La Luz de Alina
El vacío de la biblioteca era absoluto, tan pesado que parecía hacer eco en cada rincón, en cada respiración. Aurelian, agobiado por el desgaste, sentía el peso del miedo presionando sobre su pecho. Pero no estaba solo.
Alina estaba junto a él, su mano apretada contra la suya, compartiendo el mismo miedo, pero también la misma determinación. Las gemelas Herondale, después de todo, aún estaban atrapadas, pero su luz no había desaparecido.
Alina no era solo su hermana, era su luz, la fuerza que siempre lo había impulsado a seguir, incluso cuando su magia comenzaba a desvanecerse.
El lugar alrededor de ellos parecía respirar, las sombras se alargaban como tentáculos invisibles, tocando sus cuerpos con una frialdad mortecina. La biblioteca, con sus estantes torcidos, los libros con caras desfiguradas en sus cubiertas, los rostros de niños y jóvenes atrapados en el cristal de los tomos, parecía viva, alimentándose de su desesperación.
Las almas perdidas murmuraban desde sus prisiones, un susurro interminable que parecía mezclarse con la niebla espesa que avanzaba por el suelo, serpenteando como si tuviera un propósito oscuro.
- ¿Dónde están?- La voz de Aurelian tembló, sus ojos recorriendo el horizonte de libros, el eco de su pregunta se dispersaba en la oscuridad, pero no obtenía respuesta. La niebla seguía envolviendo sus cuerpos, y la silencio era lo más espantoso que podía existir. - Alina, ¿crees que...? - La pregunta se quedó flotando en el aire, imposible de completar.
Alina lo miró con firmeza, sus ojos celestes brillando con una luz cálida, un resquicio de esperanza en medio de la desesperación que los rodeaba.
- Lo lograremos, Aurelian. No dejaremos que esto nos atrape. Tenemos que seguir adelante
Sus palabras fueron un farol en la oscuridad, tan firme y convincente que, por un momento, Aurelian cerró los ojos y se permitió creer que, aunque todo a su alrededor estuviera cayendo, ella sería su luz.
- No me dejarás, ¿verdad? - Aurelian murmuró, su voz rota, sintiendo como si algo más dentro de él se quebrara.
- Nunca te dejaré, - respondió Alina, su tono sereno y lleno de confianza. - Estamos juntos en esto. Siempre.
El miedo que antes lo había consumido ahora comenzaba a desvanecerse, reemplazado por algo más fuerte. El amor que compartía con Alina, la conexión que siempre habían tenido, se estaba fortaleciendo con cada paso que daban en aquel lugar maldito.
Sabía que, mientras estuvieran juntos, no importaba lo que el vacío les lanzara, ellos siempre encontrarían una manera de salir adelante.
Avanzaron con cautela, y en cada paso, Aurelian sentía que algo en el aire se volvía más denso, como si las sombras mismas se alimentaran de sus emociones. Las almas atrapadas no paraban de gritar, pero los gritos no llegaban a sus oídos. Solo los ecos de desesperación quedaban flotando alrededor de ellos, presionando sus mentes, tratando de devorar sus pensamientos.
- Aurelian...- Alina lo miró con sus ojos celestes que reflejaban una mezcla de temor y resolución. - Esto... esto no está bien. Siento que hay algo mucho peor aquí. Algo mucho más grande que lo que hemos visto hasta ahora.
El suelo tembló bajo sus pies, y las sombras comenzaron a moverse a su alrededor con violencia. La biblioteca estaba reaccionando a su presencia. Los libros comenzaron a moverse, abriéndose en las estanterías, y las páginas comenzaron a pasar rápidamente como si un viento invisible las empujara, narrando secretos prohibidos, los cuales no podían leer, pero los sentían profundamente.
Las sombras se acercaban más a ellos, y la niebla espesa parecía infiltrarse en sus cuerpos, como si tratara de arrancarles todo rastro de vida.
- ¡Alina, cuidado! - Aurelian gritó, extendiendo su mano, pero las sombras ya estaban rodeándolos, envolviéndolos. La luz blanca de su magia se debilitaba, casi como si la biblioteca la estuviera absorbido - No puedo...- murmuró, sintiendo cómo las sombras le robaban la energía. - La magia blanca... no es suficiente.
- No estamos indefensos,- respondió Alina con firmeza, - Aurelian, ¡tú eres más fuerte de lo que crees!
Y en ese instante, un destello de luz pura salió de sus manos. Alina extendió su poder, y con él, la oscuridad retrocedió un paso, pero no fue suficiente para alejarla por completo. El vacío los envolvía con más fuerza a cada segundo.
- Aurelian, ¿dónde están?
El miedo de perder a las gemelas crecía dentro de él, como un peso imposible de ignorar. ¿Dónde estaban Mariela y Alina? La imagen de sus rostros desbordados de angustia se quedaba grabada en su mente.
Las sombras alrededor de ellos se estiraban y se retorcían, como serpientes oscuras, aferrándose a sus cuerpos. El aire se llenaba de un susurro indescriptible, como si la biblioteca misma los estuviera llamando hacia un lugar más profundo. Cada alma atrapada, cada grito ahogado, era un recordatorio de que no había escapatoria para aquellos que se adentraban demasiado en ese lugar.
- No podemos quedarnos aquí,- susurró Aurelian, su corazón palpitando fuertemente en su pecho. - Debemos encontrar a las gemelas, debemos liberarlas.
Con un esfuerzo sobrehumano, Aurelian se levantó, extendiendo su poder, creando una esfera de luz a su alrededor. La magia blanca parecía rechazar las sombras, pero a cada segundo, las sombras volvían más violentas, con un zumbido bajo que los rodeaba.
De repente, las sombras se arremolinaron, tomando forma ante sus ojos: una figura de sombra densa, con una sonrisa grotesca y unos ojos vacíos pero llenos de oscuridad absoluta.
- La última prueba,- dijo la figura con una voz distorsionada, como si el mismo lugar hablara a través de ella. - Aquí, las almas no se liberan. Aquí, todos son prisioneros del tiempo y del miedo.
Aurelian apretó los puños.
- No nos dejarás aquí.
La figura sonrió, pero las sombras se intensificaron, atrapándolos, presionando. Sin embargo, en ese momento, la luz blanca de Alina se extendió aún más, empujando la oscuridad hacia atrás. Las sombras retrocedieron por fin.