Y el tiempo paso, Dastan se volvía en las sombras un joven muy apuesto pero con muchas inseguridades y miedoso a que alguien vea su rostro. Mientras sus hermanastros también se volvían apuestos, pero a diferencia de su hermanastro amaban ser el centro de atención, Eric siendo un casanova engreído y su hermano siendo su sombra. Convirtiendolos en unas celebridades locales y más por las fiestas organizadas por su padre. El cual siempre intentaba ocultar el apellido Teyssier e imponer el Musset. Tanto que también al poco tiempo le cambiaron el nombre a Dastan por Pierre, que era un nombre tan común que tomaban por corriente y que amaban usarlo para referirse a Dastan. Además de que el nombre de Dastan era tan raro que cuando alguien lo oía le llamaba la atención saber quién era el dueño de ese nombre.
-Pierre el desayuno- le gritó Gustave a su hijastro. El cual se había despertado tarde y se había atrasado en sus primeras actividades del día.
-Lo siento- dijo llegando ocultando su cansancio. Cosa que con el tiempo había perfeccionado para poder no mostrar alguna emoción y hasta parecer que era una simple marioneta algo decaida, cosa que los Musset amaban.
Pero lo que ellos no sabían pero si la servidumbre es que, una vez que ellos no estaban Dastan mostraba un poco más de emociones y en su cuarto lloraba. Pero eso sí como casi nadie le veía bien, nadie sabía lo que su cuerpo quería mostrar en cuanto a belleza y cansancio.
-¿Te despertaste tarde o a qué se debe el atraso?- le cuestiono Eric y su padre sonrió.
-Se me hizo tarde, no volverá a pasar- siguio disculpándose.
-Sabes que no puedes prometer eso Pierre- le tomo la muñeca Eric tratando de presumirle a su padre, haciendo que el otro chico por poco tire las cosas que traía.
-Tiene razón- contestó tratando de evitar mostrar su miedo.
-Padre hay que hacer que esa promesa se cumpla ¿Usted que dice?- propuso Eric sonriendo viendo por debajo a Dastan y este sin poder decir nada.
-Tienes razón, pero mejor esperemos a que sea más tarde. Necesitamos que Pierre se ponga al corriente con sus tareas- aceptó Gustave lo que su hijastro temía y de paso tirando su plato con su desayuno
-Se me cayó. Trae otro y recoge lo que se cayo- rió Gustave seguido por sus hijos y el chico rápidamente limpio el piso y fue por otro plato, con lo último una vez fuera de la vista de los Musset con señales de que estaba llorando, porque lloraba en silencio.
-Mi niño- dijo Amelie dolida al ver al chico dejando lo que se cayó en la cocina. Pero el chico ni se inmutó como si Amelie no lo hubiera visto. Lo que hizo que la cocinera volviera a trabajar decaída y apurarse para que el chico no tuviera problemas.
-Tenga y también esto- le dio Amelie el plato de Gustave y después una manzana para el. Ella era de los pocos que medio podían hablar con el chico y eso porque se requería que hayan palabras entre ellos, aunque siempre era solo Amelie la que incómoda hablaba. Además de que ella aún cumplía lo que se acordó hace años cuando todo era más fácil.
-Pierre- se oyó la voz del vizconde y el chico se marchó inmediatamente.
-Mi pequeño, tú no te mereces eso. Tu no mereces esta vida, pero se que todo esté dolor un día cambiará por felicidad y volverás a alegrar a todos con solo estar presente a su lado- susurro Amelie. Pensando en cómo cuando era pequeño y como nunca pudo negarle nada o enojarse con el. Pero ahora al verlo sentía pena.
-Pierre hoy es domingo y hoy hay misa. Por lo que regresando recibirás tu castigo, hayas terminando o no. Pero si no llegas a terminar tu castigo se multiplicara- le dijo el vizconde serio.
-Si mi señor. Cuando llegue ya estaré al corriente con mis obligaciones- contestó Dastan.
-Perfecto y ahora, arruinas este lugar. Vete de aquí y apurate- le dijo y sin más se marchó del comedor. Para continuar con sus tareas y cuando los Musset ya llevaban algo de tiempo fuera el chico se sentó sentó en el la valla de piedra que estaba enfrente de la puerta de entrada a la casa, recargado en un árbol a comer su manzana.
Pero cuando estaba terminando oyó un caballo acercándose. Lo que hizo que inmediatamente saltará al otro lado de la valla, en el cual el piso estaba más abajo que el otro. Si en el lado que daba a la casa uno podía sentarse, en el otro medio podías asomarte si te subías a algo.
Aunque aún así tenía razón, el caballo iba a la casa y por lo que Dastan vio era un caballo de la corte y su jinete era un mosquetero. El cual Dastan sentía que ya lo había visto antes, pero no se acordaba su nombre.
-Tan lejos y nadie es capaz de abrir- se quejo el mosquetero al aire cuando había tocado la puerta y nadie aun lo recibía.
-Esto es el colmo- dijo enojado y empezó a caminar en círculos. Pero en cierto momento el mosquetero logro ver al chico, el cual al sentir que lo descubrieron se agachó.
-Se que estás ahí, ven- demandó el mosquetero y el chico no supo que hacer.
-Oye, tu ¿Eres sordo? Ven- siguió el mosquetero.
-Tengo que ir por ti- se quejo el hombre y con eso salió pero cubriendose lo mejor posible.
-¿Trabajas aquí?- preguntó y Dastan asintió.
-¿Hablas?- y no hubo respuesta.
-Tomare eso como por ahora no. Aquí viven o vivían los… Teyssier o los… Musset- Pregunto el hombre buscando las cartas. Mientras Dastan siempre con la cara baja.
-Antoine Teyssier murió hace mucho como Gisselle de Musset. Pero el vizconde de Musset y sus hijos aún viven aquí- contestó sintiendo como mencionar a sus padres lo lastimaba y más de esa forma tan seca.
-¿Y que hay del joven… Dastan?- preguntó aunque "Dastan" tuvo que decirlo más lento.
-Casi nunca convivo con mis señores, no sabría decirle con certeza una respuesta- contestó Dastan con miedo a soltar más de lo que necesitaba.
-¿Solo estás tú?- y otra pregunta sin respuesta.
-¿Cómo te llamas?- siguió el mosquetero ahora interesado por tan extraño y misterioso muchacho que tenía enfrente.
-Mi nombre no es de importancia y menos para alguien como usted.
-Me gusta ver a las personas cuando hablo. Y por lo que medio logro apreciar tienes algo de educacion- instio.
-No creo que merezca dicho honor y siento que está conversación debe de llegar a su fin. Déjeme las cartas para que las dejé adentro. Tengo que seguir con mis tareas y debo de terminar antes de que mi señor llegué de misa- dijo Dastan rogando que se fuera ya.
-Te siento joven y que tienes modales. Pero algo me dice que hay algo más en ti- siguió el mosquetero tratando de descubrir que se le hacía familiar.
-Mi señor… tengo mucho trabajo y si no lo termino recibiré un castigo. Le recomiendo que dejemos eso de una vez, debe de tener otras cosas que hacer aparte de venir hasta acá por unas simples cartas.
-Lo haré, me iré. Pero debes de decirme tu nombre- propuso el mosquetero.
-Me llamo Pierre, ahora cumpla su promesa- aceptó Dastan, diciendo por primera vez ese nombre como si fuera el suyo. Sientiendo un escalofrío y más porque por experiencia, los mosqueteros pueden llegar a ser muy tercos.
-Toma Pierre y fue un gusto- le dio las 2 cartas tratando de ver si lograba ver algo, pero el joven se lo impidió más de lo debido. Dejando al mosquetero desilusionado saliendo de la propiedad, para después rápido Dastan terminar su manzana y dejar las cartas en un lugar visible. No sin antes ver su nombre en una "Dastan Teyssier" y la otra el nombre de su padrastro. Lo que lo motivo a apurarse para ver si podía oír que decían las cartas y más porque ambas se veía que eran de diferentes dueños.