—¿Te llamó? ¿Y qué te dijo? —preguntó Lore.
—Que sentía haberme gritado de esa forma.
—Te lo dije. Tú le gustas.
Sídney suspiró y sacó sus libros del casillero.
—Sí, bueno, eso creo.
—¿Y tú? ¿Te gusta?
—Pues algo.
—Ay, no te hagas, que tiras la baba por él —rio Lore—. Por cierto, allá viene. Así que yo me voy de aquí.
—No, Lore. —Ya su amiga iba muy lejos.
Tomó una respiración profunda y vio venir a Nick.
Le sonrió, pero él pasó a su lado sin siquiera saludarla.
—¿Y ahora? —se dijo a sí misma.
Corrió detrás de él y tocó su hombro.
—Nick.
—Sídney. —Nick le sonrió.
—¿Estás molesto conmigo?
—No, ¿por?
—Es que tú... No, olvídalo. Mejor vamos a clases, ya sabemos cómo se pone don Gruñón cuando llegamos tarde.
—Ni que lo digas... Oye, ¿qué harás el sábado?
—Creo que nada.
—¿Quieres venir conmigo a un lugar?
—¿Qué lugar?
—Sorpresa.
—Bueno.