Cinturón De Sombras

La Casa Herondale

El aire era espeso, como si las mismas paredes de la casa Herondale estuvieran reteniendo los susurros del pasado, atrapando secretos que ni siquiera el viento se atrevía a desvelar. El viejo reloj de péndulo, que colgaba en el vestíbulo sombrío, marcaba las horas con una cadencia metálica y cruel, como el latido de un corazón muerto, condenado a seguir latiendo por el simple acto de la repetición.

En el interior de la casa, todo estaba impregnado con una quietud que era casi palpable, una quietud que no solo marcaba el tiempo, sino que lo aplastaba, lo suspendía en un suspiro interminable.

Alina y Mariela Herondale cruzaron el umbral de la puerta, adentrándose en un hogar que ya no era su hogar, sino una caverna de ecos. La casa, erguida con una arquitectura que parecía desafiar al paso de los siglos, las observaba desde sus rincones oscuros, como si estuviera viva.

Las ventanas cubiertas de polvo parecían ojos cegados por el tiempo, y las sombras que se deslizaban a través de los pasillos susurraban promesas olvidadas de lo que alguna vez fue y lo que ahora se había perdido.

El olor a madera envejecida y a humedad se mezclaba con el aire estancado, y cada paso que daban las gemelas sobre los tablones de roble crujía como una advertencia. El sonido era sordo, pero profundo, como si la casa respondiera a su presencia con una especie de resquemor silencioso.

- Esta es nuestra nueva vida, ¿eh?- Alina, la más impulsiva y valiente de las dos, intentó arrojar una sonrisa para disipar el peso que sentían, pero no logró escapar del frío que se había instalado en su corazón.

En su rostro, la luz se batía contra las sombras, creando un contraste inquietante que dejaba claro que, a pesar de su juventud, ya había algo en ella que no encajaba completamente en el mundo que ahora habitaba.

Mariela, por otro lado, se mantenía en silencio, observando cada rincón con una mirada que parecía percibir más de lo que los ojos comunes podían ver. Sus manos, pálidas como la luna, se apretaban alrededor de la pequeña caja que había recogido de las estanterías de la biblioteca de la abuela.

Era una reliquia, algo que había sido escondido y olvidado durante años. Su tacto sobre la caja era suave, reverente, como si temiera lo que pudiera haber en su interior. De alguna manera, sabía que su vida ya no sería la misma al abrirla.

Un crujido metálico resonó en el vestíbulo, y ambas gemelas se giraron instintivamente hacia la fuente del sonido. El reloj de péndulo se había detenido, y el espacio de la casa se había sumido en un silencio tan denso que parecía que incluso la luz había abandonado la habitación.

Mariela sintió un escalofrío que le recorrió la columna vertebral, un cosquilleo desagradable que le invadió la piel. Algo en el aire parecía estar vigilando cada uno de sus movimientos.

La casa las observaba. Y las gemelas, aunque aún no lo sabían, no habían llegado solas.

- Creo que necesitamos explorar más - murmuró Alina, la aventura brillando en sus ojos.

Sin embargo, Mariela sabía que esa exploración no sería tan inocente como su hermana creía. Cada paso que daban por la casa las llevaba más adentro de su oscuridad, como si cada rincón estuviera diseñado para atraparlas, para hacerlas parte de algo mucho más antiguo y mucho más tenebroso de lo que jamás habrían imaginado.

Las escaleras crujieron bajo sus pies, y el sonido resonó por todo el vestíbulo como un lamento. Alina subió primero, siempre más valiente, siempre más ansiosa por descubrir qué secretos guardaba la mansión.

Mariela, por su parte, dudó. Miró hacia el pasillo oscuro que se extendía ante ellas, y el aire allí parecía más denso, más frío. Como si algo las estuviera observando desde la oscuridad, esperando a que se acercaran.

- Ven aquí - la llamó Alina desde el piso superior, interrumpiendo los pensamientos oscuros de Mariela.

Con una última mirada hacia el corredor sombrío, Mariela subió las escaleras, siguiéndola. El segundo piso era tan sombrío como el primero, pero con algo más inquietante en su atmósfera.

Las habitaciones, algunas cerradas y otras abiertas a la negrura, parecían no tener fin. La oscuridad parecía multiplicarse, extendiéndose en cada esquina, en cada rincón. Y en cada habitación, algo parecía estar esperándolas.

- Alina, mira esto -, dijo Mariela con voz temblorosa, señalando una puerta entreabierta.

La madera de la puerta estaba gastada y sus bisagras crujían con un sonido que parecía un suspiro de desesperación. La pequeña ranura por donde se filtraba la luz de las antorchas que aún ardían en el pasillo iluminaba tenuemente la habitación. Pero al entrar, la luz parecía desaparecer, tragada por la oscuridad.

Adentro, el aire era espeso y ácido, como si hubiera algo flotando en la atmósfera, esperando a que ellas respiraran profundamente. Alina dio un paso más adentro, y Mariela la siguió con reticencia. La habitación estaba cubierta con telas viejas, y el mobiliario parecía desmoronarse bajo el peso del tiempo.

Mariela se detuvo frente a una mesa cubierta con una tela negra, casi como un altar. Un objeto descansaba sobre ella: un pequeño libro, de aspecto desgastado, pero con extraños símbolos grabados en su tapa. La figura del cinturón, una espiral, se entrelazaba con los símbolos, pareciendo moverse bajo la luz, como si estuviera vivo.

- ¿Qué es esto?- murmuró Mariela, tocando el libro con la punta de sus dedos. Tan pronto como lo hizo, un estremecimiento recorrió su cuerpo, como si una descarga de energía pasara de sus manos a su pecho.

Alina, sin prestar atención a la advertencia tácita de su hermana, abrió el libro. El aire se tornó helado de inmediato, y un susurro llenó la habitación. Las sombras parecieron moverse, acercándose más a ellas. Los símbolos del libro comenzaron a brillar tenuemente, como si la oscuridad se alimentara de ellos.

En ese instante, las gemelas sintieron que algo se deslizaba entre ellas, como un ente invisible, esperando, acechando. Un sonido lejano llegó a sus oídos: un sollozo sordo. Algo estaba llorando en la oscuridad. Algo... o alguien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.