-- Nueva York. 6 de octubre de 2018 --
Anette miraba al frente con expresión distraída mientras jugaba con un mechón de cabello rubio. Gareth, a su lado, tomaba notas con cierta aprensión y de vez en cuando miraba al reloj colgado de la pared, lo cual aumentaba su malestar.
—¿Tienes algo que hacer? —preguntó Sashenka.
—No, señora —dijo Gareth bajando la mirada.
Su madre lo miró con dureza y se llevó una mano a la boca, reprimiendo un bostezo. Anette arqueó una ceja con ese gesto y los ojos azules de Gareth se dirigieron a la ventana.
—Bueno —dijo Sashenka—. Es todo por hoy. No pierdan el tiempo.
Los dos adolescentes negaron con la cabeza y vieron a la mujer salir. Anette esperó un momento para asegurarse de que no volvía y tomó a Gareth del brazo, teletransportandose con él fuera de la mansión; ambos aparecieron en el jardín donde una muchacha pelirroja los esperaba.
—¿Cómo es qué puedes hechizar a mi mamá, Raven? —preguntó Anette.
—El sueño es el sueño y afecta a todos por igual —dijo Raven encogiéndose de hombros.
—¿Podemos irnos? —replicó Gareth—. Vamos a llegar tarde.
Raven asintió como si hubiera recordado algo importante y Anette miró a todos lados, en ese momento un mayordomo de aspecto enjuto hizo acto de presencia y dijo con solemnidad:
—Disculpen, pero su padre dio la orden expresa de no dejarlos salir.
Los tres hermanos se miraron como consultándose qué hacer, y en ese instante Carter llegó con una mochila colgando del brazo, lo cual indicaba que volvía de dar alguna clase vespertina.
—Yo me encargo, Gunther, gracias —indicó al mayordomo, que asintió y se fue. Después se dirigió a sus hermanos menores con una expresión inquisitiva—. ¿Qué están tramando?
Por toda respuesta, Anette le dio un volante. Carter lo vio y al instante comprendió de qué iba la cosa.
—Lo prometimos, Carter —dijo Gareth.
—Entiendo —dijo el mayor—. En ese caso hay que ir a buscar a Lyra.
*****
El cartel que colgaba ostentosamente en el puerto anunciaba con bombo y platillo un espectáculo circense, cuyas últimas funciones del año iban a llevarse a cabo allí, y era idéntico al volante que Carter sujetaba en su mano izquierda.
—Creo que llegamos tarde —dijo el mayor al ver la enorme fila de gente.
—No alcanzaremos lugar —dijo Lyra.
Anette, que estaba a un lado de ella, chasqueó la lengua.
—Y una mierda —masculló tomando a Lyra del brazo.
Comprendiendo lo que iba a hacer, Raven se sujetó del brazo libre de Anette al tiempo que Gareth se sujetaba de ella y Lyra agarraba a Carter. Una vez estuvieron listos, Anette los teletransportó dentro del circo y buscaron un lugar entre las primera filas. Cuando todo el público entró y todos ocuparon sus asientos, las luces se apagaron dejando el sitio en penumbra; al poco tiempo comenzó a oírse una melodía de órgano que fue subiendo hasta volverse casi ensordecedora… y luego se detuvo. El escenario se iluminó, en el momento que los asistentes miraron hacia allí un hombre estrafalario apareció; a todas luces se trataba del maestro de ceremonias. Luego de asegurarse que tenía la atención de todos los presentes, el hombre extendió los brazos y exclamó:
—¡Sean bienvenidos! Eso es el Misterio de lo Oculto. ¡Que comience la función!
Durante cerca de una hora diversos actos desfilaron por el escenario: magos, payasos, ilusionistas, malabaristas y lanzadores, el público rió, aplaudió y se maravilló por lo que veían. Entonces llegó el turno de los trapecistas: un chico y una muchacha subieron unas largas escaleras hasta llegar a lo alto de las mismas, donde colgaban un par de trapecios.
—¡Allí está! —exclamaron al unísono Raven, Anette y Gareth señalando hacia arriba.
De inmediato, Carter y Lyra miraron hacia arriba con idénticas expresiones de sorpresa.
—Oh…—dijo ella.
—Eso explica porque estaba tan misterioso estos días —dijo él.
Su hermano Kyle estaba allí. El muchacho se sentía como si estuviera en un sueño, había estado en su práctica normal cuando el maestro de ceremonias del espectáculo se acercó, estaba buscando un reemplazo para uno de sus trapecistas, que se había accidentado, y pensó en dar una vuelta por las compañías locales, fue allí que se fijó en Kyle y lo eligió para la función de ese día.
El joven se tomó un momento antes de sujetar el trapecio y, balanceándose hacia adelante y hacia atrás, contó hasta tres y se lanzó dando volteretas por el aire siendo atrapado por su compañera. La primera parte del acto se dedicó a vueltas en los trapecios. Después, con una última voltereta, los dos se encaramaron a la parte más alta de la carpa donde una gran cantidad de aros colgaban de un soporte metálico; Kyle se sujetó de un aro mientras que su compañera lo hizo del soporte. El público se mantuvo en silencio, expectante por ver el desarrollo del acto, y en un segundo ambos jóvenes ejecutaron una serie de acrobacias entre los aros que maravilló a todos los presentes. Finalmente los chicos volvieron a los trapecios y tras hacer una reverencia abandonaron la carpa entre aplausos.
*****
La primera en dirigirse a Kyle cuando terminó el espectáculo fue Raven, que le saltó encima en un abrazo.
—¡Eso estuvo increíble! —exclamó.
—Eso espero, porque fue una prueba —dijo Kyle—. Si mi actuación fue tan buena podrían contratarme.
Una expresión de alegría cruzó el semblante del muchacho al ver a sus hermanos acercarse. Anette corrió hacia él, abrazándolo al igual que Raven.
—¡Fue lo más grandioso que he visto en mi vida! —exclamó.
—Gracias. No puedo creer que lo hayan logrado.
Gareth miró con seriedad a Kyle y dijo:
—Jamás rompo una promesa. Además, Carter nos ayudó.
En ese momento, Carter apareció junto con Lyra. Ambos llevaban algodones de azúcar que repartieron entre los seis.