Científicos, Hechiceros y Astronautas.

Hechiceros – Academia Consagrada 7.

Bajo el esplendor dorado que aparece luego del medio día la luz se filtraba a través de las ventanas altas y arqueadas, pintando patrones de luz y sombra en el suelo pulido de madera del enorme castillo.

     Dentro de un aula un estudiante solitario se encontraba inmerso en la tarea de limpiarla, era la tercera que limpiaba en el día. Se había encargado de dos a lo largo de la mañana y hasta que la maestra no dio su visto bueno no pudo pasar a la siguiente, para su sorpresa le dieron un buen tiempo de descanso para el almuerzo pero ahora tuvo que regresar a su labor, al castigo que le impusieron por su travesura frustrada.

     Su figura estaba llena de determinación mientras barría, y los rayos de luz del día impactaban sobre los mechones naranja de su cabello potenciando su brillo. Cada uno de sus movimientos era como la danza resultante del esfuerzo de una llama llena de resignación, obviamente Brahms estaba muy molesto porque el estúpido de Simón los había delatada <Tendría que haberlo golpeado todavía más fuerte> pensó para sí a la par que ejercía demasiada fuerza para barrer.

     Ahora la notificación de su mal comportamiento le llegaría a sus padres y se armaría un gran problema, el joven se cuestionaba si estar lejos de ellos ahora era lo mejor o lo peor. Pero tampoco era algo a lo que le diera mucha importancia, si él y sus amigos fueron descubiertos eso se debía a su incompetencia y tendría que mejorarlo en un futuro, aunque ahora solo le hacía arder de furia.

     Su mirada se mantenía fija en el suelo, inútilmente intentaba mantener un rostro sereno para aparentar cuando la maestra pasaba cada tanto a verificar su progreso. Ya era la tercera aula que limpiaba en el día pero sus músculos sentían como si fuera un trabajo que hizo desde siempre, sentía que iba desarrollando la meticulosidad de la rutina para ser más eficiente y así acabar más rápido.

     A medida que barría, Brahms podía notar las pequeñas partículas de polvo y motas de suciedad gracias al reflejo de la luz de las ventanas, estas bailaban por el aire y de solo ver la cantidad que eran su cuerpo se cansó más y soltó un suspiro –Uy ¿Cómo le estará yendo a Fede y Mónica? Imagino que ella no tendría muchos problemas, debería haberle pedido algún consejo antes de comenzar.

     Claramente no había nadie cerca para responder a su pregunta, sus ojos se movieron por toda el aula analizando su progreso, sentía que ya iba por más de la mitad aunque en realidad no era el caso –Me falta poco así que mejor me tomo un descanso. –Sin problemas soltó la escoba y esta cayó de un golpe al suelo.

     Él se encontraba solo en un aula, pensó que es lo divertido que podría hacer y no pasó mucho tiempo para que obtuviera una respuesta. Se acercó al pizarrón y con una tiza dibujó algo que se asemejaba a un libro mágico abierto y luego se paró a un costado, Brahms cerró los ojos y tomó aire para luego abrirlo de vuelta – ¡Cuidado! Se acercan unos Vermibus por ese lado. –El chico encendió su mano en un flameante fuego escarlata y la aplastó contra el dibujo de tiza de las páginas del libro.

     En ese instante el fuego volvió a apagarse pero su imaginación se encendía con mayor intensidad, se imaginaba siendo un poderoso Arcano que fue elegido por un Grimorio del Caos. Luchaba contra amenazas paranormales y tenía una mayor confianza para encarar a quienes le gustaran sin temor a más estúpidos rumores, después de todo sería tan popular en la Orden que esos rumores no duraban mucho.

     Sin embargo, antes de poder continuar todo su cuerpo se paralizó por un segundo. No se trataba del efecto de un fuego etéreo sino del interior de su organismo, se llevó una mano a la entrepierna como si eso le ayudara a aguantar las ganas de ir al baño –Este Arcano necesita mear –se dijo para apresurarse en borrar el dibujo del pizarrón por si venia la maestra y corrió al baño más cercano.

 

     Al acabar sus necesidades Brahms salió del baño, no se había lavado las manos porque estaba solo y no pensó que le hiciera falta. Una vez en el pasillo iba a ir directo al aula que le asignaron para seguir limpiando pero unos extraños sonidos llamaron su atención, se trataba del eco de voces en una conversación distante <Que extraño, el fin de semana los alumnos no tienen permitido venir al sector de aulas del castillo> en este momento cualquier cosa seria más interesante para él que seguir con su castigo, así que dio media vuelta en la dirección contraria para seguir aquellos sonidos.

     <No sé qué aulas les asignaron a Fede y Mónica pero esas voces no suenan como las de ellos> eso solo aumentaba más su curiosidad ¿de quienes podría tratarse? ¿Cuál sería la razón para tener una conversación oculta en este sector de la academia? Cada pregunta era solo más combustible para la llama de su curiosidad, una llama que lo impulsaba como un transporte de vapor a seguir en esa dirección < ¿Sera el traficante de Pergaminos?> era una buena hipótesis pero rápidamente la descartó <No, esta no es la zona donde los vende>.

     Cuando el sonido de las voces aumentaba Brahms intentaba que el de sus pasos disminuyera, mientras más se acercaba fue que las voces que charlaban tomaron una mayor claridad y él pudo distinguirlas sin mucho problema, para su mal gusto. Se detuvo al lado de la puerta entreabierta del aula, no se animó a meter la cabeza y de todas formas tampoco hizo falta porque supo que se trataba de los idiotas Delocaso, los tres hermanos con Ojos del Cielo estaban reunidos allí, hablando: Miguel, Mariela y Simón.

     –Creo que ya ha pasado una buena cantidad de tiempo –comentó este último con un tono confiado, Brahms se imaginaba que tendría su estúpida sonrisa burlona al decirlo.

     Pero la confianza que Simón desbordaba de más parecía faltarle a la hermana de en medio –No estoy segura, quizás es muy pronto todavía. Deberíamos esperar un poco más.




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