Cinturón De Sombras

La Batalla De Sombra

La mansión Lysia, como un monstruo dormido, parecía tomar vida propia mientras la batalla se desataba en su interior. El aire estaba cargado de magia, una energía oscura que palpitaba con cada suspiro de Lyra, y una luz cegadora que emanaba de Aurelian.

Las paredes parecían temblar, los suelos crujir, y el eco de la lucha vibraba en cada rincón de la mansión, como si las sombras mismas se estuvieran retorciendo de dolor ante lo que ocurría.

Aurelian, ahora más libre que nunca, avanzó hacia su madre con una mirada determinada, pero en su interior, el cinturón mágico, esa cadena de oscuridad, seguía apretando su torso. Era como si cada poro de su piel se resistiera a la libertad.

El cinturón se ajustaba a su cuerpo con una fuerza inhumana, como si estuviera intentando devorarlo desde dentro, pero Aurelian no cedió. Su magia blanca comenzó a brillar más fuerte, llenando el aire con una luz tan pura que las sombras mismas retrocedían.

- ¡NO!- Lyra gritó, su voz llena de ira. - ¡Aurelian, no te liberes! Eres mío, ¡siempre lo has sido!

Ella levantó las manos, y con un movimiento violento, las sombras que colgaban de las paredes cobraron vida. Las sombras se alargaron y se estiraron como serpientes, invadiendo el espacio alrededor de Aurelian. Oscuras figuras con ojos vacíos surgieron, atacándolo con garras invisibles, buscando sujetarlo, arrastrarlo de vuelta a la oscuridad. Pero Aurelian no temía.

Con un grito de furia, desplegó su magia blanca. Una explosión de luz deshizo las sombras, dispersándolas como humo, y una onda de calor llenó la habitación, empujando a Lyra hacia atrás. El poder que emanaba de él era más grande de lo que Lyra había anticipado. No era solo un hechicero joven. Aurelian se estaba convirtiendo en un monstruo de luz, y eso la aterraba.

Sin embargo, la magia oscura de Lyra no estaba dispuesta a rendirse. El cinturón alrededor de Aurelian, aún intacto, comenzó a vibrar, enviando pulsos de energía que lo golpeaban, luchando por retenerlo. El control del cinturón se intensificó.

Las sombras en el aire se retorcían alrededor de Aurelian, como si quisieran consumirlo de nuevo, pero él no se dejó doblegar. El cinturón presionaba contra su cuerpo, pero en su interior, su magia blanca se expandía como una llamarada desbordante. Las sombras se agazapaban, temerosas, incapaces de tocarlo.

- ¡No me puedes controlar más! - Aurelian gritó, sintiendo cómo su alma se desgarraba entre la luz y la oscuridad. - ¡No más!

La presión del cinturón se intensificó aún más. El metal frío comenzó a arder contra su piel, como si quisiera desintegrarlo desde dentro. Cada respiración de Aurelian se volvía más pesada, como si un peso invisible lo aplastara, intentando aplastar su alma. La magia oscura luchaba contra su luz, intentando envolverlo nuevamente, controlarlo. Y en ese momento, él sintió la lucha en su interior.

La magia blanca en su pecho palpitaba con una intensidad creciente, y el cinturón lo ahogaba, apretando cada centímetro de su cuerpo. Aurelian sintió como si estuviera ahogándose, su alma empujada entre dos fuerzas tan poderosas que sentía que su cuerpo iba a romperse.

Su mente era un campo de batalla, donde el cinturón le pedía rendirse, y la magia blanca le decía que luchara por su vida, por su alma, por su libertad.

- ¡¡NOOOOOO!!

Gritó Aurelian, y su cuerpo se iluminó con una fuerza cegadora, como un sol brillante que iluminaba las sombras que lo rodeaban. La luz blanca comenzó a empujar contra el cinturón con una furia desconocida, quemando el metal, haciendo que el cinturón gritara como si estuviera vivo.

Lyra no podía entenderlo. Ella observó a su hijo, con la cara desfigurada por la rabia y el miedo, viendo cómo la magia blanca lo transformaba. Aurelian no era solo un hechicero, era algo mucho más grande, más fuerte. Algo que su magia oscura ya no podía controlar.

- ¡NO TE VAS A LIBERAR, AURELIAN!

Lyra gritó, extendiendo sus manos hacia él. Su magia oscura se convirtió en un torrente negro que envolvió a Aurelian, intentando apagar la luz que lo rodeaba. Las sombras volvieron a atacarlo, se abalanzaron sobre él, pero la luz blanca que emanaba de su cuerpo era tan intensa que las sombras se desintegraron al contacto.

En su mente, Aurelian vio a Alina y Mariela, como sombras brillantes que lo guiaban, como faros en medio de la tormenta. Ellas eran su razón para seguir luchando, su esperanza para liberarse. Alina, con su luz pura, y Mariela, con su vínculo inquebrantable. Sabía que no podía rendirse.

Con un gesto final, Aurelian liberó toda su magia blanca en un solo estallido, una explosión de energía tan intensa que el aire se llenó de calor, la oscuridad se desvaneció y el cinturón brilló como una estrella fugaz.

Lyra gritó. La magia oscura de su madre no podía competir contra la luz que Aurelian ahora portaba. El cinturón comenzó a resquebrajarse, la energía oscura que lo mantenía cautivo se desplomó, debilitada, hasta que finalmente, el cinturón se rompió.

El metal, que había sido una cadena que lo mantuvo cautivo por seis largos años, se deshizo en el aire, desintegrándose ante la poderosa magia blanca de Aurelian.

Pero aunque el cinturón se deshizo en mil pedazos, la lucha no había terminado. Aurelian sintió cómo su cuerpo seguía siendo presionado, como si algo intentara arrastrarlo hacia atrás. La magia de Lyra seguía siendo fuerte, pero ya no tenía el control absoluto.

- ¡YA BASTA, LYRA! - Aurelian gritó, su voz llena de furia, mientras la luz blanca lo envolvía por completo, como un escudo impenetrable. - ¡Nunca más me vas a controlar!

La hechicera, observando a su hijo, comprendió lo que ya no podía negar: la lucha que tenía dentro de ella se había acabado. Aurelian la había superado.

Lyra y Aurelian: El Último Enfrentamiento

Lyra, ahora totalmente desbordada por la furia y el miedo, intentó una última ofensiva.




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