Cinco dedos

Único capítulo

Uno, dos, tres, cuatro. La gélida tarde llegó acompañada de una fina capa de lluvia y el doctor ya llegó a su destino: el n° 1876, calle Buchardo. Sus dedos carnosos tocan el timbre, con desesperación le abre un hombrecillo contrito, y le invita a entrar como si en vez de a su casa lo esté haciendo pasar a un calabozo. 

-  Sujeto 236, no?  

- Sí, Luis. Siéntese si gusta.

 Le toma la mano para saludarle, intentando a la vez esbozar una sonrisa medianamente encantadora para que su cliente se sienta a gusto (ya que leyó en uno de sus últimos volúmenes de psicología científica que la sonrisa es un gran generador de confianza). No funciona. El dueño de casa se contorsiona asustado por la repentina toma de su mano y acaba intentando devolverle la expresión luego del susto, pero esta termina pareciendo una mueca inquietante.

 Pasado el incómodo momento, Luís señala un par de sillones gemelos con desdén y el doc rápidamente se desenvuelve hacia uno de los asientos. Comienza a sacar su material de trabajo, bolígrafo de tinta, libreta, y un par de revistas para parecer más profesional; mientras que el otro se sienta perezosamente con lo que parecen sus últimos alientos de vida. Cruzar las piernas, golpetear la lapicera, inclinarse hacia adelante, la mirada profunda y aguda, tomar aire, largarlo con superioridad, listo…

- Comenzamos? 

- Perfectamente.

- Bien. Dígame, por qué decidió pedir una cita? Que le ocur…

- Mire doc -comenzó una veloz verborragia- es algo difícil de explicar. Puede que le parezca estúpido o que estoy exagerando, pero le juro que esto me consume. Soy demasiado feliz. La vida no me ha dado desde que nací ni una sola adversidad, y estoy harto, nada cambia para que yo me sienta más… vivo? Nose bien como decírselo, por eso lo llamé en primera instancia. -Breve pausa, el paciente toma aire- ¿Dónde están mis adversidades? ¿Cómo puedo tener una historia sin un conflicto? ¿Cuándo podré emerger, como el protagonista de las novelas, si no hay razón para que emerja? ¿Entiende? Sin un nudo no hay historia, no hay vida. yo…

 Se rompió y bajó la cabeza. No había lágrimas, ni expresiones de desesperación; pareciera que ya había hecho el duelo por sus fracasos y solo le quedaba hundirse en el silencio.

 Confuso por sus palabras, el otro intenta sacar algo más de información. Previo un leve carraspeo. 

- Entonces usted quiere… un cambio en su vida? -el otro afirma con el cuerpo- Oh, bueno. El cambio empieza por uno, no puede esperar a que su entorno sea distinto. Si usted desea que las cosas cambien, debe hacerlas distintas, probar algo nuevo. Precisamente de eso trataba el último congreso al que asistí en Inglaterra, sabe? Una cosa impresionante, allí mismo se mencionaron algunas opciones; música, algún deporte, escribir coplas, bailar tan...

- Señor, por favor. No cree que ya probé todo eso? Piensa que voy a hundirme tanto como para llamar a un psicólogo sin antes intentarlo todo? Podría estar horas mencionando todo lo que ya hice, pero eso no es un cambio en absoluto. No me emociona, ya no cambio, casi nada me produce adrenalina, no me siento vivo desde… desde nunca. Quedan unas pocas opciones, pero les tengo miedo; tal vez, tal vez podría com... 

 Cerró sus labios y volvió a bajar la cabeza, parece que es uno de esos días donde nunca se terminan las frases. El especialista aprovecha el momento para arremeter con énfasis.

-  ¡Ahí está! No puede dejar que el miedo lo paralice, arriésguese, que así es como las cosas buenas en la vida llegan. Vamos, piense conmigo en eso que desea pero le atemoriza, piense en los pros y los contras; contémplelo por unos segundos y verá que aquello que le asusta no es para tanto… vió?

 Su sonrisa de profesional inmaculada brillaba frente a su paciente, esperando una respuesta con ojos expectantes. Él se tomó unos segundos de debate interno con la cabeza gacha, la levantó y una sutil felicidad se escapaba por sus labios junto con un brote de esperanza en sus ojos. 

- Si, gracias, está decidido...

Uno, dos, tres, cuatro, cinco.

- Está caluroso doc, no? quédese ahí que voy a por algo de tomar.

 El sospechosamente matriculado observa a su paciente por unos segundos, hasta que queda por detrás de su espalda y ya no lo puede ver. Espera.

 De repente, una pequeña mano extraña lo toma por detrás y se hace de noche para él.

 Ya es el día siguiente, el que antes era paciente del psicólogo ahora es un hombre nuevo gracias a la ciencia. Sonriente revuelve su estofado de almuerzo; verduras, caldo, algunos dedos carnosos y especies. Sí, le ha hecho caso a su doc; también hay alguna que otra oreja flotando en la comida. Ya está listo, se sirve y prueba; hmmm, delicioso el doctor. Con suerte, ahora todo será distinto, por fin Luis está un poco vivo.   

     



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En el texto hay: psiquiatra, relato corto, vacio existencial

Editado: 28.11.2020

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