Científicos, Hechiceros y Astronautas.

Hechiceros – Academia Consagrada 2.

En la red de magia, el Ocaso despierta,

Sus ramificaciones, un mundo que concierta.

Administra su esencia, Ángel Guardián,

Regula la forma en que sus usuarios la entendían.

Un rio de poder fluye y se expande,

Cada rama, historia única, nunca se desbande.

La administradora guía con mano experta,

Y los usuarios crean, su  pasión inserta.

 

Fragmento del Kronika Biblios.

Por el Navytragwyd Mnemónico Levivel.

 

 

Ubicado en el departamento de Las Heras, el Parque Provincial Aconcagua es una reserva natural protegida. Un lugar bastante árido y muy frio que alberga grandes glaciares, actúa como reserva hídrica y es un importante sitio arqueológico; aunque esas cosas no impiden que puedan ir turistas a presenciar lo hermosos paisajes, hacer senderismo, escalada e incluso acampar en ciertas zonas delimitadas.

     Al menos eso es lo que se le permite conocer a la gente común, a los Cenizos, aquellos humanos que no han nacido con la cualidad de manifestar su voluntad como fuego de sus manos. Para ellos el Parque Aconcagua no es más de lo que se ve, un lugar de paso turístico en la Ruta 7 entre Chile y Argentina. Pero para aquellos que sí han nacido con la Bendición del Ocaso este lugar es mucho más, donde se encuentra una de las instituciones más importantes de la Orden Cisterciense. La Academia Consagrada de Artes Místicas y Arcanas.

     Solo que un lugar tan importante no podía estar a simple vista, para llegar allí es necesario cruzar la Barrera Esmeralda, un hechizo ancestral del cual casi nadie conoce su origen o funcionamiento. Se sabe que la Orden lo utiliza para construir todas sus instalaciones y mantener separado lo más posible el caos magico de la sociedad ordinaria, el hechizo realizaba una copia de un espacio determinado del cosmos y lo replicaba en una dimensión sellada. Un lugar seguro que podía ser modificado sin alterar o percatar a los Cenizos.

 

 

     Sentado sobre su pupitre de madera Federico tenía la vista perdida en el ventanal a su izquierda, ya era el cuarto día desde que habían comenzado las clases y él todavía no lograba acostumbrarse a todo esto. No fue a una escuela en la primaria sino que tenía tutoras que iban a su casa a enseñarle, pero ahora todo esto era diferente. Su curso estaba formado por 15 estudiantes en total y una sola maestra para todos, eso le parecía una total estupidez. Una sola persona no podía encargarse de 15, era un desastre.

     Normalmente luego de la parte teórica, cuando le dejaban asignadas actividades para realizar, al terminar sus tareas las tutoras de inmediato iban para corregirle. Sabía que había hecho bien, que hizo mal, como corregirlo y rápidamente proseguían; todo era muy dinámico.

     La parte teórica de la clase fue casi igual a como cuando estudiaba en casa, solo que tenía algunos compañeros que les parecía que eran medio tontos y preguntaban lo que la maestra acababa de explicar y atrasaban todo. Federico podía tolerar eso, pero la parte de las actividades fue la peor.

     Sobre el banco de madera se encontraba la hoja escrita con tinta negra, había completado todas las consignas que aparecían en el libro de la materia. Pasaron los minutos y como la maestra no fue a corregirle él directamente tuvo que pedirle que lo hiciera, su sorpresa fue grande al encontrarse con la negativa de la profesora ya que antes se encontraba una fila de compañeros con dudas sobre como completar las actividades.

     Volteando su cabeza hasta la mujer de pantalones ajustados y buzo Federico soltó un suspiro <Ni siquiera acabaron sus tareas, que estupidez total es esta> volvió a observar la ventana <Y todavía falta demasiado tiempo para regresar a casa> pensó que si se sentaba en la fila del frente podría recibir más atención de la maestra, y así fue por unos momentos, pero no por la totalidad del tiempo como él esperaba.

     <Esto es muy aburrido, cuando me dijeron que iría a una escuela especial no me imaginé esto. Parece una secundaria promedio de los Cenizos> y así lo era, pero al menos por su primer año solamente. Si se comparara el programa de estudios de una escuela normal y de la Academia Consagrada habría muy pocas materias distintas, al menos en su primer año. Lo que realmente esperaba Federico, la razón por la que no lloraba y pataleaba para que lo hicieran regresar a casa con sus padres aunque luego estos lo retaran por eso, era lo que se encontraba más allá de la ventana.

     El enorme castillo de piedra con estilo inglés que era el colegio tenía varios pisos, el aula de clases del grupo de Federico estaba en el primero y tenía la vista perfecta al patio. El exterior no era igual de árido, rocoso y frio que fuera de la Barrera Esmeralda; había sido modificado utilizando Grimorios. Afuera podía verse una pradera verde de pasto corto con la luz de un cálido y amigable sol.

     Pero eso no era lo único, un grupo de estudiantes de tercer año se encontraba allí fuera practicando, hacían lo que realmente a Federico le gustaría hacer solo que para su mala suerte recién en el segundo año es cuando se lleva a cabo la ceremonia para que los Grimorios elijan a los estudiantes que serán sus portadores.

     Los jóvenes de entre 15 y 16 años utilizaban los mismos uniformes que los del curso de Federico, el uniforme de la academia: una túnica azul oscuro en cuyas mangas y cuello sobresalían tonos más cálidos, y en la altura del corazón estaba grabado el rango del estudiante. Los de primer año como él tenían escrito “Vela Incipiente” y sabía que las personas de afuera eran de tercero porque lograba distinguir las palabras “Llama Brillante” tejidas con color naranja en la tela.




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