En el interior de la Barrera Esmeralda de la Academia Consagrada el hechizo de día estaba volviéndose noche, las clases ya habían acabado e incluso los faroles encantados comenzaban a prender sus velas interiores para iluminar las calles.
Caminando por estas, acercándose a la salida del pueblo se encontraban dos estudiantes, tenían puestos los uniformes azul oscuro con tonos cálidos en las mangas y el cuello; a la altura del corazón estaba bordada con hilo naranja las palabras “Vela Incipiente”. El ambiente que rodeaba a Mariela y Federico expresaba incomodidad, principalmente del chico.
Aunque pocas veces vinieron a esta parte del pueblo de todas formas el hijo Bellarmy conocía el lugar, la única vez que había ido antes fue el primer día de clases: cuando ingresó a la Barrera Esmeralda por primera vez atravesaron un bosque, un rio, luego llegaron al pueblo, cruzaron un prado y entraron en la academia. Ahora estaban realizando el mismo camino pero a la inversa.
–Sé que no hay palabras suficientes con las que pueda expresarme. –Rompió con el ambiente incomodo aquella chica, dentro de su cuerpo corría la sangre de la familia Delocaso, algo que podía saberse por sus Ojos del Cielo porque tenían una tonalidad violeta al caer la noche.
Las repentinas palabras alertaron un poco a Federico, su cuerpo se sacudió súbitamente y clavó la mirada en su compañera con ojos temblorosos, pero la dejó continuar –Mi hermano te ha estado molestando bastante últimamente y yo sé que eso no está bueno. Por suerte ya logré encontrar la forma definitiva en que se detuviera. –Ella esbozó una sonrisa al final de la oración.
–Uy, qué bueno eso –contestó el chico aunque con un tono vacilante cargado con la misma incertidumbre que tiene uno al saber si su llama se apagara en un día ventoso, casi podría sonar más como una pregunta que una afirmación.
Los dos caminaban a la par aunque en realidad Federico seguía a Mariela, disimuladamente y casi sin que el otro se diera cuenta ella fue acercándose más a él. Cuando terminaron de salir del pueblo el camino de piedras los llevaba a lo profundo del bosque, allí dentro la luz era mucho más escasa y en varias ocasiones las manos de ambos chocaron “accidentalmente”.
Cuando por fin la hija Delocaso se detuvo Federico se dio cuenta que los faroles encantados parecían grandes luciérnagas a la distancia, cuya luz estaba mayormente tapada por los gruesos troncos de los árboles. La chica que tenía la iniciativa observó fijamente a su compañero –Sé que no hay nada que pueda hacer para compensar el mal que hizo mi hermano, aun así, me gustaría intentarlo.
Dejando de lado el consentimiento de su compañero la chica unió sus manos con las suyas, su piel tenía una calidez agradable pero hacía que un escalofrió recorriera a Federico, y no era uno disfrutable –Desde el primer día que te vi, me pareciste tan atractivo. –Al decirlo ella sacó más su pecho y se acercó más a su compañero al punto que uno podía sentir la respiración del otro–. Y mis padres siempre dicen que hay que cuidar el linaje de la familia, me siento afortunada al pensar que no tendría ese problema en un futuro ¿tú qué opinas?
Antes de que Federico pudiera llegar a decir algo un muy fuerte golpe impactó contra la parte trasera de su cabeza, Mariela se hizo a un costado y el cuerpo de su compañero cayó como un árbol talado hacia el suelo. Por su espalda se reveló la presencia de Miguel y Simón, este último agarrando con fuerza entre sus manos una enorme rama –Buen trabajo hermano, ahora solo queda acabar con esto.
–Mejor apresurémonos, no sé por qué pero esta vez el comportamiento de Federico me dio más vergüenza ajena de lo normal. El pobrecito es todavía más virgen de lo que esperaba. –La chica empezó a reírse exageradamente mientras sus dos hermanos tomaban el cuerpo inconsciente para levantarlo de los brazos y los pies.
A unos 200 metros de distancia un grupo iba siguiendo a la pareja que caminaba sola más adelante, eran Mónica, Brahms y dos estudiantes de tercer año: una chica y un chico. Ellos ralentizaron sus pasos cuando vieron a los otros dos terminar de salir del pueblo e ingresar al bosque.
–Qué extraño que vayan a ese lugar –pensó Mónica.
–Estoy de acuerdo, si solo quería hacer algo sexual escuché que hay mejores lugares ocultos dentro de la academia –comentó la estudiante de tercero.
–Es posible que le guste la naturaleza… y la noche. –Agregó Brahms, aunque los mechones naranja de su cabello negro no brillaban aun con la luz de las farolas cerca–. A menos que quieran salir de la Barrera Esmeralda.
–No debe ser, si la atraviesan los maestros se enterarán –dijo el estudiante con el Grimorio de la Sabiduría.
Después de que pasaran unos segundos los cuatro retomaron su trayecto, en teoría seguirlos por el bosque debería ser una tarea más sencilla porque tendrían más lugares donde esconderse entre los árboles y no ir entre las esquinas de las cosas o en medio de grupos de personas. El problema se encontraba en que el bosque era muy silencioso por lo que tenían que evitar hacer el mayor ruido posible para no ser descubiertos, además la oscuridad complicaba un poco ver en el suelo y tenían que ir con cuidado para no tropezarse o chocar con algo que haga mucho ruido.
No fueron directamente por el camino de piedra sino que por un costado, habían perdido de rumbo a la pareja pero eso no les preocupaba porque conocían el punto de reunión a donde quería llevar Mariela a Federico. Sin embargo, cuando llegaron a ese lugar no se encontraron a nadie. Se movieron entre los árboles para poder ver desde distintas zonas pero en efecto no había nadie, y tampoco escuchaban nada.
– ¿Estas realmente seguro que este es el lugar? –quiso saber el de tercero.
Brahms se llevó las manos a la cabeza con pánico – ¡Sí! Ella me dijo que vendrían a la zona del bosque donde estaba la piedra con forma de conejo. –Acto seguido señaló a una peculiar roca con dicha forma a un lado del camino de piedra– ¿Sera que tu hechizo de ilusión se desvaneció y ella descubrió la verdad?
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Editado: 28.12.2023