Cinturón De Sombras

El Laberinto de los Ecos

El Segundo Obstáculo

El aire en el bosque se volvía más denso con cada paso que daban, como si el ambiente mismo estuviera pesado de oscuridad, como un manto opresivo que rodeaba sus cuerpos. La niebla que había desaparecido con la disolución del primer obstáculo se había transformado en algo aún más inquietante.

El viento no hacía ruido, solo una calma inquietante llenaba el espacio, como si el mismo bosque los estuviera observando. Los árboles, altos y oscuros, parecían murmurar, sus hojas nunca crujían, y el suelo bajo sus pies se volvía cada vez más pegajoso, como si estuvieran caminando sobre el barro de una tumba olvidada.

Aurelian lideraba el grupo, pero su cuerpo estaba cansado, más de lo que deseaba admitir. La batalla con su madre lo había drenado por completo, y el desgaste de enfrentarse a sus propios demonios había dejado su alma resquebrajada. El segundo obstáculo se presentaba ante ellos, y Aurelian lo sintió antes de verlo.

Una presión interna comenzaba a ahogarlo. El cinturón mágico, aunque roto, seguía presente, como una cicatriz viva que nunca desaparecería. Su magia blanca ya no era tan vibrante. A pesar de su fuerza, sus energías ya no fluían como antes.

Alina, al notar el agotamiento en los ojos de Aurelian, se acercó a su lado, poniendo una mano sobre su hombro. "Aurelian, ¿estás bien?" preguntó, con la voz suave, pero con una profunda preocupación en su tono. Él asintió, pero no dijo nada, sus labios sellados en una seriedad sombría.

— Vamos — dijo Alina, mirando al frente, donde las sombras se espesaban — Ya estamos cerca. El obstáculo está delante.

Aurelian levantó la cabeza, pero su mente seguía nublada, dificultada por el agotamiento. La magia blanca se dispersaba lentamente, como si el desgaste físico le hubiera robado parte de su poder, y no podía concentrarse lo suficiente como para mantener la energía que se requeriría para enfrentar lo que estaba por venir.

En ese momento, Alina se adelantó.

— Déjame a mí,— dijo con una determinación que Aurelian no había visto en ella antes. — Yo puedo manejar esto.

La luz de su magia blanca brillaba débilmente a su alrededor, pero Alina parecía haber tomado una decisión. Aunque Mariela también se notaba agotada, era Alina quien, de alguna manera, se sentía más conectada con la energía que los rodeaba.

El segundo obstáculo apareció frente a ellos de forma repentina: un laberinto de niebla densa que parecía no tener fin, con pasadizos que se torcían hacia la oscuridad, y paredes que se formaban y desmoronaban a medida que se avanzaba.

Pero lo más sinistero de este lugar no eran solo los pasajes interminables o las sombras, sino que el aire estaba vibrante con murmullos, voces que hablaban al mismo tiempo desde las paredes, como ecos de viejas almas atrapadas.

Aurelian sintió la presencia de esas voces como si le estuvieran carcomiendo la mente. La magia oscura de este obstáculo no era tangible, sino más bien psicológica. Era una trampa para el alma, que intentaba romper la voluntad de quien se adentrara.

— Es esto…— Aurelian murmuró, sintiendo el peso de la presión mental. — Estas voces… están tratando de desorientarnos.

La niebla, como una bestia hambrienta, comenzaba a rodearlos, invadiendo sus sentidos con sombras vagas y susurros cada vez más intensos, como las voces de sus propios miedos, sus inseguridades más profundas. No era solo un laberinto físico, sino que el laberinto estaba diseñado para atacar la mente, hacer que perdieran el rumbo.

Las voces comenzaron a hablar más fuerte, distorsionando las palabras.

— Te temen… Sabes que no eres suficiente…..Jamás serás lo que esperas....Estás solo…

Mariela apretó los dientes, luchando por mantener la calma, pero las voces resonaban en su cabeza.

—No lo aguanto…— susurró, con una mano apretando su frente. —Es como si… todo fuera parte de mi mente…

Aurelian intentó concentrarse, pero su magia blanca, agotada, ya no era suficiente para contrarrestar las voces. No podía escuchar nada más que su propio miedo.

Alina, observando el sufrimiento de sus compañeros, comprendió lo que estaba sucediendo. El laberinto no les estaba desorientando físicamente, sino psicológicamente. La niebla no solo les impedía ver, sino que las voces los estaban destruyendo desde dentro, alimentándose de sus temores. Debían enfrentarlo a nivel emocional.

— No están aquí… son solo ecos — Alina respiró profundamente, concentrando toda su magia blanca. — ¡Escúchenme! No nos vencerán.

Con cada palabra, la luz blanca de Alina se intensificaba. Aurelian y Mariela se dieron cuenta de que la niebla comenzó a despejarse. Las voces se apagaban lentamente, y la neblina se disipaba, como si fuera un mal sueño al que se despertaban.

La magia blanca de Alina protegía sus mentes, pero era su fuerza interna, su capacidad para centrarse en lo que era real, lo que finalmente les permitió atravesar el obstáculo.

Alina, con los ojos cerrados, extendió ambas manos y despidió una onda de luz que disolvió la niebla por completo, abriendo el camino frente a ellos.

—Lo hemos logrado, —dijo, con voz calma, aunque su respiración era pesada. — El primer obstáculo ya está detrás de nosotros.

Aurelian, con su mente despejada y aliviado, la miró en silencio, reconociendo la fuerza que ella había mostrado. El cansancio físico que aún lo embargaba comenzó a disiparse por un momento. Alina había enfrentado lo que él no pudo, y con su magia, había liberado a todos de un destino mucho peor.

Mariela, aún temblorosa pero agradecida, se acercó a su hermana.

—Gracias, — susurró, — Lo hiciste.

Aurelian se inclinó ligeramente, con una expresión de respeto.

— Tú lo hiciste, Alina. No hubiera sido posible sin ti.

— Esto no ha terminado, — dijo Alina, mirando al frente con determinación. — Este es solo el comienzo. Queda mucho más por descubrir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.