Científicos, Hechiceros y Astronautas.

Hechiceros – Academia Consagrada 4.

Resplandor, ¿qué es lo que ilumina

El espíritu? Muéstrate, desenfócame.

Quiero el frio que hace nacer mi calor.

La oscuridad y mi pequeña llama

Arrebatada a los dioses.

Si no encontrase mi fuego,

Si no logro verme, oírme, olerme,

 Tocarme, comerme, presentarme.

Ya no seré luz, aliento, aroma.

Seré halo, atravesando sustancias.

 

Poema del libro Susurros Llameantes.

Por Victoriano Menowuey.

 

 

Sin darse cuenta Federico se encontraba aguantando la respiración el tiempo que normalmente podría durar, así se reducía drásticamente porque además concentraba toda la fuerza de su organismo en la palma de la mano derecha. Pero este acto tenía sus frutos, su llama interna se manifestaba alrededor de toda su mano, brillando de color blanco y gris. No era grande o llamativa, aunque al menos había logrado mantenerla encendida más tiempo que antes.

     Sin embargo, no podía durar mucho en ese estado. Sus pulmones rápidamente comenzaron a gritar por oxígeno, toda la fuerza de su cuerpo dirigida hacia su mano como si se tratara de un tubo de gas se cortó, y con eso también se apagó la llama. Rápidamente el chico de primer año inhaló y exhaló desesperadamente, su rostro estaba colorado y tenía el cuerpo más relajado ahora.

     Se encontraba sentado en una mesa circular de madera, y a su lado estaba Brahms quien analizaba la situación con ojo crítico –Eso no estuvo mal –comentó y a su “amigo” le daba la sensación de estar siendo gentil apropósito solo para no hacerlo sentir mal. De todas formas, para su fortuna o desgracia, esa sensación duró lo mismo que su llama interna–. Solo que esa no es la manera, si hicieras eso en frente de la profesora sin duda te castigaría o te haría pasar el ridículo insultándote en frente de la clase –agregó alejando un poco la mirada al conocer cuánto podían quemar esas palabras.

     Y como él esperaba cada una de las chispas de esas palabras irritaron la piel de su compañero –Pero viste que así pude mantenerla por más de un minuto ¡más de un minuto! Es la mejor técnica que tengo. –Tenía el ceño fruncido y en su rostro se formaban arrugas por la mueca de su boca.

     –Y lo entiendo, creo que es un buen principio. Pero no puedes esperar aguantar la respiración y colocar cara de que estas cagando en el baño cada vez que quieras encender un hechizo de un Grimorio.

     –Me parece que eres un pésimo profesor. –Soltó de golpe cruzando los brazos para seguido darle un sorbo a la gaseosa de un vaso de vidrio que tenía al lado.

     En vez de fastidiarse Brahms aceptaba ese hecho como una verdad –Y creo habértelo advertido. Yo no sé muy bien cómo explicártelo, mi padre me lo enseñó hace muchísimo y desde entonces practicaba solo. –El chico de las Raíces del Ocaso soltó un suspiro–. Siento que es como andar en bicicleta, simplemente te subes y andas. Una vez que sabes lo haces en automático y no te puedes olvidar.

     Eso solo logró empeorar la expresión de enfado de su amigo –Eso no me sirve.

     –No entiendo –intentó cambiar el tema para apaciguar su enojo –Todas las familias de Arcanos les enseñan a sus hijos como manifestar su llama interna ¿Por qué tu padre no te enseñó?

     –Qué se yo, nunca lo he visto encender su llama, pero todos me contaron de la época en que si lo hacía, incluso vi fotos así que sé que es verdad. Simplemente dejó de hacerlo, y mamá no era muy buena enseñado… tampoco estábamos tanto tiempo juntos.

     Antes de poder contestar a eso los dos alumnos de primero fueron interrumpidos por la tercera persona que los acompañaba. Mónica también se encontraba en la mesa con ellos dos y la posición de la silla de cada uno daba la forma de un triángulo isósceles –Ya terminé de hacer los cálculos –comentó dejando su hoja en medio de la mesa, a ambos costados tenía los mismos ejercicios, pero hechos por Federico y Brahms.

     Los dos dejaron de lado su entrenamiento con la llama interna para concentrarse en eso – ¿Y quién lo hizo bien? –quiso saber Federico, sonaba desesperado y acercó más su cabeza a la chica castaña.

     –Tu –constó ella sin vacilar–. Los resultados que saqué son los mismos que los tuyos. Sí habías hecho bien la tarea.

     – ¡Lo sabía! –exclamó él dándole otro sorbo a su vaso–. Era obvio, si tuve muy buenos tutores de matemática.

     Brahms bajó la cabeza desilusionado –Uy entonces vas a tener que enseñarme a resolver esos ejercicios –exigió, sus mechones naranjas resplandecían con la luz del foco que tenía encima. Los tres no se encontraban en la Academia Consagrada de Artes Místicas y Arcanas, estaban en una cafetería que tenía más la apariencia de un bar. En las mesas circundantes había tanto otros estudiantes como personas de variadas edades y trabajos, varias como clientes y otro poco con uniforme de meseros trabajando.

     –Que buena tu suerte que soy mejor enseñando Matemáticas que tu Fundamentos Thelemicos.

     –Sí, si chicos. Ambos son unos genios y todo lo que quieran. Pero todavía nos falta hacer la tarea de Lengua Castellana y es para la primera clase del lunes –informaba Mónica sacando de su mochila otra carpeta y guardando las hojas con cálculos.

     Brahms se llevó las manos al pelo – ¿A quién se le ocurre poner esa materia como primera del lunes y ultima del viernes? Claro que van a dejar tarea todos los fines de semana así.




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