El camino estaba despejado, la brisa suave mecía los arbustos y traía su olor. Sentía la tierra en sus manos mientras la observaba caminar en su dirección. Ella no lo veía, la oscuridad no la dejaba. Silenciosamente estaba fascinado, muchas veces la había visto recorrer el mismo tramo a la misma hora. Sentía la adrenalina de la emoción, él era el cazador experto y ella ni siquiera lo sabía porque ella era su presa. Respiró profundamente degustando su olor mientras su sangre corría. En un segundo, su caminar se detuvo como sintiendo su presencia, lo que lo hacía más hermoso. Un instante después el ataque fue inminente, su rostro lo decía todo, su expresión lo decía todo, pudo sentir su corazón acelerado. Se escuchó un movimiento, un sollozo y luego nada más que la brisa suave que mecía los arbustos. Nunca nadie lo supo y el grito murió allí.