su cañón frontal escupió fuego que destruyo un objetivo en miles de pedazos. Estaba maravillado y pregunte "¿que artilugio es ese?", Edwin estaba a mi lado sorprendido mientras me respondía "son tanques, modelos Panzerkampfwagen III y VI". Edwin me dio una fuerte palmada en la espalda que me saco de mis pensamientos, le fije mi mirada como un depredador a una presa y este me la devolvió junto con una sonrisa diciendo: "tranquilo chico Ario pronto manejaras el tuyo, te lo prometo". En sus palabras había tanta seguridad que olvide por un momento que se trataba de un estúpido mocoso.
Mi curiosidad fue perturbada por la presencia de los instructores militares, muchos los vi bebiendo en bares durante mis incontables salidas nocturnas, me sentí abrumado, una sensacion inexplicable me intimidaba, como si mi inmortalidad no valiera nada, cubri lo mejor posible mi rostro mientras seguía a los demás hacia un Panzer modelo IV. Edwin se acerco efusivamente a uno de los instructores, resultando ser su hermano mayor, le insistió con tanta vehemencia que le hizo seder a permitirnos tripular una de esas maquinarias, entramos en el vehículo, acaricie el metal imaginando en que fragua podría haberse hecho el trabajo, era una sola pieza metálica de gran tamaño. Participe en la primera gran guerra pero solo en la infantería o caballería, la mecanización del ejercito seguía siendo muy revolucionaria para mi. El hermano nos dio una breve instrucción de como se manejaba el tanque, las posiciones, el cargado, el uso de la radio, la metralleta y la movilidad del mismo, debo admitir que nunca había asimilado tan rápido un conocimiento y para los niños les resuelto un simple juego.
Me posicione en el puesto del conductor, Berit de artillero, Bergen en la metralleta, otro chico llamado Alois se coloco como cargador y por ultimo Edwin de líder, este ultimo escucho perfectamente las instrucciones de su hermano pero las descartó, me pidio de inmediato avance rápido desde esos extraños micrófonos de garganta, me fue fácil manejar la maquina mientras veia el trayecto por una pequeña abertura, así comenzamos a surcar los montículos y obstáculos con perfecta coordinación ante los ojos atónitos de los instructores, logre ubicar la maquina frente a uno de los blancos, Alois con maestría preparo la carga y en un instante el artillero había volado por los aires al blanco, dentelleando chispas que incluso llegaron a mi ranura de visualización. En cinco minutos logramos el recorrido total con perfecto desempeño, al terminar la labor, nos bajamos eufóricos comentando nuestras experiencias personales. Sin embargo, cuando vi al hermano de Edwin tomándole con fuerza mientras le daba unos golpes supe de inmediato que el niño nos habia hecho participe de una travesura, sentí furia, lo menos que deseaba era llamar la atención, "idiota niño... me has delatado", eso me lo pensé mientras pensaba en comosalir de la situacion. Esperaba reprimendas y expulsión; pero para mi sorpresa el mismísimo Guderian nos extendió la mano, felicitándonos por tener ese valor, típico de un alemán, aunque advirtió que la disciplina es mas importante. Nos invito a ingresar en una división de tanques apenas termináramos las actividades en las juventudes y dio instrucciones a nuestro Oberstammfuhrer para que fuéramos instruidos en la sección de Motor-HJ.
Conducir un tanque es una experiencia inolvidable, manejar esa fortaleza guiándome por una angosta ranura fue indescriptible, ya no era necesario preocuparse por el alimento del caballo, ni su descanso y quizás lo mas agradable era no recordar el olor a estiércol en los zapatos.
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Editado: 26.11.2024