Cinco Elementos. La Prisión para Magos de Valtoria.

V.

—¡Director Grant! ¡Director! —El hombre arqueó una ceja al escuchar las pisadas y los gritos de su nombre por parte de un par de apurados y compungidos guardias que a pasos acelerados avanzaban a la oficina. “Qué pasa ahora” pensó.

—¡Adelante! —gritó antes de que los guardias siquiera tocaran la puerta, poniéndose de pie con las manos en su escritorio. Aun no era mediodía y este jaleo era hace tiempo inusual. Botó una bocanada de humo antes de apagar su cigarrillo sin mirar donde.

—¡Con su permiso, Director! —Ambos guardias se cuadraron, afirmando las espadas que aún se movían colgando de sus cinturones.

—Con su permiso y sus disculpas, Director. ¡Winston está aquí! Se ha negado a esperar aprobación y ha enviado a su guardia a sacar a los prisioneros de sus celdas. Dice tener permiso del comandante en jefe de la Unidad Anti Magia.

—¿Krom? Krom jamás permitiría volver a la barbarie de la gestión anterior. —Grant alistó su abrigo oficial, pistola y sable, dirigiéndose por los pasillos a paso acelerado a confrontar a Winston. “Escoria” pensó furioso. Ambos guardias le siguieron la marcha.

Winston era conocido por ser un hombre ambicioso y sin moral. Una serpiente que no solo se regocijaba torturando enemigos, sino que alguien capaz de cualquier cosa con tal de escalar en la jerarquía de las fuerzas de orden, y por ende, en el poder político. Antes de que Grant asumiese como director de la prisión, el Sargento en colusión con el anterior encargado organizaba apuestas en la prisión, enfrentando a todo aquél que quisiese algo de dinero o gloria con reclusos. Al llegar Grant a la dirección acabó de inmediato con esta práctica, informando al Capitán General Olivander Krom de la corrupción en el ejército y círculos de la antigua aristocracia, haciendo una limpieza general del personal de la cárcel. Perder cada semana a un prisionero —pues los magos solían morir de formas sangrientas en duelos preparados para satisfacer y enriquecer a los espectadores— significaba que la investigación no avanzaría jamás, eso sumado al desprecio que sentía Grant por la corrupción y el estancamiento de Nova Orda en relación al resto del continente, debido —en su opinión— en gran parte a la negligencia de los mandos medios le hicieron focalizarse firmemente en reordenar el funcionamiento de la prisión una vez asumido su cargo. Winston era entonces, un símbolo del estancamiento y la vulgaridad de la nación, que probablemente se mantenía en las fuerzas de orden a base de extorsión, pues era entre otras cosas un gran captador de secretos… Pero ¿Krom? ¿Podía incluso un héroe nacional corromperse así?

Grant lo vio a la distancia, en el patio central de la prisión, como Winston, escoltado por 6 miembros de la Unidad Militar Anti Magia se abría paso a empujones entre los guardias de la del recinto que intentaban contenerlo. Su inconfundible cara rechoncha, su barba larga y sucia, su enorme y abultada panza, la figura de la infamia estaba –por segundo día consecutivo— contaminando el lugar de trabajo del director.

—¡Guardias! ¡Formación! —ordenó Grant a sus subalternos, algunos en el suelo después de algún empujón de Winston. Esto provocó que se cuadraran rápidamente, en su gran mayoría avergonzados, todos con una mano en el mango de su revólver. El sargento Winston estalló en una enorme carcajada que llenó su alrededor de saliva.

—¡Unas completas gallinas! —gritó el gordo sargento para luego dar vuelta su mirada a Grant quien se acercaba a encararlo—. Pero bueno, viniendo de tus subordinados, Director… —añadió con sorna.

—No tienes autoridad aquí, Sargento —dijo Grant, con ira contenida—. Dame una razón para no aprovechar la oportunidad y llenarte la panza de agujeros, rata —añadió, mirando esta vez de reojo a los miembros de la guardia de la prisión. Winston resopló, hizo un ademán con la mano a uno de sus escoltas, y sonrió de oreja a oreja mostrando todos sus amarillentos dientes, la mirada casi maniática. El escolta de Winston, quien cargaba un fusil largo en la espalda, sacó un papel del bolsillo, lo levantó y se lo llevó a Grant. El director solo pudo apretar los dientes cuando vio el sello de Leopoldo III junto con el del Capitán General Olliver Krom. Nublado por la molestia, Grant alcanzó a distinguir en el comunicado el nuevo plan de entrenamiento del ejército de Nova Orda, que en su capacitación para enfrentar amenazas internas o externas, acudiría a la prisión para entrenar a sus cuadros frente a sujetos portadores de magia. En un comienzo mediante combate singular. “Hijo de…”, pensó el director de la prisión. Si este plan significaba progreso para Nova Orda, no lo cuestionaría moralmente, y si la orden venía con el sello de Leopoldo III, no podía sino acatar, pero… ¿Winston? ¿No había otro?

—Guardias. Ayuden al Sargento en lo que necesite —dijo finalmente Grant luego de aclararse la voz.

—Así está mejor, Grant. Puedes retirarte —agregó Winston con mirada despectiva, escupiendo el suelo a los pies del Director, el que solo pudo empuñar las manos y tomar distancia en silencio.




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