El sonido del tren resonaba a lo lejos, una melodía familiar que marcaba el final de un capítulo oscuro y el comienzo de una nueva vida. Las ruinas del pasado quedaban atrás, enterradas en las sombras, mientras Aurelian, Alina, y Mariela se bajaban del tren. La estación estaba llena de gente, el bullicio de la ciudad vibraba en el aire, pero nada de eso importaba. Habían llegado a un nuevo país, un lugar donde las cadenas que los habían mantenido prisioneros ya no existían.
El viento fresco del otoño acariciaba sus rostros. El sol se estaba poniendo lentamente, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Selene, la tía de Aurelian, los esperaba junto a sus hijas, Cecilia y Lilith, las gemelas pelirrojas de piel blanca y ojos celestes que ya tenían 16 años.
Sus sonrisas brillaban, pero al mismo tiempo había algo de culpa en sus miradas. Como si una parte de ellas aún no pudiera creer que sus seres queridos hubieran sobrevivido al infierno que había sido su madre, la hechicera Lyra.
Tan pronto como Aurelian vio a Selene y a las gemelas, no pudo evitar sonreír. Había esperado mucho para este reencuentro, y aunque las circunstancias eran diferentes, el vínculo familiar siempre estaba presente. Al ver a Cecilia y Lilith con su cabello pelirrojo brillante, la familiaridad lo envolvió, un consuelo suave en medio de todo lo que había pasado.
— ¡Aurelian!
Las gemelas gritaron al mismo tiempo, corriendo hacia él con los brazos extendidos. Fueron seguidas rápidamente por Selene, cuyo rostro mostraba una mezcla de alivio y emoción.
Sin pensarlo, las tres lo abrazaron con fuerza. Cecilia y Lilith tenían los ojos llenos de lágrimas, y el peso de la culpa las alcanzó al mismo tiempo.
— Perdónanos, primo…— murmuró Cecilia, su voz rota —Pensamos que tanto tú como Lyra estában muertos. Nunca imaginamos que sobrevivieran. De haberlo sabido habríamos ido a salvarte.…
Aurelian sintió que algo se rompía dentro de él al ver su tristeza. La culpa de las gemelas, esa carga emocional que arrastraban desde el mismo momento en que la oscuridad se apoderó de sus vidas, no era necesaria. No aquí. No ahora. El pasado ya no tenía lugar en su mundo.
—No tienen que disculparse,— dijo Aurelian suavemente, —Lo importante es que estamos aquí, juntos. Lo que pasó… quedó atrás. Ahora tenemos un futuro.
Mariela y Alina se acercaron, sonriendo tímidamente, y Aurelian las presentó a las gemelas.
— Alina, Mariela, estas son Cecilia y Lilith. Son mis primas, y esta es Selene, nuestra tía. Selene, Cecilia, Lilith, estas son mis amigas.
Selene las observó, una sonrisa cálida formándose en su rostro. Sabía que la luz que Aurelian había encontrado en ellos era genuina. Sus amigos no eran solo compañeros de lucha, sino parte de la sanación que todos necesitaban.
Con una risa alegre, Selene se adelantó para abrazar a las chicas, Alina y Mariela, con una dulzura y calidez que reflejaban su nueva esperanza.
— Voy a ser su tutora ahora, — dijo Selene, con una mirada protectora — Y estarán a salvo aquí. Hemos dejado el pasado atrás. Ahora comenzamos una nueva vida chicos.
Aurelian tomó la mano de Alina, mientras las gemelas tomaban la mano de Mariela, todos unidos, enfrentando un futuro pleno de oportunidades.
No había más miedo, no había más oscuridad. Ya no había cadenas, ni hechizos, ni magia oscura que los controlara. Aurelian, con la luz blanca de su alma, sabía que había ganado. No solo liberando a las almas atrapadas, sino también a sí mismo.
— Vamos, — dijo Aurelian, guiando a todos hacia el corazón de la ciudad. — Hay mucho por hacer. Pero hoy es nuestro primer día en libertad.
Mientras caminaban juntos, la multitud de la estación desapareció a su alrededor. El sonido del tren ya no importaba. Solo existía el ahora, el futuro.
Un futuro sin miedo, sin cadenas, y lo más importante, sin el peso de los errores pasados.
Se perdieron entre la multitud. Un grupo de seis, tres gemelas, dos chicas valientes y un joven con el alma liberada, que caminaban con la esperanza de un nuevo comienzo, dejando atrás la oscuridad que los había marcado. Pero ahora sonriendo, de la mano, listos para empezar nuevamente.
Lo que había comenzado con magia oscura, sacrificio y dolor, se convirtió finalmente en luz, amor y futuro. El pasado nunca desaparece por completo, pero lo que realmente importa es cómo se enfrenta a lo que viene.
La verdadera magia radicaba en lo que Aurelian, Cecilia, Lilith y las gemelas Herondale junto a Selene habían encontrado en sí mismos: la fuerza de su unidad, el poder de la amistad y la sanación de una familia rota.
Ahora estaban libres, listos para escribir la historia de sus vidas, por fin sin las sombras de la hechicera Lyra, ni la biblioteca de las almas perdidas, ni el castillo de Lysia, quedando atrás, como una noche oscura que, finalmente, había sido despedida por la luz del amanecer.
FIN