Mientras caminaba a su cuarto, Dastan pensaba en cómo la cosa estaba cambiando mucho en estos terrenos. Y como Jules pasaba del niño tímido y cerrado que conoció hace años, a un joven que decidió tomar su propio camino y forjar un destino muy alejado al que su padre deseaba que tuviera. Y más por la llegada de Klaus, la amistad que hizo con Dastan.
También pensando en Eric, preguntándose cuando paso de ser alguien que hacía lo que su padre quería a alguien que luchaba por mostrar que era mejor que su hermano menor, cosa que era tan imposible que dudaba que alguien no se diera cuenta de como eso era muy complejo.
Pero sobre todo pensando cómo su vida era tan repetitiva y cansada que la odiaba. Extrañaba su antigua vida donde era el hijo del patrón de la casa, sintiendo celos por sus hermanastros y Klaus, los cuales podían disfrutar de varias comodidades mientras el trabajaba, deseando conseguir por ello algún beneficio bueno, como algo que saciara su hambre de años o poder descansar lo que necesite y desee.
Cosas que extrañaba, como extrañaba a todos los que podía conciderar familia.
Cuando llegó a su cuarto, vio que el roto y tapado espejo estaba con un pedazo visible, lo cual lo llamo y decidio ver qué reflejaba. Así que prendió una vela y se acercó al espejo, para descubrirlo y observar lo que esos pedazos de espejo que aún querían seguir ahí le querían mostrar.
Pero lo único que el podía ver era como estaba de roto y la vela no le ayudaba resaltando todos los defectos que con los años aparecieron en el, como su ojeras, su palidez, su suciedad. Siendo lo que más se veía sus cicatrices, las cuales tocó y sintió miedo.
Miedo que hizo que sintiera lágrimas correr por sus mejillas.
Miedo que hizo que su mano sintiera esos cortes y recordara lo que pasó ese día.
Miedo que lo llevo a ver más allá de su rostro, viendo como su cuello mostraba señales de desnutrición y trabajo.
Mostrando algo que trataba de esconder con ropa, como el resto de sus defectos, escondía su palidez haciendo que se hiciera más notoria. Escondía que necesitaba dormir y comer aún sabiendo que eso le afectaría más. Sabía que al mostrarse como se muestra cuando su padrastro está cerca, el lo vería como un objeto sin emociones. Trataba de olvidar a sus seres queridos como sus padres, aunque eso lo que hacía era empeorar la situación. Odiaba llorar y más desde que Gustave lo encerró en la bodega.
Al ver sus manos y compararlas con Eric, Gustave, Jules y Klaus, sentir como no compartían similitudes, por cuánto hacía en la casa, que ya hasta se he había caído una uña hace tiempo por trabajar, pero por suerte ya la había recuperado. Sentir los duros castigos de Gustave que cada vez eran más lejanos, aún como si fueran recientes y su piel aún no cicatrizara. No le gustaba que nadie viera como estaba en realidad de roto, ni se dejaba verse a si mismo porque empezaba a sentirse como Gustave siempre lo vio o el resto de la gente como el. Como sus abuelos, los cuales se olvidaron de su existencia y ellos estaban felices de olvidarlo. Una vez que su madre murió, todo lazo con su familia de sangre se perdió y sabía que todo era por las cicatrices que son como una maldición que se le impuso. Recordando aún más lo que vivió el día en que las tuvo y a la vez perdió a su padre.
Esas cicatrices que fueron las causantes de todo. Si no le hubiera rogado a su padre que lo llevará a una misión, jamás nada de eso hubiera pasado. En estos momentos estaría peleando una guerra como un mosquetero y no como un monstruo. Podría verse a un espejo y sentirse seguro, no como todos lo ven.
Se quedó mirando al espejo hasta que ya no pudo más con todo ese sufrimiento, tapo el espejo lo mejor que pudo, apagó la vela y se preparó para dormir. No sin antes secarse las lágrimas y desear no haber aceptado tener ese espejo en su cuarto, aunque conociendose hubiera buscado algo que lo reflejará para martirizarse solo.