-- Nueva York, 25 de septiembre de 2018 --
Carter alzó la cabeza del libro que leía en el momento que percibió una presencia fuera de la habitación, esperando mientras intentaba discernir de quien se trataba, y se tranquilizó en el momento que escuchó una suave voz diciendo:
—Lily, soy yo. Por favor abre.
La puerta se abrió dejando ver a una muchacha delgada y atlética, de cabello rubio largo hasta la espalda que usaba un vestido negro de fiesta; ceñido a su cuerpo como una segunda piel, y un abrigo marrón de piel sintética. Lucía una piel bronceada y su mirada color miel recorrió la estancia hasta posarse en su hermana, quien le sonrió.
—Hola, Carter —saludó la muchacha dejándose caer lánguidamente en un sillón.
La muchacha se quitó los zapatos tirándolos por ahí, sin preocuparle donde terminaban, y cerró los ojos. Había tenido una noche agitada y deseaba descansar tranquilamente. Carter la miró un momento antes de levantarse para dirigirse a la cocineta.
—¿Quieres un té? —preguntó.
—Me vendría de maravilla. Tuve una noche de locos.
Su nombre era Lyra, y era la segunda hija del clan.
*****
- 13 de agosto de 1993-
Un grito de dolorosa agonía reverberó por las paredes, lo cual hizo que Reese irrumpiera en la habitación precipitadamente. No había nada más que un bulto en la cama.
—¡Bradley! —exclamó.
—¡No me veas! —suplicó la mujer bajo la manta—. Estoy horrible…
La mirada celeste de Reese recorrió la estancia hasta detenerse en un pequeño bulto en una esquina de la cama; allí yacía un bebé dormido sobre un pequeño montón de ceniza y se acercó a éste tomándolo en brazos. Era una niña, su hija.
Su primera hija.
Reese observó a la pequeña por unos instantes antes de dejarla con cuidado sobre la cama al lado de Bradley.
—Cuida de ella solo lo necesario.
En cuanto la puerta se cerró, Bradley apartó la manta y se incorporó mirando con desprecio al bebé. No quería ni siquiera tocarla, no deseaba tenerla cerca ni saber nada de ella; de haber podido ni siquiera la hubiera parido, pero Reese la convenció de lo contrario. Maldita sea la hora en que se dejó convencer por él.
—Te odio —dijo a la pequeña, que se había despertado y se agitaba débilmente emitiendo leves quejidos—. Te odio por lo que vas a hacerme y por lo que te vas a convertir.
*****
Bradley había cuidado de Lyra solo para asegurar su supervivencia, y cuando la niña empezó a dar sus primeros pasos; se desentendió de ella esperando que llegara con vida a los seis años, momento en que se ocuparía de entrenarla muy a su pesar; después de todo, algún día esa maldita mocosa heredaría el trono de Kaosa. Las atenciones de Reese eran para su hijo, de modo que la mujer trataba a Lyra con la misma indiferencia que se le da a un animal molesto.
De no haber sido por Carter, Lyra habría crecido en la más absoluta soledad. Poco después de su cuarto cumpleaños, y haciendo caso omiso de las órdenes de Alexandria, Carter se acercó a ella al verla sola en un rincón.
—Hola —dijo, señalando el espacio a su lado—. ¿Puedo sentarme?
—Mi mamá dice que no debo hablar contigo —dijo Lyra mirándolo y luego de unos momentos asintió.
—Mi mamá dice lo mismo —dijo Carter tomando asiento—. Creo que ellas no se llevan bien.
—No me digas.
Los dos niños soltaron pequeñas risas y luego se quedaron en silencio, atentos por si alguien los hubiera oído. De repente, Carter metió la mano en el bolsillo de su pantalón y le dio una figura de plastilina a Lyra.
—Hice esto para ti —explicó—. Es un conejo mensajero, solo debes soplar y entregará los mensajes que le digas. Feliz cumpleaños.
Lyra observó la figura aplastada de algo que asemejaba a un roedor y sonrió guardando aquella figura antes de que su madre se la arrebatara.
—Está horrible —dijo—. Pero gracias.
Un día, Lyra decidió soplar la figura, la cual para su sorpresa se volvió un conejo de verdad; y decidió usarlo para comunicarse con su hermano sin que su madre y su madrastra sospecharan. No quería meterse en problemas, y con eso en mente decidió sugerirle a su hermano que buscaran un sitio donde pudieran estar juntos sin tener que esconderse; fue en ese momento que Günther les sugirió ir a visitar la cripta olvidada en el extremo más alejado de la mansión. Así fue como encontraron a aquella entidad sintiente que vivía allí y la acogieron como parte de su pequeño grupo, nombrando a aquella presencia con el nombre de Lily. En sus tiempos libres se dedicaban a ordenar y limpiar el lugar y lograron convertirlo en un refugio acogedor que con el paso del tiempo se fue agrandando. A pesar de que Alexandria y Bradley trataban de mantenerlos alejados, Reese no parecía tener ningún problema en que sus hijos convivieran y eso bastaba para que las madres no fueran demasiado lejos… al menos hasta que Lyra cumplió los seis años.
Bradley consideraba que Carter era demasiado blando por su carácter tranquilo a pesar de su corta edad, por lo que se fijó el objetivo de hacer que Lyra fuera mejor que él y así podría desbancarlo, de modo que la entrenaba sin descanso y la educó de manera demasiado estricta. Sin embargo, el constante menosprecio de Bradley hacia su hija tenía otro motivo: conforme Lyra crecía, su poder iba aumentando al tiempo que el de su madre disminuía; era lo que sucedía cuando un ángel del caos daba a luz a una heredera; Lyra aprendió a vivir con ese desprecio y a no dejarse influenciar por él.
—¿Por qué mamá no puede quererme a pesar de lo que hago? —preguntó Lyra a su hermano.
Ese día el entrenamiento había sido demasiado duro y Lyra solo deseaba descansar, pero en respuesta recibió una severa golpiza por parte de Bradley hasta que Carter se interpuso evitando una represalia mayor, solo así la mujer dejó en paz a la niña.