El bosque parecía más oscuro que nunca, un lugar donde la luz del día apenas podía penetrar las densas ramas que se entrelazaban por encima. La niebla que había acosado a Alina y Mariela comenzó a disiparse, pero no sin dejar una marca profunda en ellas.
El aire aún estaba espeso y pesado, como si los árboles mismos se retorcieran bajo el peso de una presencia antigua, maligna, esperando para devorarlas. Cada paso que daban las gemelas las acercaba más a un destino incierto.
Aurelian estaba cerca, y con cada uno de esos pasos también se aproximaba el alma de Lyra, la madre hechicera que había arrastrado a su hijo a la oscuridad.
La risa del niño, que había resonado en sus mentes, desapareció lentamente, pero el eco de sus carcajadas retumbaba en el fondo de sus pensamientos. La oscuridad aún seguía allí, sus sombras moviéndose como tentáculos, buscando devorarlas.
Cada sonido en el aire parecía amplificado, haciendo que su ansiedad creciera. El viento aullaba entre las ramas como un lamento, como si las almas perdidas del bosque intentaran advertirlas del peligro que acechaba. El aire era denso, como si las mismas sombras quisieran envolverse en su piel.
- Estamos cerca - murmuró Alina, su voz grave, con una determinación renovada -Debemos seguir adelante.
Mariela caminaba a su lado, pero su rostro reflejaba una creciente inquietud. Aunque la niebla se disipaba, el terror se mantenía firme en su corazón. El miedo la había estado acechando desde el momento en que llegaron al pueblo.
Siempre había temido a lo desconocido, a lo que no podía controlar, y ahora, ahora sentía que lo peor estaba por suceder.
Alina, al ver a su gemela tan distante, apretó su mano con más fuerza.
- Mariela, no importa lo que pase, siempre estaré a tu lado.
Pero Mariela no respondió. No estaba completamente allí. Sus ojos reflejaban un vacío profundo, una lucha interna que Alina no podía descifrar completamente. Y aunque su hermana se mostraba fuerte por fuera, Alina lo sabía. Mariela estaba asustada.
No era el miedo al enemigo visible lo que la tenía atrapada. Era el miedo que no podía ver, el miedo a perder su conexión con ella, el miedo a estar sola. Esa era su verdadera debilidad. El temor de quedarse sin Alina, de no poder contar con su hermana, era un monstruo mucho más grande que cualquier sombra que las acechara.
Pero antes de que Alina pudiera decir algo más, el aire cambió. La temperatura descendió abruptamente, y la niebla que había comenzado a disiparse de repente se levantó nuevamente, formando una cortina espesa que las rodeó por completo.
El suelo debajo de ellas comenzó a crujir, como si la tierra misma las estuviera absorbendo. Las sombras de los árboles se alargaban, extendiéndose hasta formar figuras humanas que se movían a su alrededor, como si fueran parte de la niebla misma.
Y entonces, lo sintieron. Un llamado. Una voz que susurraba en lo más profundo de sus mentes.
Mariela cayó de rodillas, cubriéndose los oídos. La voz, esa horrible voz, le decía cosas, cosas que nadie más podía escuchar.
- Estás sola, Mariela... ¿Te quedas con tu hermana o te quedas conmigo?
La voz resonaba como un eco infinito. Era su propio temor, su mayor miedo, proyectado en su mente por la magia oscura de Lyra. El suelo comenzó a vibrar, y Mariela, perdida en la angustia, sintió cómo una sombra oscura y fría comenzaba a envolver su cuerpo, como un manto hecho de desesperación.
- ¡No! - gritó Alina, arrodillándose junto a su hermana. - Mariela, no estás sola. No lo estás. Yo estoy aquí.
Pero la voz continuaba susurrando, cada vez más fuerte, más insistente.
- No te necesita. Estás sola.
Las sombras que rodeaban a Mariela empezaron a elevarse, tomando forma, convirtiéndose en figuras sombrías, monstruos de oscuridad que se reflejaban en sus propios temores.
Mariela vio rostros deformados, figuras familiares, pero distorsionadas por su miedo a la soledad, a la desconexión. Las sombras comenzaron a rodearla, ahogándola en su angustia. Alina no podía soportarlo.
- Mariela, escúchame, - dijo, tomando su rostro entre sus manos. - Nunca te dejaré sola. No importa lo que pase, no te abandonaré.
En ese momento, algo profundo y feroz despertó en su interior. La magia blanca que compartían las gemelas comenzó a arder como un fuego inextinguible. Alina miró a su hermana, y vio más allá del miedo. Vio su alma, su desesperación, y entendió.
-Mariela, eres más fuerte de lo que piensas. No te dejes consumir. ¡Juntas somos más fuertes!
Con esas palabras, Alina extendió su mano hacia su gemela, tomando firmemente la suya. En ese momento, Mariela sintió una explosión de luz blanca que atravesó su cuerpo, desintegrando las sombras que la rodeaban.
Las risas oscuras cesaron y la niebla comenzó a disiparse. Mariela, temblorosa, levantó la cabeza, mirando a Alina. La conexión era más fuerte que nunca. El obstáculo había sido superado. Pero no sin sacrificio.
Desde la oscuridad que rodeaba el bosque, una figura se observaba. Lyra, desde las sombras, había presenciado todo. Observó cómo las gemelas se unieron, cómo la luz blanca de Alina iluminó la oscuridad en el corazón de Mariela.
En su mente, algo comenzó a crackear. Era la misma fragilidad que había sentido en ella, cuando su hermana Selene se había centrado en su propio futuro, sus deseos personales haciendola sentirse totalmente excluida y muy sola.
Selene, la que la ignoró, la que la dejó sola por pensar en su propia vida, sus amigas que solo la querían a Selene y no a ella, Lyra,quien se sintió excluida de todo y de todos.
- Si Selene hubiera sido como ella...- pensó Lyra, su rostro contorsionado por el dolor y la rabia. - Si solo hubiera mostrado esa compasión, si hubiera sido como esta niña...
Lyra no pudo evitar sentir una grieta en su corazón. Por un momento, todo el control que había ejercido sobre Aurelian y las gemelas se tambaleó. Si su hija Selene hubiera sido como Alina, las cosas habrían sido diferentes. Quizás no hubiera necesitado el cinturón mágico.