Un par de semanas pasaron y ellos regresaron con bien. Pero no fue Dastan quien los recibió como ellos deseaban, fue Gustave serio.
-¿Pasa algo vizconde?- preguntó Travis preocupado por su futuro.
-Nada caballeros, simplemente yo era el único que podía recibirlos- contestó el vizconde serio y sin más ellos entraron a la casa. Para encontrarla sin la gente de costumbre.
-¿Dónde están todos?- preguntó Eugene al ver la casa con muy poca servidumbre.
-Los tuve que correr. Ya no ajustamos- contestó el vizconde "dolido".
-¿Cómo que no hay dinero? La tierra es prospera, podríamos alimentar hasta al propio rey sin problemas- siguió Travis con ganas de buscar que tanto cambio en estos días. Aunque también quería complementar con que el y sus hijos serían vistiéndose como siempre o pude que con más lujo. Pero no pudo decirlo por irá.
-Fue una decision difícil, pero era necesaria. Solo dejamos los más indispensables- contestó el vizconde, mientras ellos contaban 3 sirvientes cuando antes habían 8 y de esos 3, 2 eran nuevos.
-¿Y Dastan?- preguntó Eugene lo que más les preocupaba.
-Con todo esto…- ¿Dónde está?- preguntó Eugene alterado esperando lo peor.
-No les diré, si quieren buscarlo suerte. Pero ya no requiero sus servicios más, así que fuera de mi propiedad- les demandó muy creído.
-Esta es la propiedad de los Teyssier y el único con ese apellido es Dastan- dijo conteniendose Travis.
-No lo creo, es huérfano. Y yo soy lo más cercano a un padre que tiene, todo gracias al matrimonio con su madre. Las tierras son mias- rió Gustave victorioso.
-Nos dejaría despedirnos por lo menos e ir por lo que dejamos aqui- pidió Eugene ya más tranquilo.
-Solo por sus cosas, si encuentran al chico. Veamos si les habla- aceptó el vizconde sonriendo y los mosqueteros fueron por sus pertenencias mientras buscaban con la mirada a Dastan, pero el chico parecía que se había esfumado. Haciendo que la idea de que ya no estaba ahí ellos estuviera aún más presente en ellos. Y no lo culpaban hasta ellos luego en esta casa sentían ganas de irse.
-Perfecto ya tienen sus cosas ahora, fuera de aqui- los corrió cuando ya habían cargado todo a sus caballos y tomado la carreta de Antoine. Que hace mucho Gustave había tirado y ellos la habían salvado y cuidado.
-Vamos- le dijo Travis a Eugene decaído y se marcharon con lágrimas en los ojos. Si Dastan seguía vivo ahora la cosa iba a empeorar más y no tendría alguien que lo animará a seguir adelante. Por lo que no sabían que era mejor, que el chico siguiera vivo o ya hubiera muerto.
-Saquen a esa bestia- dictamino Gustave a la servidumbre que acababa de contratar al día siguiente de la ida de los mosqueteros.
-Si mi señor- dijeron y sacaron a Dastan, el cual había estado encerrado en la bodega desde la noche del día que los mosqueteros fueron a su misión, sin poder salir para nada. Y el chico había sobrevivido gracias a los pocos sirvientes que lo habian visto crecer.
-Toma- le aventó Gustave un traje que tenía una capucha.
-No quiero que hables con nadie, excepto con mis hijos y conmigo. Pero limita tus palabras y no quiero ver tu horrible rostro- le demandó Gustave mientras Dastan miraba al piso escondiéndose en la oscuridad.
-No te oí- le gritó Gustave haciendo que llorará.
-Si... Señor- soltó como pudo el chico las palabras.
-Perfecto, sal de ahí. Tienes trabajo- concluyó Gustave y se marchó.
Cuando Dastan salió rápidamente todos se dieron cuenta que el chico había cambiado. Ese par de semanas le bastaron para ya tocar fondo. En su encierro no había comido ni bebido la gran cosa, se la pasaba llorando todo el tiempo hasta que el sueño lo invadía y la luz le molestaba un buen. Tanto que agradeció que el gorro le tapara la luz. Y a partir de ese día, Dastan se volvió como un fantasma, una sombra del pasado.
Solo hacia lo que los Musset le pedían y no más. Pero si hacía menos los castigos llegaban, latigazos o golpes donde su padrastro creía conveniente. Y eso incluía el punto de mostrar su rostro o convivir con los demas. Y Gustave había tomado la decisión de elegir a un ex verdugo para la labor, el cual no tenía mucha compasión. Pero al ver al chico, todos por igual menos los Musset sufrian, llevándose el golpe más duro los que lo habían conocido antes. Mientras el chico trataba de no mostrar sentimientos o emociones y más enfrente de Gustave, para evitar ser castigado. Aunque llegando a su cuarto lo único que lo calmaba era que le ganará el sueño, haciendo que buscará la forma de cansarse lo suficiente en el dia como para al llegar su cuarto dormir rapidamente.
La cosa con el tiempo se puso cada vez peor, con Gustave bajando la cantidad de servidumbre hasta limitarla a Dastan, su castigador, unos cuantos que eran leales a el y un par de los que estaban antes, más que nada porque ya le sabían un poco a lo de la casa. Dejando gran parte de la carga al chico, el cual llegó el punto de hasta odiar ver su reflejo, rompiendo y tapando todo lo que podía reflejarlo en su cuarto.
-Me gusta el cambio que hiciste aquí, te va mas- se burló Gustave al entrar al cuarto de Dastan, poco después de haber oído que el chico vivía en las sombras y evitando su reflejo. Mostrando que amaba burlarse del chico y hacer que se avergüence hasta de existir.
-¿A qué debo su visita mi señor?- susurro algo fuerte el chico.
-Te quiero pedir algo. Cuando lleguen visitas quiero que te escondas, que nadie te vea. Me vale como lo hagas pero necesito que te escondas. No quiero que salgas de aquí, trabajaras hasta donde puedas ver bien la casa y solo cuando te pida irás más lejos. Yo te mostraré los limites- le ordenó el vizconde muy cortante mientras Dastan trataba de que la luz no le diera.
-Si mi señor ¿Algo más que se le ofrezca?
-Por el momento no, aparte de tus obligaciones.
-Si mi señor- contestó y se marchó el vizconde sonriendo. Dastan nunca sería un problema si siempre se comportaba así y dudaba que el chico lo enfrentará. Y más conociendo lo fuerte que puede ser un castigo. Porque normalmente si el chico hacia algo recibía un castigo que hasta el sabía que era exagerado, pero lo hacía para tenerlo manso.