Cinco Elementos. La Prisión para Magos de Valtoria.

XXIII. La mujer de la ley y el noble bandido.

Camilo por su parte, había pasado gran parte del año aprendiendo sobre lo que ahora entendía como “el mundo real” con ayuda de Nathaniel. Desde aquella primera aventura, donde logro encontrar a Emily —la que con el tiempo terminó por desarrollar una relación amorosa con Nate—, fue paulatinamente reconsiderando y cuestionando cada una de las normas, juicios y verdades bajo las cuales había sido educado. Esto en parte debido al acceso a literatura nueva, que solía vender Nate de contrabando y por otro lado observando la realidad con sus propios ojos.

Lo que primero solamente intuía y luego había llegado a negar en shock, pasado un año eran verdades innegables para el joven Ferranza, las que por supuesto, no comentaba con su familia. Quizá si había tanteado ligeramente con Melina, pero nunca en profundidad.

En sus andanzas había descubierto, por ejemplo, que lo que se entendía por “Magia”, castigada y perseguida, no era sino el manejo de energía vital, que el mundo no se dividía entre personas con o sin magia, si no que había niveles y como todo, podía entrenarse.

Los “Magos”, eran, finalmente, aquellos que tenían una energía suficiente para hacer reaccionar los detectores de médicos y policías, o bien quienes eran descubiertos realizando alguna hazaña que implicaba abierta y visiblemente el uso externo de esta energía. Habiéndose negado, prohibido y estigmatizado durante tanto tiempo en Nova Orda y las naciones del continente, era natural que fluyera muy poco y de manera torpe, a diferencia de naciones como Feng, donde bajo el nombre de “Qi”, cultivaban esta energía por razones culturales y desde comsmovisión, partiendo a corta edad, comenzando con el objetivo de mantener una buena salud y aumentar la longevidad.

Nate, que había nacido en la Zona de los Barrios Populares, sector bastante abandonado y caótico, tuvo la suerte de no someterse al “Detector de Magia” que solía aplicarse a los recién nacidos en hospitales, y con el tiempo y la confianza le comentó su secreto a Camilo. Su habilidad le permitía generar ilusiones visuales de bajo nivel usando —sin saber exactamente como— el agua de la lluvia y la neblina, aprovechando así el clima de Valtoria. Durante el tiempo transcurrido, ambos jóvenes se encontraron más de un par de veces frente a situaciones de abuso contra los más débiles —niños acusados de magos, trabajadores y hasta vagabundos indefensos— por parte de civiles y policías, en las que Camilo, con su nueva visión de mundo y un creciente idealismo no había podido dejar de intervenir, por supuesto con el rostro cubierto y el soporte lejano de Nate, quien a regañadientes le prestaba soporte usando su curiosa habilidad.

Así, habiendo noqueado policías y agentes del escuadrón antimagia no mucho antes, era para Camilo una ironía de la vida recibir a la oficial Katya Eisenhart —acompañada del imponente General Krom— en la mansión Ferranza, pidiendo una sesión de entrenamiento de esgrima específicamente con él, luego de una supuesta recomendación de Melina. La que justamente le guiñaba un ojo y dirigía una sonrisa traviesa a la vez que éste se dirigía junto a la oficial Eisenhart al salón de entrenamiento.

Camilo eludió con gracia la primera seguidilla de avances con estoque con los que arremetió Katya, mismos que había utilizado al usar su combate con Melina. Los jóvenes se batían en duelo amistoso bajo la atenta mirada del General Krom y Arturo Ferranza, que cada cierto tiempo compartían apreciaciones en voz baja.

Para el chico Ferranza, de ahora 19 años, practicar con la nueva estrella del ejército de Nova Orda era un mal necesario. Aunque aburrido y una pérdida de tiempo al lado de sus nuevas preocupaciones, servía para contentar —haciendo algo que se le daba bien— a su padre y por rebote a la alta sociedad de Nova Orda, más aun teniendo en el poco compromiso que históricamente había tenido con los asuntos relacionados con la representación familiar y eventos sociales.

Los ataques de la Oficial eran poderosos, rápidos y energéticos, sin embargo algo había en ellos que los hacía predecibles para Camilo, como si la intención de la joven mujer le golpeara medio segundo antes que el estoque, dándole el tiempo necesario para reaccionar y bloquear o evadir. Así, terminó por sacarle a Katya una ventaja considerable a los pocos minutos de enfrentamiento.

Olivander Krom interrumpió levantando la mano y llamando la atención de ambos contendientes.

—Impresionante —dijo mirando a Camilo, con una sonrisa plácida y sin ocultar su sorpresa—. Ahora, tómatelo en serio, Katya.

—Sí, señor —respondió la chica rearmando su postura.

Camilo miró a su padre, el que se encogió de hombros pero luego asintió con la cabeza, en su particular forma de comunicarse con su hijo.

Entonces Katya comenzó su nueva ráfaga de ataques.

La primera diferencia que notó Camilo fue en el peso de los golpes, la chica no golpeaba buscando el punto, blandía el estoque como si fuese una espada cortante, lo increíble era que al chocar las armas el golpe de la chica se sentía como si impactase con un metal mucho más pesado que el del fino florete que en la realidad portaba, dejando después de cada bloqueo a Camilo semi tambaleante.

Esta nueva forma de atacar hubiese arrinconado al Camilo de hace un año, pero después de las riesgosas situaciones a las que se había estado enfrentando, tal presión le era aún soportable sin demasiado esfuerzo. El joven Ferranza se limitó esperar el momento justo para cambiar su propio ritmo de ataque. Lo cierto era que si Katya podía “tomárselo en serio”, Camilo estaba lejos de estarlo dando todo, así que una vez calculó la cadencia de ataques de su oponente, aceleró de forma violenta y girando dos veces sobre sí mismo avanzó y lanzó un golpe con el cuerpo del estoque a la cabeza de la chica.

Sorprendentemente –después de la hábil maniobra- no llegó a conectar, pues usando su mano libre y en un movimiento totalmente anti reglamentario, Katya tomó el brazo de Camilo y usando la inercia del mismo golpe que acababa de inutilizar, levantó al joven sobre su cuerpo y lo proyectó por los aires varios metros, en un movimiento clásico de defensa personal, usando la fuerza del oponente. Efectivo, pero totalmente alejado de la clásica esgrima.




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